El Calvario, 1976. Sebastián es un artista frustrado y Antonieta una ama de casa ejemplar. Ambos forman un matrimonio joven y aparentemente estable cuya relación se pone a prueba cuando luego de una serie de hechos, deciden mudarse a una vieja cason...
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Un corte. Dos cortes. Tres cortes.
Antonieta tomaba con fuerza el cuchillo entre sus manos, y lo clavaba decidida en la carne mientras tarareaba una vieja canción. Un bolero que se repetía en su mente una y otra vez, a pesar de los años que habían pasado desde que lo escuchó.
La carne aún estaba fresca.
Así la mujer preparaba la cena con voz cantarina y esperaba que, haciendo uno de los platos favoritos de Sebastián lograra mejorarle el ánimo y quizás con algo de suerte, también lo sacara de ese encierro al que él mismo se había condenado.
Dejándose llevar por la melodía que rodaba en su cabeza, hacía cortes precisos en la tabla de cortar. Mientras colocaba los pequeños trozos de carne en un recipiente, levantó la mirada topándose con el paisaje que cada día le robaba en aliento. Se trataba de la montaña que rodeaba la ciudad y la fundía en un abrazo, repleta de tonos de un verde inconfundible en esa época del año, El Ávila se alzaba majestuoso ante sus ojos. La mujer recordó cuando solían subirlo caminando, en aquel momento él y...
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Un corte. Dos cortes. Un golpe.
Se estremeció al escuchar aquel sonido. En el estado en el que se encontraba Sebastián, era capaz de cualquier cosa. Quizás fue el sonido que hace algún objeto al ser golpeado con rabia (cosa que él solía hacer a menudo) o quizás lo que más le preocupaba... el sonido que hace un banco al ser empujado. Un banco que sostenía un cuerpo a una soga.
