la lluvia

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Habíamos dejado la puerta del balcón abierta, aunque sabíamos que el viento podría cerrarla ruidosa y bruscamente. Ser conscientes distaba del intento de tratar de evitarlo y la inexorable tormenta entró en nuestro cuarto dejando a su paso desastres que se lloran irrecuperables.

La tormenta siempre amaina luego, aunque haya parecido eterna, y queda sólo la lluvia cayendo de un cielo fúnebre, que oculta los secretos de tus Estrellas. La lluvia de este manantial funesto nace con un contradictorio don: ese quid que limpia y purifica el alma...

Permanezco descalzo, quedo, apenas en ropa interior en el balcón con mis manos sobre la barandilla, al tiempo que soy regado por nubes absolutorias.

busco la sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora