Capítulo 1

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—¿Qué me quiere decir con eso? —Pronuncia mi madre con la voz temblorosa.

El científico miró los papeles y los acomodó golpeándolos contra el escritorio café. Se ajusta las gafas y después, mira a mi madre con el rostro serio.

—Creo que no tengo que repetirlo... Su hija está enferma y no se sabe nada de esa rara enfermedad —dijo y posó su pesada mirada en mí.

Sentí que me desvanecía en aquella silla de cuero.

—El pequeño análisis que hemos hecho hasta ahora nos revela que probablemente no le quede mucho tiempo de vida...

Mi madre se giró hacia mí, y sin dudarlo, se echó a mis brazos sollozando de una manera horrible. Yo solo la abracé. Las palabras no salían de mi boca y el terror me tenía solidificada. El científico Cheshire se talló las manos y las escondió por debajo de la mesa, encontrándose a sí mismo en una situación probablemente incómoda.

Tenía que ser una broma. Tal vez todo era un plan de mis padres por no haberme comportado en la fiesta de tía Clara cuando tenía 6 años, pues luego de largos años sin presentar síntomas, comenzaba a tenerlos. Mis ojos lloraban pequeñas lágrimas moradas y mi cuerpo comenzaba a ser casi de cristal. Pensé que tal vez mis padres le habían puesto algo a la hamburguesa que había comido días antes, o que tal vez, el rayo que había caído en el patio de mi casa me había afectado.

Pero no. No era ninguna de las anteriores. De hecho, no había ninguna explicación que diera cuerda a lo que pasaba.

—¿Y qué vamos a hacer? —Mi madre me miró con los ojos inundados en lágrimas, mientras que me acariciaba la mano con tristeza.

—Lo que le recomendamos es que deje a la niña con nosotros. Es indispensable hacerle varios exámenes para comenzar con el análisis de la enfermedad. Incluso, podemos hallar una cura.

Miré a mamá con sorpresa, sin habla. Ella me miró a mí de la misma manera y apretó su mano con la mía. El hombre suspiró y se restregó las manos por la cara dejando por el aire un bufido de desesperación.

—Si quiere contribuir con la vida de su hija, claro. —El científico se destapó la cara y sonrió de manera manipuladora hacia mi madre.

A pesar de los intentos de mamá por hacerlo cambiar de opinión, él se negó. Alegó que era la mejor opción y que mi estadía en aquel lugar sería de lo mejor. Eso bastó para hacer cambiar de parecer a mi madre, aunque aún había firmeza en su postura.

—¿Podremos verla? —Se atrevió a preguntar de manera apresurada.

—Sí, siempre y cuando llenen los formularios cada vez que vayan a hacerlo.

—¿Prometes que estará bien?

—Sí, señora. Imagine que Beth estará en un hotel de lujo, eso es todo. —El científico dejó caer los papeles con pereza dentro de un cajón de su escritorio y deslizó una nota hasta ella. Mi madre la tomó sin mucha confianza y la guardó en su bolso sin leerla.

—¿Estás lista? —Me preguntó él dirigiéndose a mí.

Asentí, aunque estaba muerta del miedo. No sabía que era lo que me esperaba dentro de aquel lugar ni que me deparaba en el futuro, sin embargo, me levanté de mi silla y miré a mi madre por última vez. Ella me abrazó con mucha fuerza y plantó un beso en mi mejilla. Me tomó de los hombros y susurró algo lentamente, como si temiera que no lo comprendiera.

—Sabes que a tu padre le hubiera gustado despedirse de ti, pero conoces que es un hombre ocupado.

—Lo sé, mamá. Dile que lo quiero mucho. Y no hagas esta despedida más larga, me haces pensar que no vendrás a visitarme jamás.

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⏰ Última actualización: Oct 02, 2018 ⏰

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