¿Cuánto oro más debía observar para darse cuenta que no era capaz de percibir la realidad?
Un lista. Una fecha. Una hora. Toda su vida había sido planeada desde el propio momento de su concepción. Sus padres, un exitoso abogado y una excepcional doctora decidieron formalizar su relación luego de muchos encuentros fugaces tras el escritorio a las tres de la tarde los días viernes de descanso. El matrimonio llego y aunque el amor falto, mucho creció en el momento que ambos decidieron buscar un heredero a quien dejar sus experiencias. Muchos intentos y solo el último repleto de escepticismo fue el triunfador. Un hermoso varón nació luego de nueve meses duros y complicados, un cálido sábado veinticinco de noviembre a las tres y cuarenta y cinco en plena tarde de otoño. Veintiséis años ya habían pasado del suceso y su vida seguía siendo cronometrada y planeada a comodidad de sus progenitores. Pocas cosas en la vida de Daven sucedieron de improvisto, ni si quiera la tierna infancia lugar y madre de los desastres y los recuerdos graciosos había podido con la imposición de ambos... Quizás lo único que salió fuera de marco, fue la repentina declaración de aquellos ojos acuarela junto con los cachetes rojos más hermosos que había visto. No podía negar que su corazón no se enterneciera a tal imagen y por miedo a dañar profundamente aquel mirar sincero, su respuesta fue positiva tal y como todos lo esperaban. Se conocían de hace años y aunque jamás se atrevió nunca a mirarla con otros ojos más que con la amistad, aquel día basto para considerar a su nueva novia como una oportunidad de superar lo establecido. Lo soñó, lo deseo... Pero no paso. Pronto su nuevo lugar de escape fueron los estudios, y es que lo habían aceptado en la academia de artes más respetada del país, por lo que con el corazón encendido y una sonrisa que le hubiera arrebatado el aliento a cualquiera, confeso a sus padres la intención de acercarse a la rama de la actuación y solo pudo ver como poco a poco aquellos rostros con expresión petrificada de felicidad, casi de porcelana, se fueron cuarteando hasta dejar ver por la fisuras la creciente y palpable decepción. Jamás esperaron que su único y adorado hijo quisiese ser actor, siempre lo vieron como un abogado o respetable doctor. Sus alas se cortaron antes de nacer y huyendo de los papeles y los tortuosos trabajos de oficina, se decantó por acercarse a la humano y servir al público. Daven pensó con ironía que quizás no estaba estudiando actuación, pero por otro lado, el papel de idiota feliz y complaciente sí que lo actuaba de maravilla.
Se graduó con honores de la universidad como lo esperaba su madre y justo el día de recibir su diploma, le propuso matrimonio a su dulce y perfecta novia de la infancia tanto como su padre le había sugerido en mucho tiempo; "Atrápala o se te irá", "ya estás en edad" ¡Claro! ¿No te jode?
Sus amigos le cuestionaban muchas veces su capacidad de no admitir lo realmente jodido que estaba por dentro, de lo realmente vació que sentía su existencia, pero Daven se hacia los oídos sordos y cambiaba la conversación mientras bebía la cerveza de turno como cada domingo por la madrugada mientras con la otra mano, masajeaba las caderas de la chica que en el momento desease acostarse con él. ¿No sentía arrepentimiento ni si quiera por ella? No, ¿Para qué mentir? No sentía ni remordimiento por lo patéticamente complaciente que era y lo mucho que eso había jodido todos sus malditos sueños... ¿Qué puto niño en el mundo no deseaba sentir afecto? Sus padres nunca lo golpearon físicamente, pero si emocionalmente. Lo ignoraron, lo dejaron de lado mientras el ordenador para su padre fue más importante y los casos médicos más complicados la única satisfacción sexual de su madre. Nunca le falto nada material y es por ello que jamás se quejó, pero los momentos en que realmente quiso experimentar de buena mano lo que era vivir bajo el consejo y amor paterno, no lo tuvo, solo una vieja amargada que cumplía su trabajo mientras se aseguraba que no se sacara los dientes mientras jugaba con los patines y que hiciera todas y cada una de sus tareas. En su vida jamás debían caber los errores y aquello lo desquicio en silencio... Bueno, tal vez sus amigos fueron puntos fuertes para mantenerse adelante, pero nada más que su guitarra y su viejo cuaderno de notas para desahogar las penas cuando su novia no estaba ni ninguna otra mujer. Hasta el cariño que ella le daba lo sentía vació y si, quizás era un hijo de puta maldito, aquella mujer le había entregado su virtud y le había contado todos sus sueños mientras él como testigo los había visto cumplirlos cada uno. ¿La envidio? Muchas veces, pero sonrió y la abrazo. Ella parecía creer saber que lo conocía a la perfección y es probable que conociese al papel de Daven el perfecto, ¿pero sabría acaso de Daven el solitario? ¡Qué va! Jamás lo vio bajar la cabeza y lamentarse. Nunca se lo permitió.
Entro a trabajar en el mismo hospital en el que su madre era directora y tomo la parte de traumatología y cuidados intensivos. El trabajo podía ser totalmente estresante, hasta el punto de fumar casi dos cajas de cigarros diarios aunque su madre le reprochase el impacto negativo que traería aquello a su vida, pero Daven lo soportaba, pues cuando veía los ojos agradecido de los familiares sabía que valía la pena fingir un día más. Como ese día, en el que dirigía al hospital con un café con leche como único desayuno y unas ojeras bajo sus cuencas oculares que marcaban su tormento. El tráfico estaba relajado, las calles despejadas, pero la lluvia caía inclemente restándole un poco de belleza al día perfecto que había amanecido aquel sábado veinticinco de noviembre. Su cumpleaños nuevo veintiséis. Se rasco tras la nuca cuando tuvo que parar por el semáforo en rojo y observo al otro lado de la calle a través del vidrió a su lateral derecho, como la gente corría como hormigas a refugiarse de las gotas de aguas que se precipitaban del cielo. Tenían vidas normales y aun así, podía ver en algunos los hilos que los manipulaban gracias a sus expresiones y movimientos acartonados, tales como los que él poseía. Su teléfono vibro al ritmo de su canción favorita y lo miro solo para comprobar de qué se trataba de Eira al otro lado de la pantalla. Cancelo la llamada sin más y cuando apretó el acelerador para avanzar una vez el semáforo dio paso, en su visión periférica, pudo ser testigo de cómo una joven y pálida joven esbelta se desplomaba al piso frente al capo de su carro de último modelo. Su corazón se detuvo y un pito insoportable llego hasta sus oídos.
¿La habría atropellado? Lo dudaba. Por mucho que habían sido pocos segundos, había podido medir la distancia entre esta y su coche, sin embargo la culpa lo atormento inmediatamente y sin mucho tiempo a medir, bajo del coche solo para ver cómo la gente se aglomeraba para ver lo ocurrido. La encontró boca abajo y en una posición un tanto forzada, como si quisiera proteger sus costillas. Le dio la vuelta con mucho cuidado solo para ser testigo de la cantidad de moretones y abrasiones que la joven de cabellos negros poseía en lo largo de su rostro que imposibilitaba a primera vista poder reconocerla y si a ello se le sumaba la sangre que se escurría a borbotones, de no ser porque la sentía respirar, la consideraría muerta. Sin importar que se manchara de sangre, se acomodó en el suelo empapándose el uniforme verde de interno con la lluvia y la sangre mientras la recostaba contra su pecho en busca de reanimarla de su evidente estado de inconsciencia. Murmullos y quejidos fue lo único que se escapó de los labios rojos por la sangre de la chica y algo en su pecho se removió con fuerza... Aquella chica en sus brazos era la perfecta representación de que habían personas que podían pasarla peor de lo que él lo imaginaria. Las cosas se salieron de los papeles y ahora lo único que invadía su mente, era la curiosidad de saber que había llevado a que aquella chica terminara así. Algo que se salía de su horario, de lo que había planificado, algo nuevo... Algo que no había esperado. Y por primera vez en mucho tiempo, nuevamente lo inesperado regresaba para hacerlo sentir vivo.
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¡Hola! Después de mucho tiempo de intentarlo y casi darme por vencida, aquí esta el siguiente capítulo. Este es desde el punto de vista de Daven y probablemente los siguientes se desarrollen de esa misma manera hasta que luego tome yo la posición de narradora omnisciente. Sin más, disfrútenlo.
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Someone will love you
Teen Fiction¿Qué pasaría si a tu vida llegara esa persona especial cuando más la necesitas pero menos la deseas? La vez sufrir y te lamentas de formar parte de su vida. Lo ves intentar y continuamente fallar en el proceso. Tomas una decisión... Sin ti esta mejo...