Entre Dos Mundos | Noah Centineo.

Capítulo 1.

Capítulo 1. ¿Sueño o realidad?

Recostada en mi jardín observo el atardecer una vez más. Mi madre odiaba que permaneciera tanto tiempo sola, decía que necesitaba socializar con las personas Y dejar de sentarme a mirar los atardeceres y amaneceres cada día, sin falta. A pesar de su insistencia, ambas sabíamos que no dejaría de hacerlo.

Si mi madre se detuviera a ver lo que yo veo y a sentir lo que siento estaría tan enamorada como yo lo estoy de todo esto. Este tipo de belleza no es para aquellos que aún no aprenden a ver.

El sol comenzaba a ocultarse tras las lejanas colinas y el último rayo de luz del sol cayó sobre los arbustos más hermosos de nuestro jardín. Me gustaría ser como ese rayo de luz, hermoso, cálido y en perfecta paz. Pero como todo en este mundo algún día alguien se encargará de extinguir esa luz.

Me recargo sobre ambos codos y dejó caer mi cabeza hacia atrás disfrutando del agradable aroma a césped recién cortada y rosales que rondaba por el jardín.

-¡Emy! Entra ya a la casa. -Grita mi madre desde el umbral de la puerta.

-Un minuto. -Respondo intentando ocultar la pesadez en mi tono de voz. No me gusta pelear con mi madre porque se que al final de toda discusión ella se reforzará e incluso fingirá que ha ganado aunque en realidad sea todo lo contrario.

Me levanto del césped y sacudo mis piernas quitando la tierra de mis pantalones.

Nunca he considerado mi casa grande aunque sin embargo, es bastante espaciosa. Terminó siendo una sorpresa cuán grande podría lucir sin dos integrantes menos en la familia. Mi padre y mi hermano fallecieron en un accidente hace 3 años, mi madre perdió la razón desde ese día, ella jamás volvió a ser la misma mujer. Y tampoco yo.

El día del accidente fue un día festivo para la familia, el cumpleaños de mi madre y el mío.  Ese día mi hermano menor Logan insistia sin parar sobre una sorpresa que tenía preparada para nosotras y mi padre era la mente maestra.

-¡Emy! Por favor déjame ir, ¿si? -Logan me tomo de la mano y susurro sobre mi oído. -Es un pastelito pero papá no quiere que se enteren.

-Si quieres que te deje ir ya sabes cuánto te costará. -Dije maliciosamente y Logan se apresuró a lanzarse a mis brazos y besarme las mejillas repetidas veces mientras ambos reíamos.

-¿Ahora si me dejaras ir? -Dijo él con los ojos brillando de emoción. Al asentir con la cabeza mi hermano me regala una enorme sonrisa mostrando sus lindos dientes de leche.

Logan saltó fuera de mis brazos y corrió hacia el auto con nuestro padre esperando dentro de el, sonriendo ampliamente. Ambos condujeron por un pastel para una fiesta que nunca se celebró.

Recuerdo perfectamente ese día.

Mamá caminaba angustiada de un lado a otro con el teléfono entre las manos, ya hacían un par de horas que ambos habían salido de la casa y no regresaron y tampoco contestaba las múltiples llamadas que ambas hacíamos a su celular.

Esperamos con ansias escuchar el timbre del teléfono y escuchar noticias suyas y en efecto, el teléfono sonó 20 minutos después. Pero no era la voz de mi padre la que escuchamos tras la bocina, como nosotras esperábamos. Era la voz de una enfermera informándonos de su paradero y su situación.

Ambos se habían accidentado.

Con lágrimas tratando de salir de mis ojos la comunique con mi madre, quien no espero en contener su histeria y llorar desconsoladamente.

Al llegar al hospital ambas corrimos hacia el área de terapia intensiva que es en donde nos dijeron que estaban.

Al entrar en la primera habitación vimos a mi padre recostado sobre la cama, el rostro hinchado y amoratado no pasaba desapercibido. No lucía bien. Mi madre corrió hacia él y se arrodilló a su lado besando su mano. Y yo sin embargo no podía sentir ninguna de mis extremidades. Estaba parada en medio de la habitación observando todo. Pensando en la única persona a la que necesitaba ver con urgencia.