Arrepentimiento.

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─De haber sabido que terminaría en una maldita habitación sellada con tres comidas al día y un infeliz diario que me recuerda la miserable existencia que tuve... me hubiera hecho pasar por loco para que me internaran en una clínica mental, y así pasar mis días con tres comidas al día, en lugar de un librito malparido, tendría fármacos que me pondrían adormilado y lejos de estas tortuosas memorias ─se pone de pie y va al escritorio con el ceño fruncido, acto seguido abre el diario─. A ver que tienes para mi, el día de hoy.

«Capitulo 8: Ricardo contempla desesperado el suicidio». Letra torcida y aparentemente escrita con un trozo de carbón. Habían pasado unos 10 días, calculaba Ricardo. Días en los cuales no solo vio como se llenaba de letras el diario sino que también lo traumatizaba el no saber como se había matado; solo recibía las crudas lineas de un libro que con verdades absolutas, relataba su vida, y los pequeños momentos felices que llegó a tener, minúsculos y efímeros, pero aun así se alegro de que aparecieran en el infernal manuscrito; pues significaba que esos momentos, no habían sido absurdas imaginaciones suyas, que por la desesperación y el aburrimiento, aparecieron para hacerlo sonreír unos minutos.

La soledad afecta la mente de Ricardo y lo hace escuchar voces, que le dictan toda clase de locuras: «eres un aborto fallido», «te tocó el profe»,«la niña quiere llorar, quiere llorar»,«No eres un hombre, no aguantas ni cinco minutos»,«el banco procede a embargar su apartamento»,«esa silla combina con las cortinas y la alfombra bohemia»,«solo muerde el maldito cable de alta tensión».

─¡Ya no soporto esta mierda! ─toma la lampara y rompe el foco, inmediatamente usa el ardiente filamento para quemar el papel del diario─. ¿Te gusta? ¡¿quien ríe ahora?!

─Tú no ─una voz ronca y gutural se oye en toda la habitación─. Sientes que controlas tu vida y que puedes acabar con ella cuando te plazca, porque eso, según tú, te hace mejor que los demás.

El diario se encuentra ardiendo, siendo la única luz de la recamara y con su errático vaivén le da a la escena un ambiente ritual, casi encantado.

─¡¿Quien eres?! ¿por qué me tienes aquí?

─La respuesta la conoces muy bien, pues fuiste tu el que se puso en esta situación a conciencia, sin pensar en lo que vendría después... Sólo un tonto hace eso ¡Ricardo! ─El recinto comienza a temblar─.

─¡Tú que sabes! ¡Era una miserable vida!

─¡Pero era tu vida! Sólo tuya y de nadie más, ni de tu padre maltratador, que mantenía a tu familia en pie quebrándose la espalda en una fabrica que no le ofrecía las condiciones correctas para laborar, su esposa lo engañaba con un vecino y aun así el debía ser el pilar de esa putrefacta familia... Tu maestro de primaria te tocó y ¿qué hiciste?

─¡Nada! ¡No hice nada! Tenia miedo de mi padre... 

─Nada. Sólo te doblegaste a lo que fue surgiendo, como cordero al matadero... ¡Patético! ¿acaso no pensaste en cambiar tu situación? Mil cosas podías hacer, pero decidiste seguir la corriente, pensaste que la respuesta estaba en otros ─la llama del diario comienza a extinguirse, dejando un montón de ceniza al rojo vivo─. Ahora le echas la culpa a un libro... ¿no te da vergüenza? 

─Entonces... ¡¿Donde está la respuesta?!

El silencio inunda la habitación...

─Dentro de ti ─Dicen miles de voces al unisono─. Solo mirate, eres el culpable de tu situación... entonces eres la única respuesta.

Se extingue la última partícula incandescente.

─¿Yo? ¿de qué me sirve saberlo ahora? ¡Ya es muy tarde para mi! ─golpea el suelo con los puños─.

─¿Tarde dices? ─dice la voz gutural y profunda, como un leve susurro en el oído de Ricardo, y añade─ Solo es tarde si tu decides que lo es... ¿siquiera has intentado escapar? ó ¿si?

SuspiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora