I am broken

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Lo único que aprendí bien con el tiempo, es que nadie podía llenar el vació ni detener la lluvia interior. Nadie podía verme a los ojos e insistir que luchase. No comprenden como se siente... No saben lo que se siente. 


Rota. Syenna observaba el techo de la habitación sin intenciones reales de levantarse de la cama. Para ella, aquello era monótono... Día tras día era lo mismo. Buscar una cama cómoda y una compañía exquisita para pasar la noche lejos de su casa. Siempre una excusa para escapar. Un suspiro hizo que su cabeza se girase en busca del responsable. Aquel chico se removía desnudo bajo las sábanas blancas de la cama como anunciando que se estaba despertando. Le conocía más de lo que esperaba... Era al que visitaba frecuentemente. Los grises ojos del chico la miraron por fin y una sonrisa se formó en el rostro ajeno dejando los dientes blancos a la vista para ser apreciados por ella. Aquella sonrisa, aquellos labios que la hacían conocer el cielo. Si no fuera por él... ¡Ja! ¿Qué no le debía?

No le devolvió la sonrisa y tampoco lo miro por mucho tiempo. El joven comenzó a estirarse para atraparla en sus confortables brazos y ella huyo como siempre. Se levantó en busca de su ropa como excusa y camino al baño sin mirar atrás. Era normal que lo tratase de aquella manera y nunca, por mucho que hiciese, nunca había una queja de regreso. Abrió la ducha que tanto conocía y dejo que el agua fría la bañara por completo sin ningún espasmo de sorpresa. Tomo la esponja más cercana y comenzó a tallarse el cuerpo con más de la fuerza necesaria. Quizás solo quería borrarlo todo... Quizás era la rabia interna la que emanaba de ella, pero cuando su piel comenzó a arderle por la fricción, se detuvo mientras dejaba que el agua escurriera el jabón y la espuma que envolvía su cuerpo. Cerro el grifo cuando se consideró lista y salió de la regadera en dirección a la habitación anterior sin siquiera mirarse al espejo o tomar un paño para secarse el cuerpo. Joseph la miro desde la cama ya con los pantalones puestos y Syenna solo le dedico una mirada evaluadora. Esta vez se había pasado, pues aquellas marcas en el cuello y espalda no se le quitarían tan fáciles. Chasqueo la lengua restando importancia al asunto y se acercó a recoger su ropa mientras las gotas de agua se deslizaban de su cuerpo desnudo y caían al impoluto suelo de la habitación. Aquel hombre que la observaba cuidadoso era un fanático del orden y la pulcritud, por lo tanto, no era una sorpresa de que el piso se encontrara en las mejores condiciones.

¿Vas a desayunar o prefieres irte sin decir una palabra? —pregunto despreocupado el moreno sin dejarla de observar. No perdía ningún detalle de sus movimientos como si buscara alguna razón, alguna duda de ella. Lo conocía. Sabía que buscaba un punto débil para evitar que ella se fuera tan rápido.

¿Y ser víctima de tus panqueques? No gracias. Para indigestión la que me llevare en casa —se mofo de él mientras se acomodaba el pantalón en medio de saltos y jalones.—, te veo en la universidad... ¡Ah! Recuerda los apuntes. Se supone que solo venía por ellos. —recordó la morena mientras iba en busca del bolso que se encontraba tirado en una esquina de la habitación con los cuadernos regados. Guardo uno por uno de regreso en el bolso cuando sintió unos brazos rodeando su cintura. No hacía falta que fuera adivina para saber de quién se trataba y aunque le hubiera gustado apartarlos sin más, no podía ser tan hija de puta en tan poco tiempo. Ya había escapado del primer intento, al menos, por la noche que había pasado, merecía ser recompensado.

¿Estas segura de que quieres ir sola? Puedo acompañarte a casa e irnos juntos de paso a la universidad. Tal vez yo no entre a la misma hora, pero nada me costara esperar hasta que comience mi turno; y en todo caso, puedo regresar perfectamente. —aseguro Joseph mientras repartía besos en su nuca y a su vez, mientras acariciaba su cintura con sus manos. Su tacto era gentil y delicado. Su tacto era especial. Syenna tomo sus manos y las aparto con lentitud mientras se daba la vuelta con la mochila en el hombro y lo miraba directamente a los ojos. Gris y marrón se encontraban nuevamente.

Puedo perfectamente sola, Joseph. No es la primera vez y no será la última... No se discute, no se negocia —cuido lo más que pudo para que su tono no se escuchara borde pero si autoritario. Así era su... ¿Relación? ¿Podían llamar lo que tenían relación? Ella creía más que era un desahogo... Si, era un desahogo y ella ponía las reglas. El chico la miro por unos cuantos segundo y luego la libero en medio de un suspiro lastimero otorgando distancia entre ambos. Syenna lo agradeció en silencio y camino con paso firme retirándose de la habitación y de la casa mientras la ropa se le ceñía al cuerpo por el agua. Era invierno y sin embargo, aquello no la incomodaba. ¿Qué era un poco más de frío?

La gente camina ignorando su paso y ella hacia exactamente lo mismo. No tenía prisa y esperaba que cualquier cosa fuera una buena excusa para atrasarla, pero por mucho que su corazón lo pidiese, como buena enferma o mejor dicho, como buena adicta, iba en busca de su dosis diaria. Nadie que este sano busca reiteradamente regresar al lugar, al núcleo del problema. Ella sí. Lo necesitaba para respirar pues de alguna manera, no podía romper las cadenas. Era como arrastrar su alma en cada paso que daba y es por ello, porqué se sentía muerta, que el frío no hacia mella alguna en comodidad. Cuando cuelgas del hilo de la locura, no hay nada que realmente pueda afectarte más que lo que te incomoda en primera instancia. Pronto sus pasos se detuvieron frente a su casa a la cual, Syenna observo dudosa sin todavía introducir la llave en la cerradura. Aquel lugar la atraía como un imán... No, la atraía como una polilla a la luz. Sabía bien lo que pasaría, su parte racional le pedía que huyera, pero sus demonios y sus daños, le exigían a gritos que entrase. Que consumiera lo que la mantenía con viva. Como quién está muerto en vida, la morena giro la cerradura y abrió la puerta sin atreverse a alzar la vista en busca de la señal de alguien más presente. Camino por la entrada sin dejar de mirar el piso y cuando creyó que podía ir a su habitación sin ser vista, uno de sus verdugos la intercepto en el camino. Su madre.

Era una señora de avanzada edad y amargada. Estaba tocada por el daño y lo corrosiva que era la convivencia de su hogar, sin embargo, era el sostén de un hogar disfuncional y en su extraña manera, amaba a su hija y rogaba su bien. Quizás aquella mujer viene tocada por un pasado igual de tormentoso y un hogar roto, pero se las había arreglado para aparentar normalidad. Lastimosamente los años no pasaban en vano y las penas se le veían claramente en el rostro. Aquellos ojos turbios la escudriñaron en busca de respuesta y al ver que Syenna no tenía intenciones de hablar y la joven al ver el malestar en el gesto de su madre, se preparó para lo peor.

— ¿Esto es lo que me regalas? ¿Crees que soy tonta? ¡Yo me partí el lomo para que tuvieras lo mejor y así me pagas! Eres una maldita puta sin futuro ¿Y yo debo quedarme tranquila? Me das asco...—la observo con un claro gesto de repugnancia mientras la joven trataba de que aquello no le perturbase, pero en su pecho, aquellas palabras se había quedado atrapadas como espinas desgarrándole lentamente. Cuando el nudo en su garganta se hizo más fuerte y sus ojos comenzaron a picarle presagiando futuras lágrimas, trato de apartarse lo más rápido y seguir su camino. Que más hubiera esperado la pobre Syenna que retirarse en silencio, pero no era el plan de su madre, quién la tomo por el cabello, justo en el centro de la cabeza y rasguñando su cuello cabelludo la arrastro de regreso sin importar los gritos ahogados de su hija y las lágrimas que habían comenzado a fluir.

¡Espero te hayas tomado la maldita pastilla! No serás tan estúpida como para permitirte embarazarte... —la soltó cuando creyó que fue suficiente y Syenna inmediatamente se tomó la cabeza sin dejar de sollozar— Ya deja de lloriquear, no fue para tanto. Esta noche te quiero en casa. Me importa una mierda con quién hayas quedado ni lo que quieres... Tu padre fue ascendido y debemos tratarlo como se merece. Si no apareces hoy después de tu maldito horario universitario, no vuelvas jamás ¿Me escuchaste? —la joven asintió sin mirarla y luego corrió a su habitación en busca de algún refugió seguro. Lástima que aquello solo fuera un deseo, pues en aquel lugar, nada era seguro. Se derrumbó en la cama sin esperanza mientras las lágrimas mojaban la cama sin tregua alguna. Tenía tantas ganas de desaparecer, dejar de respirar, de huir, pero no era tan valiente. En parte aquello era gracias a toda la inseguridad con la que había sido criada. El sonido de la puerta principal la alerto y de inmediato se incorporó mientras corría en busca de lo necesario para huir a clases. Sabía quién era y lo que le esperaba. Aquel ser le daba tanto o más asco que cualquier cosa que sus padres le hiciesen. Los gritos y la voz temblorosa del hombre solo confirmaban las sospechas de la joven. Su tío se encontraba ebrio y nada bueno podía sacarse de aquello. 

Someone will love youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora