Tú y yo gemíamos al besarnos, y el calor de tus labios en las mojaderas de mi boca. Un divino susurro a mis oídos porque me querías más cerquita contigo, y no recuerdas más el sonido de nuestros cuerpos hervidos y torcidos,
en escarabajos nos diluímos,
con la piel en agua y tú firmeza
lamiendo
mi ombligo.
