Guerra... Guerra y muerte son las únicas palabras que puedo utilizar para describiros lo que ha pasado en estos diez largos años. Un periodo en el que Irelen ha sido sumida en el caos más absoluto.
Diez años hace desde que abandoné Dicsan y hace el mismo tiempo que no veo a mi hermano. No sé dónde se encuentra, siquiera sé si está vivo. A veces me arrepiento de haberme marchado, de haber utilizado a Sanrah de esa manera. Tampoco sé nada de ella. Quizás hace unos años me hubiera emocionado sólo al recordar esto, pero ya lo que yo sienta es irrevelevante.
Irelen tiene mayores problemas que yo, muchos más problemas. Y el principal se encuentra en Donbearn. Bronzehilt y su Imperio, ese Imperio al que el osa llamar, el Imperio de Irelen. Como si nosotros estuvieramos de su parte.
Tras la conquista del norte tuve que venir aquí, al norte. Ya casi no recuerdo cómo se ve la hierba pues en este lugar lo único que soy capaz de encontrar es arena, una arena que sólo me recuerda que la esperanza casi se ha extinguido.
Un caballero, cuyo género se desconoce, cuyo nombre al parecer se ha olvidado. Un caballero es el puño de Bronzehilt. Fue ese caballero el que cambió el curso de la guerra. Según cuentan, fue capaz de derrotar el solo a las legiones norteñas en una única batalla.
La información, cuando se transmite oralmente nunca es capaz de mantenerse intacta, ya que normalmente la gente sólo la manipula. Estoy segura de que ese "caballero" no es más que un simple oficial cobarde que manda sus tropas a morir al campo de batalla y después se lleva toda la gloria.
Sea como sea, se ha vuelto el verdadero enemigo de Irelen, pues Bronzehilt ya ha envejecido y ya no es capaz de sostenerse en pie. Al menos es eso lo que quieren que creamos. Pero como podeis imaginar, yo no soy tan fácil de convencer.
-¡Lyra!¡El desayuno ya está listo!
Bajé con celeridad aquella sucia y descuidada escalera. Al llegar abajo, pude ver a mi nueva "familia". Aunque sólo son personas en las que Uken confiaba lo suficiente como para dejarme vivir con ellos.
A la izquierda, mirándome con su habitual sonrisa, estaba Verya, una anciana que se había comprometido en su día a cuidar de su otro invitado, que comía flemáticamente en la mesa del salón.
Su nombre era Haed, y era un veterano de la guerra. Antes del fin de la misma se dirigió a Uken para pedirle un último favor; poder vivir una vida tranquila en un poblado. Lo más aislado de la guerra posible.
-Siéntate, hija. Hoy tienes leche de Dufu para desayunar.
-¿Leche de Dufu? Parece que por fin Dadros se ha puesto a trabajar en la granja.
Verya no añadió nada más en el momento, y se limitó a servirme el refrigerio. Antes de sentarse a mi lado.
-Haed, esta mañana ha llegado un mensaje desde Darelen. Y ponía tu nombre en una de las caras.
Tras escuchar esto, Haed terminó de beberse su cuenco y se levantó.
-¿Quien es ahora?- musitó Haed.
-Tiene el sello de los Treeland.
Haed abandonó la sala. Justo en ese momento, Verya tomó mi mano y me miró a los ojos.
-Tengo que pedirte algo Lyra... Y no sabes cuánto lo siento...
-¿Qué ocurre?
-Esta mañana han llegado los Mohrim. Se han instalado en la casa de Dadros... Él me ha dado la leche. Prefería repartirla entre los ciudadanos antes que dejar que esos bastardos se la bebieran.
-¡Entonces debemos irnos a las montañas! ¿A qué estamos esperando?- Dije desesperada
-No podemos irnos... Han establecido un bloqueo, nada puede entrar ni salir de este pueblo sin su consentimiento.
-Déjame sólo un momento.
Me levanté de mi silla y me dirigí hacia la habitación de Haed. Él estaba mirando hacia fuera por su ventana.
-Haed, ¿dónde guardas tu espada?
Haed se dio la vuelta y me miró. Tras ver que hablaba en serio me señaló a un pequeño cofre junto a su buró.
-¿Sabes usarla? No me gustaría que te hicieses daño- Me preguntó mientras yo abría el cofre y cogía la espada.
Me mantuve en silencio y, asintiendo, le di las gracias.
Entonces salí, y me dirigí a la casa de Dadros, donde supuestamente se hallaban aquellos canallas. Mientras iba caminando, hombres enmascarados aparecían tras las esquinas y comenzaban a seguirme muy de cerca.
Cuando llegué a la puerta, ya había 7 de ellos detrás de mi. Golpee la puerta con fuerza en repetidas ocasiones hasta que Dadros me abrió.
-Ly...Lyra... ¿Qué ocurre?
-Nada Dadros, sólo venía a invitar a esos mangurrianes crapulosos a tener una charla- Dije bien alto.
Al oír esto, pude advertir como varias personas se levantaban de sus asientos en el interior de la casa y salían a recibirme.
Yo me di la vuelta, y apartando con fuerza a aquellos que me seguían, conseguí situarme en medio de la calle.
-¡Furcia insolente! ¿Cómo osas hablarnos de ese modo?
-Sólo quería daros la bienvenida que os merecéis, ya sabéis que en este lugar tratamos a los extraños con el respeto que se merecen.
El comentario no les gustó en absoluto, lo que provocó que lo que yo por supuesto quería que fuera una pacífica negociación se convirtiera en un exterminio.
Desenvainé la espada lentamente mientras les observaba. Estaban bastante enfadados y dispuestos a atacarme.
-¿No vais a venir?
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Darelen
Fantasy| Continuación de la historia relatada en "Irelen" | Tras la guerra que azotó Irelen, Lyra Lommen, única superviviente de los que un día fueron los clanes del valle, permanece escondida en un poblado situado en las tierras del ya desaparecido consej...