Cuando me levantaba y culminaba con tu mirada, el tiempo se detenía para ver tus manos y tu sonrisa. A veces, tímidamente asentía acariciando tu cabellera, correspondiendo el cariño de tus pupilas explícitas.
Con la soñolienta mirada, pasaba por tu corredor alocado. Mil juguetes tirados con muchos sentimientos guardados. Caminaban por un estar lleno de alegría y una estancia llena de melancolía, pensando en el pesar que tanto escondía, el saber de una lejana despedida.
Lograr, estábamos logrando, como una pieza suave de 🎹, atravesando unos momentos irreales pero lleno de realidades. Llegábamos al traspasar la felicidad sin pensar en el pasar, recorriendo campos de girasoles buscando el amanecer del horizonte.
Ahora, todo es un mutuo silencio, donde la voz está muerta y la mirada nefasta; en pérdida. Donde el recuerdo permanece candente como llama ardiente, pero perdido en la voz y el calor del remoto pasado.