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Salió de la casa y se dirigió a lo que quedaba más cerca: el bosque. Recordaba que allí estaría la Oruga aunque no sabía si sería una oruga realmente o algún otro de la agencia. Si era así esperaba que si le dijera que estaba pasando. Al llegar al bosque encontró rápidamente las zetas pero no vio ninguna oruga.

— ¿Quién... eres... tú?

Se volvió al reconocer esa horrible voz.

— ¿A-Akutagawa? ¿Qué haces aquí?

El moreno solo le miro de brazos cruzados. El también sufrió un cambio en su imagen. En vez de su vestimenta negra ahora atraía una completamente azul.

—Eso pregúntatelo a ti, Jinko. Yo no fui quien creó este mundo en primer lugar. Solo tengo que hacerte una pregunta: ¿Quién eres tú?

— ¿No lo acabas de decir? —preguntó a la defensiva refiriéndose al mote que le dio el pelinegro.

— ¿Eres Jinko? —alzó una ceja...bueno, el lugar donde debería estar una.

— ¡No! ¡Soy A...! Soy...soy... ¡¿Y por qué tengo que responder eso?! ¿A ver, quién eres tú?

Era extraño, no podía recordar su nombre. Lo sabía perfectamente al entrar pero ahora... ¿Quién era?

—Primero, soy la oruga en este momento.

— ¿No se supone que la oruga está fumando un narguile? Ah, sí, tú no puedes.

Akutagawa entornó los ojos, molesto por la referencia a su enfermedad.

—Eso da igual. Segundo, no sabes tu nombre y esto apenas comienza —suspiró el mafioso parado sobre la zeta—. ¿Si ni siquiera puedes recordar tu nombre ahora, como harás para decirle a Dazai-san lo que sientes?

Abrió los ojos.

— ¡¿Quién te ha dicho eso?!

—Pregúntatelo a ti.

—Akutagawa...—apretó los puños.

—Jinko...—afiló la mirada.

Se quedaron mirándose durante unos tensos segundos. Finalmente voltearon al mismo tiempo.

—No es que no pueda decirle —comenzó a decir—. Incluso sé que si me rechazara todo seguiría igual, pero...tengo miedo. Tengo miedo de que eso pase y seguirle queriendo. De no olvidarle...

Guardaron silencio. Se sentó desanimado. Por otra parte el pelinegro caminó hasta hincarse en la parte del hongo más cercana al otro.

—Oye...—le miró—. ¿Cuándo dije que escucharía tu patético problema sentimental?

Puso los ojos en blanco.

— ¡Ah! ¡Ya recuerdo porque eres tan insoportable!

Satisfecho con la furia del otro, Akutagawa se levantó y comenzó a caminar dándole la espalda.

—Tú también eres insoportable, Jinko. Para comenzar das demasiados rodeos, cualquiera notaría lo obvio y por si no lo recuerdas el hongo sobre el que estoy parado puede hacerte volver a la normalidad.

— ¿Qué?

—Lo que oíste.

Entrecerró los ojos pero tomó un pedazo de la zeta donde se encontraba el de tez más clara y lo probó. Creció un poco, volvió a repetir el proceso y creció más. Así lo hizo hasta volver a su tamaño normal.

—Eh, Jinko. Ve a la casa del conde. Ahí encontrarás a quien necesitas para salir de aquí.

Apenas pudo oírle pero creyó escuchar eso de Akutagawa, sin embargo, un Kenji apurado cruzaba el bosque con un sobre en la mano. Atsushi le reconoció como el Lacayo. Le siguió, pues le llevaría justo a donde le había dicho el moreno; a la casa del Conde y la Duquesa. 

The tiger in wonderlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora