Había una vez, en un reino muy muy lejano, una joven muchacha, llamada Mikasa, de dieciocho años que vivía con su tío y su primo. Sus padres habían muerto y su cuidado había quedado a cargo de su tío soltero Kenny y su primo Levi, que la doblaba en edad.
–Misión cumplida.
Kenny ingresaba a la humilde cabaña que habitaban hacía unos meses. Dejó una bolsa sobre la mesa que sonó pesada al caer sobre ella.
Levi venía tras su tío completamente bañado en sangre con una expresión fría.
–Mikasa, prepárale un baño a tu primo.
La muchacha asintió y fue por agua para calentar al pozo que estaba tras la cabaña. Un par de pajarillos volaron junto a ella acompañándola hasta el pozo.
Cuando sus padres murieron Mikasa conoció a aquellos dos parientes de los que jamás tuvo idea y aquella extraña vida comenzó para ella. Una vida de nómade en el reino de Paradise, una isla aislada del resto del mundo, un reino muy rico… y donde hay dinero hay envidias y corrupción.
No tardó demasiado en darse cuenta, a sus nueve años, que su tío Kenny y el primo Levi tenían una vida que distaba muchísimo de lo que ella conocía. Su propio padre jamás le habló de ellos, y con justa razón. Mientras su padre era un hombre honrado de campo que había forjado una pequeña fortuna, Kenny y Levi hacían su dinero de maneras menos correctas.
Kenny y Levi eran delincuentes, ladrones y asesinos. Se dedicaban a los encargos sucios de los tipos de dinero y, con ellos, lograban sobrevivir. Mientras ellos estaba en sus “misiones”, Mikasa se preocupaba de tener un hogar y comida para ellos. Además, de tener todo limpio para el primo Levi que era algo exquisito en cuanto a la higiene. Normalmente vivían un par de meses en un sitio, hasta que por trabajo o porque la policía les seguía la pista, debían trasladarse a otro sitio.
Mikasa puso suficiente agua en un tambor y encendió unos leños bajo él para calentar el baño de su primo. Ingresó nuevamente a la cabaña. Su tío Kenny bebía un licor sentado a la mesa con ambos pies sobre ella.
–La próxima vez deberías acompañarnos, niña. Has mejorado tus habilidades con las pistolas y tienes buena técnica de ataque y defensa. ¡Imagínate todo el dinero que podríamos hacernos!
Mikasa solo lo miró un segundo antes de buscar una toalla limpia en un armario y entregársela a su primo Levi, quien también permanecía en silencio.
Levi había perdido a su madre de muy pequeño y su cuidado quedó a cargo de Kenny. Fue él quien lo entrenó para ser un asesino, pero no era un destino que Levi quisiera para Mikasa. Por muy talentosa que fuese para ello. Él quería una vida buena para ella.
Una vez que Levi estuvo tomando su baño y Kenny en la mitad de su botella, Mikasa tomó algo de dinero para ir a la ciudad por víveres. Faltaba harina para el pan y quería comprar algo de azúcar para hacer algo delicioso.
Siempre silenciosa paseó entre los puestos del mercado de la ciudad, esta vez se encontraban en la capital y, asumía, que permanecerían un bien tiempo en ella. Tío Kenny estaba haciendo más dinero que nunca y tenía un círculo de protección de gente adinerada y corrupta.
Mikasa estaba acostumbrada a que la gente la mirara con curiosidad. Desde chiquita había notado que su aspecto era diferente al del resto, rasgos que había heredado de su madre, una mujer extranjera del otro lado del mar. No sabía mucho de dónde provenía su madre, salvo que era de un clan y que su símbolo lo traía en un dije colgando de su cuello y bien escondido por una bufanda que rara vez se retiraba. Su madre le había ordenado que nadie viese su herencia y ella había obedecido.
–Un saco de harina –dijo Mikasa con voz suave y plana a uno de los tendederos.
El hombre se la quedó mirando extrañado, no solo por su aspecto, sino por cómo una jovencita menuda fuese a cargar todo ese peso. Pero lo hizo sin esfuerzo alguno.
Iba bastante cargada ya de salida por la ruta principal cuando notó que estaba más atiborrada de gente que lo normal.
–Es el príncipe –escuchó a una mujer a su lado mirando hacia un lugar entre todas las personas –Es tan guapo…
Mikasa, siendo una jovencita, tuvo curiosidad. En lugar de seguir su camino, se quedó contemplando junto con el resto del pueblo.
En una tarima dispuesta a un lado de la calle estaba un joven castaño de ojos verdes, elegantemente ataviado, secundado por dos hombres. Uno vestía de soldado, uno de rango, un poco más alto que el príncipe y de cabello más claro. El otro tan elegante como el príncipe, más bajito y rubio. Fue éste quien alzó la voz leyendo un manuscrito.
–Atención, pueblo de Paradise. Por decreto del Rey Grisha, dentro de un mes, se realizará un baile en el palacio. Todas las jóvenes casaderas deberán presentarse. El príncipe Eren elegirá entre ellas a su esposa.
Hubo un murmullo generalizado. Tan rápido como había llegado, el príncipe y su séquito se bajaron de la tarima. El joven alto abrió la puerta del carruaje y tanto el príncipe como el joven rubio subieron a éste. El joven alto se subió a un caballo tras el carruaje dando órdenes de despejar el camino.
–Están buscándole esposa por todo el reino –comentó una anciana a otra –La chica que elija será muy afortunada. Será una princesa.
Una princesa. Mikasa miró a la distancia el castillo, en la cima de una montaña. Una princesa. Suspiró pesado. Sería lindo ser una princesa… pero su destino no era ese, ella pronto comenzaría a trabajar con tío Kenny y el primo Levi.
–Toma –un joven soldado de pelo rapado le extendió un papel –Puede ser tu oportunidad.
Mikasa dejó en el suelo su carga y tomó el papel. Era una invitación al gran baile. No supo bien porqué lo guardó entre sus ropas, no tenía pensado ir. Y si quisiera hacerlo, ¿qué podría ponerse? Ella era una campesina.
Pero una parte de ella se imaginó en ese baile, vestida elegantemente y bailando con ese hermoso príncipe de ojos verdes.
Con esas ensoñaciones en su mente juvenil, se marchó de regreso a la cabaña.
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–Odio esto –bufó el príncipe Eren una vez llegados al castillo –Hemos estado paseando por todo el reino hace semanas exponiéndome como ganado.
–Es lo que te corresponde, Eren –comentó Armin Arlert, su mejor amigo y consejero –Tienes que tomar una esposa.
Eren chasqueó la lengua y retomó su camino hasta la sala, necesitaba beber algo y fuerte. No esperaba que a sus diecisiete años su padre lo obligara a algo así.
En cuanto llegó a la sala vio al capitán general de su guardia sentado cómodamente en un sillón bebiendo una taza de té y comiendo unos pastelillos.
–Cuidado con los dulces, cara de caballo, no querrás volver a ser un cerdito –lo bromeó quitándole el pastelillo que estaba a punto de comerse –No quiero que arruines a mis caballos con tu gordo trasero.
–¡Ya no soy gordo, maldito seas imbécil! –respondió Jean Kirstein.
Armin le quitó el pastelillo a Eren y se lo regresó a Jean, que lo miró con fascinación antes de darle un mordisco en éxtasis. Volvía a reinar la paz.
–Eren… no te descargues con Jean –dijo Armin sentándose junto al capitán –No es su culpa que tu padre haya impuesto esto.
–Todo sería más fácil si este idiota hubiese tomado mi lugar.
–¿Yo? –preguntó Jean limpiándose las migajas de la cara con la mano –Los bastardos no somos príncipes, hermanito menor.
–Medio hermano, escoria –aclaró Eren molesto.
