Liberado del encierro.

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Sheldgoose estaba realmente confundido, cómo fue que teniéndolo todo pudiera caer tan bajo.
-Esto es realmente inaceptable...
- Lo único inaceptable aquí es tu incompetencia, pedazo de alcornoque!!- replicó Felldrake, propinándole un golpe a su decendiente, esta vez no fue uno de esos típicos golpes metálicos que solía darle con la cabeza del báculo, sí no que fue contacto directo, cosa que sorprendió al presidente del Nuevo Instituto de Quacksmore, quien meditó por un instante mientras acariciaba su cabeza en el lugar donde recibió el golpe:
-Si yo tengo el báculo en mis manos y Felldrake no me dió un golpe con el mismo, quiere decir que...

-A ver si así ya te funciona mejor el cerebro, claro sí tuvieras uno, a veces no puedo creer que tú seas descendiente mío, en lo único que nos parecemos es el sobrepeso!- Decía el hechicero de la obscuridad, que ya no se encontraba esclavo de aquel báculo, al estar en el mundo de los espíritus no había necesidad de habitar algun cuerpo, su alma era libre otra vez, no más límites, el más grandioso hechicero, Lord Felldrake había regresado!!
- Mami ? Papi? - intervino una tercera voz, bastante ronca y algo monstruosa, era Leopold, quien había cambiado su tono de pelaje entre púrpura y gris a muchos patrones de líneas multicolor, sus alas de murciélago ahora  estaban coloreadas de un tono verde fosforescente marcando sus membranas con líneas moradas, se había transformado en un alebrije.
-Leopold! - soltaron Felldrake y Sheldgoose al mismo tiempo como resultado de la impresión que les causó ver así a su secuaz, quien enseguida corrió a abrazarlos a ambos con una fuerza descomunal , por algo lo conocían como " el terrible" puesto que a pesar de parecer una criatura tonta la verdad es que tenía muchas habilidades y cualidades que lo hacían el perfecto compañero de Felldrake, siempre fiel, tal vez esa era la razón de su alianza, aún cuando en ocasiones Felldrake lo tratara como su "hijo" en realidad sólo lo veía como bestia de transporte y perro guardián, quizá, sólo quizá ése era el único inconveniente con el hechicero, aún era bueno muy en el fondo, sin embargo el lado obscuro dominaba todos sus actos, el poder que siempre anheló lo había dejado ciego y corrompido, esa era la razón de estar ahí y ahora que era libre tenía mucho por hacer:
- Andando, Leopold, rastrea a bien, hoy tendremos una reunión familiar...
Dijo Felldrake decidido, seguido por una sonora carcajada que hizo eco en todo el túnel.
Entonces ambos subieron al lomo de Leopold y emprendieron el viaje por un rumbo parecido al que ya antes habían tomado nuestros caballeros.
Algo grande estaba por suceder y nadie más que ellos y Xandra lo sabían.

Entre Quetzi y Mictli: El viaje al otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora