¿Por que todos amamos a la mentira y odiamos a la verdad?... por que duele menos. Y todos prefieren vivir una hermosa mentira a una triste realidad.
Narra Luke.
Estábamos en la casa de Dylan, yo me encontraba en la cocina cubierto por una manta y un té entre mis manos para calentarlas mientras la bebida se enfriaba lo suficiente como para tomarla sin quemar mi boca.
Mire a un lado encontrándome con Marcos sentado en el sofá mirando la puerta con su cabeza apoyada en sus manos que estaban juntas entrelazando los dedos. No a dicho una sola palabra desde la discusión en la playa.
Toque mi mejilla, aún sentía el golpe que me dio Dylan de lo enojado que estaba. Me levante y camine hacia el piso de arriba en total silencio, al llegar arriba mire el pasillo unos instantes, camine hasta la habitación de mi ahora ex-mejor amigo. Abrí la puerta encontrándome con el interior del cuarto, paredes de color morado. Me hizo soltar un risita, Dylan no había cambiado, ni su obsesión con el color morado ni su actitud.
Entre, camine hacia su buró. Me mire al espejo. ¿Como llegue a convertirme en esto? Lastimando a los demás mientras solo pienso en mi, algo muy egoísta, estoy siguiendo los pasos de mi madre. Antes de amar tengo que amarme, antes de entregar todo mi amor tengo que usarlo primero en mi.
Mis manos subieron hasta sentir el cabello falso que colgaba de mi cabeza. En el espejo veía como la peluca caía al suelo cuando mi mano agarro ese cabello y lo jalaba lentamente hasta quitarlo de mi. Quería a Marcos y ya no quería mentirle más o lastimarlo. Tengo que iniciar con la verdad, si no es para mi, lo dejare ir. No importa cuanto duela.
Me desvestí quedando completamente desnudo frente al espejo, mi aire se contuvo dentro de mi unos segundos mientras pensaba en como decírselo a la cara. Mi cuerpo empezó a temblar, no por el frio si no por que pronto iba a rebelar algo que lleva escondido desde que tengo memoria. Solté un suspiro liberando todo ese aire que había acumulado.
Agache la cabeza, ¿Realmente esta era mejor decisión? No lo se y pensar en que es la equivocada me aterra haciendo que tiemble de esta manera. ¿Por que todo siempre tiene que ser tan difícil?. Elevé la vista encontrándome con el reflejo del rostro sorprendido de Marcos entrando por la puerta.
Mi corazón se detuvo y me di vuelta, agarre la manta y cubrí mi cuerpo desnudo. Marcos parpadeo unos segundos mientras agachaba la cabeza y sus manos cubrían su rostro. Tenía miedo, no había planeado esto a la perfección y ahora lo tengo frente a mi, mi respiración empezó a agitarse.
Sus manos se deslizaron por su cara mientras elevaba la vista y me miraba con el ceño fruncido, podía ver en esos ojos lo enojado que estaba, sus manos se volvieron puños. Se dio la vuelta y salió de la habitación, fui detrás de él corriendo.
- ¡Marcos, espera! Puedo explicarlo - alcancé a agarra su mano, se dio vuelta soltándose de mi agarre de manera brusca, quedando los dos cara a cara.
Sus ojos estaban llenos de lagrimas, trague duro, mi garganta dolía, tenia un nudo demasiado grande como para soportarlo, o como para pronunciar siquiera una palabra.
- ¡Aléjate! ¡¿Que haces aquí?! ¡¿No ibas a irte con ese estúpido?! ¡Dime! ¡¿Que hice yo para que juegues conmigo?! - una lagrima traicionera salió de sus ojos mientras ellos me miraban con furia, tristeza y decepción.
- Y-Yo... - sus ojos me dejaban inmóvil y mudo, no podía, pero debía hacerlo, ya no quería callarme, nunca más.
Sacudí mi cabeza y fruncí el ceño, lo mire a los ojos, realmente dolía pero debía ser valiente. Agarre su remera con mis manos y lo empuje hasta que su espalda se estampo con la pared.