Armin entornó los ojos. Siempre era así entre ellos. Grisha, el rey de Paradise, había tenido varios amoríos. El primero fue con una princesa en el reino de Mare, del que tuvo un hijo, Zeke. Hijo que permanecía en Mare en un buen puesto por contactos de su madre. Era un comandante de alto rango y con poco interés en salir de allí y reemplazar a Eren. Luego, en Paradise, Grisha tuvo otro amorío con una de las lavanderas del castillo, Ellie Kirstein. Según Grisha fue de aburrido y borracho, porque estaba bien fea. Pero se hizo cargo del muchacho que nació de aquel amorío. Y en cuanto se casó con la madre de Eren, la reina Carla, se llevó a Jean a la planta alta del castillo, sacándolo de la servidumbre, su madre fue trasladada a otra casa patronal en el campo.
Jean y Eren se criaron como hermanos… y como buenos hermanos se llevaban bastante mal.
–Piénsalo positivo, Eren –dijo Jean con entusiasmo –Tendrás un salón lleno de preciosas muchachas para elegir la que más te guste. Tienes suerte, maldito.
–Puedes tenerlas a todas si quieres –exclamó Eren –No me interesa.
–Me conformo con una… o dos… –bromeó Jean de buena gana y tomó otro pastelillo.
La puerta del salón se abrió y el rey Grisha ingresó. Todos los chicos se pusieron de pie e hicieron una venia. El hombre les indicó que tomaran asiento con un gesto de mano.
–Todos los poblados de Paradise han sido informados, su alteza –dijo Armin flemático.
–Excelente noticia –respondió el rey satisfecho, notó la cara agria de Eren –Es tu deber, Eren.
–No quiero tomar una esposa. No me interesa. No quiero ser príncipe ni rey ni nada. ¡Solo quiero salir de esta maldita isla! –exclamó Eren con molestia –Pon a Jean en mi lugar.
Grisha soltó un suspiro.
–Los bastardos no puede ser reyes –dijo Grisha.
–Te lo dije –interrumpió Jean de buen humor. Buen humor que duró hasta que el rey le quitó el pastelillo de la mano y lo dejó de regreso en la bandeja –Ay, ya… –bufó.
Grisha miró a Armin y Jean.
–Déjennos solos.
–Sí, su alteza –respondieron los muchachos, retirándose del salón.
Jean entendía a Eren, y también lo envidiaba. Entre broma y broma, entendía su angustia y también le hubiese gustado poder liberarlo de ello. Como buen hijo no deseado viviendo con su padre, intentaba ser un buen hijo y no ser visto como una vergüenza. Y, por otro lado, intentaba ser bueno para que Carla no lo odiase. Cosa que no resultaba del todo bien… pero ese es otro tema.
Si Jean pudiese reemplazar a Eren, lo haría. Sabía que Eren era infeliz y no era justo. A él no le molestaría tomar su lugar… pero eso era imposible.
–Muy serio.
La voz de Hitch, una de las chicas de la corte lo sacó de sus pensamientos. Armin lo había dejado a medio camino so pretexto de la organización del baile.
–Sí… su alteza real no dejó que me repitiera un pastel.
Hitch se sonrió divertida.
–Nadie quiere ver al capitán de la Guardia Real convertido en un percherón –bromeó ella.
–¿Quieres ver de lo que es capaz este percherón? –respondió Jean con un tono pícaro.
Hitch carcajeó.
–Me temo que eso ya pasó –suspiró –Soy una mujer comprometida. Tardaste mucho, mi querido y viejo amigo –alzó su mano izquierda frente a él con un precioso anillo en su dedo anular –Aunque seamos honestos, tampoco hubiese funcionado.
–Eso y que los bastardos del rey no se casan con las hijas de los duques –bromeó Jean, Hitch enarcó una ceja –Eso me dijo tu padre cuando fui a pedirle tu mano hace dos años.
–Lo recuerdo –asintió ella –Éramos jóvenes y estábamos enamorados –suspiró con inocencia y Jean le sonrió malicioso –O estabas enamorado de mis tetas y mi agudo sentido del humor –completó.
–Yo te amaba, Hitch. No seas injusta, hice lo que pude. No iba a raptarte sin poder ofrecerte nada. Te gusta la buena vida y a mí también. Eso de que se puede vivir del amor no es para nosotros –dijo en tono calmo, Hitch asintió –Al menos Marlowe es un excelente tipo. Tiene dinero y posición.
–Y me gusta mucho –agregó Hitch –Creo que estoy enamorada –confesó.
Jean puso una mano en el hombro de Hitch en actitud fraternal.
–Me alegra escucharlo. Ojalá todos pudiesen casarse por amor. ¿No crees?
–Eres un patético romántico –rio Hitch cantarina.
Unos pasos irrumpieron en el pasillo donde ambos conversaban. Era la reina Carla con sus damas de la corte, quien dirigió una miraba seca a Hitch. Carla sabía de la cercanía que la chica mantenía con Jean desde hace años. Pero ahora no era prudente que se les viese juntos.
Hitch se unió al séquito de mujeres en cuanto pasaron junto a ellos. Jean mantuvo la vista abajo en una venia a la reina. No quería ver el reproche en sus ojos. Ella misma lo había reprendido duramente la última vez. No arruinaría ni su relación con la madre de Eren, ni la que mantenía con su mejor amiga.
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La reina ingresó en el despacho de Grisha una vez que éste terminó de hablar con Eren. Claramente, su hijo seguiría dando problemas. Pero decidió dejar de darle vueltas al asunto en cuanto vio el gesto serio de Carla frente a él.
–Manda a Jean lejos –fue lo primero que salió de los labios de la reina –Si no sabe mantenerse lejos de mis damas de la corte, va a tener que irse.
Grisha soltó un suspiro al tiempo que Carla se sentaba frente a él.
–No voy a mandar al capitán de la Guardia Real a ninguna parte. Jean tiene un puesto que debe cumplir. Eso y que sabe mantener a Eren en sus casillas luego de un par de golpes.
–No quiero ver a esta casa real envuelta en más habladurías. Al menos no por Eren ni Jean. Suficiente he tenido que soportar con tus humillaciones.
Grisha hizo como que no escuchó lo último. Simplemente volvió a sus papeles.
–Que elija una esposa entre las chicas que Eren deseche –dijo Grisha sin darle mayor importancia –Solo preocúpate que no tenga mejor posición que la chica que elija el heredero al trono. Háblalo con Jean.
–¿Por qué tengo que hablarlo yo con ese niño?
–Porque son cosas de mujeres –respondió Grisha –Estoy tratando de gobernar un reino. No me interesa con quien se revuelque Jean –la miró fijamente –Pero como a ti parece quitarte el sueño, te delego esa tarea. Créeme que estará encantado con la idea.
Carla le sostuvo la mirada un momento, Grisha volvió a sus papeles. Realmente a Grisha no le importaba lo que hiciera Jean y si eso podía poner en riesgo el compromiso de Hitch.
–Traslada a Marlowe al campo. El distrito de Trost necesita un nuevo Señor que se encargue de la zona rural del muro Rose.
Grisha volvió a sacar la vista de sus papeles.
–De acuerdo. Lo informaré para hacerse oefectivo fin de mes –accedió frente a la insistencia de su esposa –Carla… Jean y Hitch ya no son amantes. Eso se acabó hace bastante.
–Si quieres casar a tu hijo, tienes que retirar a la tentación. Lo quiero lejos de Hitch y de las habladurías.
Grisha asintió. No cruzaron las más palabras. Luego de una ligera venia, Carla se retiró del despacho del rey.
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Kenny había salido nuevamente a una de sus reuniones donde sus empleadores le darían las líneas a seguir… o a quién había que eliminar a continuación. En esas reuniones Levi no participaba, por lo que acompañaba a Mikasa mientras ambos cenaban un caldo de pollo con demasiada agua para el gusto del mayor de los Ackerman.
Los ojos de Levi era escrutiñadores, siempre sabía qué ocurría a su alrededor, si había algo fuera de lugar o algún gesto diferente. Pero en el semblante de su prima Mikasa, extrañamente había algo que descifrar. Ella siempre era inexpresiva. Pero hoy había algo diferente… por muy mínimo que fuese.
–¿Qué te pasa, mocosa? –preguntó Levi sin apartar la cuchara de su plato.
Mikasa lo miró un breve instante antes de volver a beber de su insípida sopa.
–¿Pensando en la propuesta de Kenny? –insistió Levi.
Mikasa dejó la cuchara en el plato, viendo las ligeras manchas de aceite introducirse en ella.
–¿Hay algo que pensar en esa propuesta? –respondió sin mirar a Levi –Soy buena disparando y peleando –alzó la mirada –Y soy una Ackerman. Es mi destino.
–No, no lo es –sentenció Levi –Tu padre arriesgó mucho alejándose del clan para mantenerte a salvo.
Mikasa enarcó una ceja.
–Y así fue como igualmente nos descubrieron y le cortaron la garganta por traidor a su sangre –respondió Mikasa sin que un solo músculo de su rostro mostrara incomodidad –Y se la cortaron a mamá también.
Levi sabía cómo actuaban los Ackerman… sobre todo cuando su círculo se habían reducido a solo ellos tres. Pronto ya no habría más y el linaje se habría perdido. Pero a Kenny le gustaba mantener las costumbres.
–De nuevo, no tienes porqué repetir la historia –dejó caer Levi –Solo debes proponerle a Kenny algo que valga más que tus impecables reflejos… porque como cocinera no lograrás convencerlo.
Mikasa casi sonrió. Era una buena broma, pero ella no reía… nunca. Pero las palabras de Levi la llevaron a pensar sobre aquella invitación perdida entre los doblados de su vestido. ¡Pero qué idiotez estaba pensando! En su vida ella jamás lograría enamorar al príncipe. ¡Era una simple campesina! Pero si lo lograra… Kenny la ayudaría sin duda. Introducirla en la Corte sería el mejor movimiento para Kenny Ackerman. Eso le permitiría llegar al rey y tener las comodidades y trabajos que quisiera. Podría incluso tener un grupo de gente que trabajara para él y podría emborracharse y rascarse el ombligo todo el día.
–Suéltalo, mocosa –dijo Levi con voz dura.
Mikasa lo miró un instante antes de buscar entre los doblados de su vestido aquella invitación bastante arrugada y extenderla frente a él.
–¿Y eso? –chasqueó la lengua, tomó el papel y pasó sus ojos por las letras –¿Un baile para conseguirle esposa al Príncipe Eren?
Mikasa volvió a bajar la vista a su sopa y beber un poco. Levi la estudiaba en silencio. La niña era guapa, exótica, pero carecía de clase. Pero de clase Levi sí conocía. Su madre pudo ser una puta que terminó en un mal vivir, pero si algo que ella había aprendido en sus años de oficio, era a ser una dama… o fingir serlo. Además, Levi tenía sus contactos. Si en un mes pudiesen convertirla en una princesa, tal vez tendrían una oportunidad de sacarla de esa mierda.
–Muy bien –dijo guardando él mismo la invitación al baile –Tenemos muchísimo trabajo –Mikasa lo miró intrigada –Si quieres salir de esta mierda tendrás que poner todo de tu parte. Si estás dispuesta, en un mes estarás viviendo en el castillo con tu príncipe Eren. ¿Estás conmigo, mocosa?
Mikasa se lo quedó mirando con cierta inseguridad, pero algo en el gesto de Levi le decía que debía confiar en él. Asintió en silencio. Levi esbozó una sonrisa ladeada.
–Ni una sola palabra a Kenny –finalizó Levi.
¿Cómo? ¿Pero si no contaban con el apoyo de Kenny cómo lograrían que ella tuviese todo para ese día? Kenny era quien llevaba las finanzas de la casa y quien debería comprar lo que se necesitase… y si ella quería parecer una princesa, eso saldría bastante dinero.
–Salir del agujero significa deshacernos de Kenny, pero eso déjamelo a mí. He esperado demasiado este momento. Solo necesitamos que estés dentro del castillo y el resto será sencillo. ¿Puedes guardar ese secreto? –Mikasa asintió –Buena chica.

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Un Cuento de Hadas
FanfictionMikasa Ackerman vive con su tío Kenny y su primo Levi. Su familia son dos asesinos y delincuentes. Pronto deberá unirse a ellos, pero recibe una invitación al Baile del Príncipe Eren, donde él elegirá a una esposa. Lo que Mikasa no sabe es que, en s...