Aquella Vieja Mansión

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Era un día gris y lluvioso en la encantadora ciudad de Eldoria. La clase de historia en el Instituto Luminary estaba llegando a su fin, y los estudiantes ansiaban el sonido del timbre que marcaría el final de la jornada escolar. En una de las últimas filas del aula, Etnas y Naug se encontraban sentados juntos, con miradas soñadoras y ansias de escapar de las responsabilidades académicas.

El profesor, el señor Wallace, continuaba su monótona lección sobre la historia de Eldoria mientras las miradas de Etnas y Naug se desviaban hacia las ventanas. Un fenómeno inusual había capturado su atención: unas nubes oscuras y misteriosas se cernían sobre una majestuosa mansión en las afueras de la ciudad. Parecían nubes eléctricas, llenas de encanto y secretos por descubrir.

Etnas, con su espíritu aventurero y su imaginación desbordante, se quedó absorto contemplando las nubes que se posaban sobre la mansión. Su mente comenzó a tejer historias de misterio y magia que podrían estar escondidas entre sus muros. Naug, en cambio, mostraba un interés más cauteloso y pragmático.

Finalmente, el timbre resonó en el aula, liberando a los estudiantes de la opresión del conocimiento. Etnas y Naug se levantaron de sus asientos y se dirigieron hacia la puerta con rapidez, emocionados por la posibilidad de explorar el enigma que envolvía la mansión.

"Será solo un momento", dijo Etnas a Naug, quien mostraba cierta resistencia a la idea de desviarse de su camino habitual a casa. "Está cerca de nuestro recorrido de regreso. Solo tenemos que tomar un desvío de 5 minutos. Estoy seguro de que valdrá la pena".

Naug, dubitativo, miró a Etnas con escepticismo. Sabía que su amigo siempre buscaba emociones y aventuras, pero también tenía presente la tormenta que se avecinaba y los peligros que conllevaban los rayos y la lluvia intensa.

"Sí, pero... está lloviendo mucho, y los truenos no cesan", expresó Naug, tratando de convencer a Etnas de que no era una buena idea adentrarse en la mansión bajo esas condiciones.

Justo en ese momento, un relámpago iluminó el cielo, seguido de un estruendoso trueno que resonó en todo el edificio escolar. Etnas y Naug se miraron, comprendiendo que el tiempo no estaba de su lado. La mansión se convertía en su destino inevitable.

Decididos a enfrentar la incertidumbre y la lluvia torrencial, salieron del instituto y corrieron hacia la mansión, sin dar opción a Naug para decidir. La tormenta arreciaba, y cada paso los acercaba más a su destino.

El agua caía a raudales sobre ellos mientras se adentraban en el vecindario que rodeaba la imponente mansión. Las calles estaban desiertas, como si el resto de los habitantes de Eldoria hubiera huido del inminente diluvio. Solo se escuchaba el eco de sus pasos apresurados y el retumbar de los truenos que resonaban en el aire.

Llegaron finalmente a la entrada de la mansión, donde una gran puerta de hierro se alzaba frente a ellos. Empapados y llenos de determinación, se abalanzaron sobre la puerta, intentando abrirla a empujones y con fuerza bruta. Sin embargo, la puerta parecía resistirse a ceder. Parecía proteger un secreto que solo se revelaría a aquellos lo suficientemente valientes como para enfrentarlo.

Mientras forcejeaban con la puerta, sus ojos se posaron en las extrañas nubes eléctricas que giraban y danzaban alrededor de la mansión. Los rayos brillaban intensamente en el cielo oscuro, como si estuvieran tratando de advertirles sobre los peligros que se ocultaban más allá de esas puertas.

"Etnas, ¿qué son esas nubes? ¿Rayos?", preguntó Naug con preocupación, desviando momentáneamente su atención de la puerta.

De repente, un gigantesco rayo descendió del cielo, impactando directamente en la puerta de metal. La electricidad recorrió toda la estructura, activando un mecanismo oculto que hizo que el portón se abriera lentamente, dejando al descubierto un vasto jardín lleno de flores mustias y secas.

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