Desperté en aquella habitación la mañana siguiente. Eran las ocho de la mañana, y Natalie aporreaba mi puerta con fuerza gritando que me despertara. Supuse que había cogido el primer vuelo de la mañana y ya era hora de levantarse. Me vestí rápidamente y salí de la habitación, encontrándome con Natalie. Rodeé su cintura con mis brazos dulcemente, besando sus labios con ternura, susurrando después en estos. — Buenos días, bebé.
Natalie me siguió el beso sonriendo ampliamente, pero después, echó a correr hacia mi habitación, recogiendo todas mis cosas, y metiéndolas de nuevo en las maletas correspondientes. Unos minutos después, salió de ella con las maletas en ambas manos, dejándolas a la entrada, y cogiéndome con fuerza de la mano llevándome hasta el lugar donde estaban las maletas. Me hizo esperarla unos 5 minutos, supuse que ella también estaría cogiendo sus maletas, ya que nos íbamos un par de meses a Roma. Aunque me hubiera gustado visitar un poco más la ciudad de Londres con Natalie.
Unas horas después, ya estábamos de camino a Roma, sentados juntos en el avión. Ella iba escuchando por milésima vez el último disco de All Time Low, mientras yo, escuchaba el de Cher Lloyd. Apenas nos faltaba media hora de viaje, así que me abracé a Natalie y me quedé dormido.
Media hora después, Natalie me despertó, avisándome de que ya habíamos llegado. Salí del avión y ella, pidió un taxi que al cabo de 15 minutos, nos estaba esperando en la puerta del aeropuerto. Dejé que Natalie se sentara en el asiento del copiloto, para darle indicaciones al taxista, ya que al parecer, nos alojaríamos en un apartamento abandonado, que hace unos años, pertenecía a sus tíos.
Cuando llegamos a aquel apartamento, ayudé al taxista y a Natalie a sacar las maletas, ya que eran bastantes y pesaban demasiado. Natalie entró antes que yo, sacando unas pequeñas llaves de su bolso, dirigiéndose al ascensor. Entramos ambos a la vez en este, mirándonos de vez en cuando de reojo, y soltando pequeñas risillas. La verdad, no me podía creer que después de un largo viaje a Londres, pasara a otro largo viaje para ir a Roma. Llegamos a nuestro piso correspondiente, caminando por todas las puertas, buscando la nuestra. Yo diría que había más de 200 puertas, ya que era un apartamento gigante, donde podrían vivir un montón de personas. Natalie me ordenó buscar la puerta número 22, de la cual, estábamos bastante lejos ya que todavía nos llegábamos por la 115. Caminamos rápidamente por todo el pasillo, hasta llegar a la puerta 25, de la cual salían un par de chicas. Una de ellas iba en toalla, aunque preferiría no saber si llevaba algo debajo o no. La otra chica me miró fijamente, esbozando una divertida sonrisa, guiñándome el ojo al pasar por nuestro lado.
— ¿Te acaba de guiñar el ojo? — Preguntó Natalie, echando la vista hacia atrás para mirar a aquellas chicas durante un par de minutos.
— Me preocupa más la que iba en toalla. — Admití riendo. Cuando llegamos a la 22, Natalie abrió la puerta, dejando las maletas a la entrada.
En unas horas, ya estuvo todo colocado en las habitaciones. Natalie llevaba una hora preparándose en el baño, así que, salí para esperarla. Me acerqué a la puerta 25, de la cual, habían salido aquellas dos chicas. En esa puerta, se oía a una chica chillar, al parecer, no la habían dejado ensayar para una prueba importante. Solté una carcajada al oírla, apoyándome sobre la pared. Al cabo de unos instantes, salieron 4 chicas de la misma puerta. Dos de ellas eran conocidas, Miss toalla y la del tic en el ojo. Luego vino la drama queen del año, quejándose por todo. Y por último, la morena con mechas violetas, no tendría nombres que ponerle, la única normal del grupo, supongo.
Cuando por fin Natalie acabó de prepararse, salimos del apartamento. Esta cogió mi mano, llevándome rápidamente hasta el bar más cercano, el cual, no estaba muy lleno de gente. Cuando entramos, caminé hasta la barra, aún cogido de la mano de Natalie, aunque esta vez ella estaba un poco más distraída. — Ash, vendré en un rato. Si quieres volver a casa, no esperes por mí. — Susurró mi novia en mi oído. Al oírla me giré rápidamente, pero ya se había ido. Volví la vista a la barra, hasta que noté como alguien me cogía del brazo. Ahí estaba, drama queen presentándose a ella misma, y a todas sus amigas. Miss toalla, Katherine. La del tic en el ojo, Anna. La morena con mechas violetas, Wendy. Y por último, drama queen, Vivian. Genial, las divinas al completo.
Estaban casi todas borrachas, así que intenté ignorarlas lo más posible. Katherine iba ganando, con todas las papeletas de levantarse con un dolor de cabeza que en cualquier momento la haría explotar. Seguida de Anna, que estaba a punto de subirse a la barra y desnudarse delante de todo el bar. En tercer puesto Vivian, dispuesta a tirarse hasta a su propio padre. Y la perdedora del concurso, Wendy. Aunque creo que no tardará mucho en unirse a la competición.
Wendy se colocó a mi lado, apoyándose sobre la barra, sin quitar la vista de encima de sus amigas borrachas. — Tengo 3 razones por las que suponer que no estas ebria. La primera, tus padres no te dejan. La segunda, eres demasiado pequeña. Y la tercera, no quieres acabar como tus amigas. — Dije con una risilla al nombrar la tercera opción, arqueando una ceja mirándola.
— Podría darte otras 3 razones de por qué tú no estás borracho. La primera, no quieres estar con resaca mañana. La segunda, necesitas dormir en tu piso esta noche y no te fías de que mis amigas o yo te vayamos a llevar hasta él en caso de estar borracho. Y la tercera, tú tampoco puedes beber. — Contestó con una sonrisa divertida, desviando su mirada de sus amigas hasta clavarla en mi.
— Quizá debas saber que tengo 19 años. — Aclaré, esbozando una amplia sonrisa. Unos minutos después, Natalie llegó de nuevo, acercándose a mi oído.
— ¿Y estas quienes son? — Preguntó Natalie, mirando con desprecio a Vivian, Anna y Katherine sin fijarse aún en Wendy.
— Amigas mías ¿nos vamos? — Le contesté a esta. Ella asintió y cogió mi brazo, arrastrándome por todo el bar hasta sacarme de el, llevándome hasta el apartamento. Cuando llegamos, volvimos a recorrer aquel enorme pasillo, hasta llegar a la puerta 22.
A la mañana siguiente, me desperté con un gran dolor de cabeza, aunque la verdad, no había tocado ni una copa. Si yo tenía este dolor de cabeza, no me gustaría imaginarme como lo tendrían las borrachas de la puerta 25. Salí de mi habitación, encontrándome, como no, con Nat sentada en el sofá. Como la mañana anterior, me senté a su lado, esperando a que hiciera algún comentario. Ella se giró lentamente, susurrando con la voz rota y los ojos vidriosos.
— Tenemos que hablar, Ash.