1. Prólogo

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Lena

Mi madre nos había llevado al laboratorio a Lex y a mí. Yo sólo tenía doce años y temía por el momento que estaba por llegar. Mi hermano me abrazaba, siempre protector, orgulloso de lo que había logrado nuestra madre.

En unos minutos, cientos de misiles serían enviados por orden del gobierno de Estados Unidos para impactar en los diferentes puntos del planeta con el fin de extender un poderoso virus creado en su laboratorio. La finalidad no era más que acabar con toda vida extraterrestre. Todo ser vivo que no portara genoma terrestre, sería invadido y moriría en pocos segundos.

No estaba segura de que aquello fuera correcto, pero mi madre decía que era la única forma de que la paz volviera a poblar la tierra, pues las diferencias entre aliens y humanos habían desatado ciertos conflictos violentos entre detractores y aliados.

Se puso en marcha la cuenta atrás y los misiles fueron enviados. Escuchamos el primero impactar cerca y todos los científicos que allí había lo celebraron a voces y Lex levantó mi brazo victorioso. Sin embargo, no pasaron muchos minutos hasta que aquellos científicos, incluyendo mi madre, además de mi propio hermano, comenzaron a respirar con dificultad. Se agarraban la garganta e intentaban alcanzarme, pidiendo ayuda. Yo comencé a llorar gritando desesperada cuando vi a mi hermano caer al suelo, con un hilo de sangre saliendo de su boca.

Fue unos días después, recogida por un grupo de personas que se estaban escondiendo, muertos de miedo por las consecuencias que aquello pudiera tener, que me enteré que aquel virus había mutado, y que había atacado por igual a aliens y terrestres, humanos o no, y que había diezmado la población mundial.

El apellido Luthor, mi apellido, fue el más odiado de todos a partir de ese día. Habían aniquilado casi siete mil millones de personas sin contar el número infinito de otros animales. No le conté a nadie quién era, y me dediqué a sobrevivir en aquella nueva situación que se me descubría. 

El gobierno enviaba soldados cada cierto tiempo para controlar la población. Tenían unos aparatos donde ponías tu mano y al analizar tu ADN marcaba la procedencia alienígena. Luego te fichaban. Yo siempre me mantuve lejos de esas redadas, pues no quería que nadie se enterara de que una Luthor había sobrevivido. 

Las personas que habían sobrevivido portaban dos genes recesivos en el cromosoma que el virus localizaba. Esos genes recesivos eran heredados uno de cada progenitor. Por lo tanto, no había peligro para las generaciones venideras, pues todos recibirían un gen recesivo. Investigaron mucho ese tema, pues el virus duraría más de diez años activo.

Crecí como una adolescente rebelde en un sistema que odiaba. Un sistema que sólo cuantificaba la vida como potencial beneficio. Querían que trabajáramos, que nos reprodujéramos, cuanto más, mejor, que no cuestionáramos. Pero yo no pretendía deslomarme por cuatro migajas, así que aprendí a buscar la procedencia de aquellos camiones repletos de comida que entraban a los cuarteles de los soldados, y a robarles víveres. 

Tampoco tenía pensado tener ningún bebé. ¿Para qué? ¿Para que viviera esa mísera vida? Y por supuesto que cuestionaba. ¿Por qué eran eliminadas todas esas personas sin haber incurrido ningún delito más que el de pertenecer a otro mundo? ¿Por qué las personas que cometían algún error como algún hurto acababan trabajando para el gobierno por no poseer una cárcel ni querer mantenerlos? Algunos eran entrenados para ser soldados y arriesgar su vida luchando contra los aliens que defendían su propia vida. Y si desertaban, les esperaba la muerte.

Paseaba por el bosque un día a mis diecinueve años, acompañada de mi fiel Brainiac, un mestizo de pastor de color negro que encontré corriendo con la correa a rastras el mismo día que ocurrió la tragedia. Era sólo un cachorrillo de unos cuatro meses y ahora un perrazo de casi cuarenta kilos que ya no era tan ágil como en aquella época. De repente, oímos un vehículo surcar el cielo y estrellarse a lo lejos provocando un gran estruendo. Brainiac corrió ladrando hacia el lugar del impacto.

Las cosas que no dices (Agentcorp + Supersaturn) TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora