La universidad era un reto para cualquiera, sin embargo, para Candy no fue así desde que logró pasar con (según ella) la vida completa el primer año de arquitectura, una carrera para nada fácil.
Profesionalmente hablando, había mucho que decir de ella, pues era entregada a lo que le gustaba, con calificaciones excelentes y un buen rendimiento académico, incluso uno de los modelos a seguir para los más jóvenes de la carrera, debido a su fotografía en el cuadro de honor, junto a los otros dos mejores de su clase. Ella era social e inteligente, fue la rebelde de la familia por atreverse a dejar la tradición de estudiar medicina para intentar hacer algo más.
Aunque su vida amorosa se había convertido en un caos, sinceramente.
Sam fue su novio desde el segundo año de preparatoria, ella creyó que toda la relación se mantendría fuerte y hermosa como en los primeros años, pero desde los últimos meses, Sam había cambiado para mal. Era grosero, sin responsabilidad emocional y la había dejado esperando durante varias citas con el pretexto de que la universidad lo consumía demasiado. Candy aún así creía en él y disculpaba sus faltas.
Cuando le pedía consejos u opiniones a sus amigos, ellos respondían que la mejor opción era darse un tiempo o terminar por completo, pues ambos estaban en diferentes etapas de sus vidas, viviendo y estudiando para un futuro, si es que se pensaba de la mejor manera, o, de lo contrario, debería terminar con aquel estúpido que no sabía estar solo. Si ambos se amaban lo suficiente iban a regresar cuando estuviesen listos, y si no, pues sería un peso menos en cargar.
Era verdad que luego de tanto tiempo sin que su novio le demostrara cariño y los celos lo consumieran, ella se había dado la oportunidad de mirar a otros chicos, aunque eso la hiciera sentir culpable después.
Y es por eso que cuando el profesor llamó a Christopher Bang para que recogiera su examen, ella decidió mirarlo desde su asiento, como lo había estado haciendo desde varios días atrás.
Ella se sentía atraída hacia él desde hace mucho tiempo, realmente fue desde que lo conoció, pero con el paso del tiempo su gusto aumentó, y aunque le era difícil de aceptar, la realidad es que le gustaba, pues había encontrado algo misterioso en él, por ejemplo: el hecho de que siempre llevara algo rojo con él, por más mínimo que sea siempre tenía algo rojo.
Christopher se acercó al profesor para tomar su examen y volver a su asiento, ella lo analizó; sudadera negra, pantalones negros y un par de Converse rojos que tenían las agujetas bien atadas, tan perfectas como si hubiera sido capitán de Scouts o algo por el estilo. Candy se preguntó si el día siguiente él se atrevería a llevar algún saco rojo, algunas pulseras o tal vez de nuevo sus Converse rojos, ya se había vuelto un juego mental. También le eran llamativos sus ojos rasgados que parecían ocultos tras esos mechones de cabello desordenados que caían sobre su frente, y ese mullet que le cubría casi hasta los hombros.
Cuando Christopher caminó al lado de Candy le guiñó el ojo, dejándola tímida y sin expresiones.
<<¿Qué le pasa?>>, pensó ella.
Seguramente se había dado cuenta que Candy lo miraba mucho últimamente, y por eso era un tanto coqueto con ella, o al menos es eso lo que la chica trataba de creer, porque de lo contrario, se hubiera salido a media clase si la respuesta fuera que ese coqueteo haya sido por darse cuenta que le miró las nalgas por un par de segundos.
La campana sonó y mientras los demás salían, ella guardó todo dentro de la mochila, tomó las llaves del casillero y se encaminó hasta el; mientras ordenaba sus cosas vio un par de zapatos detenerse junto a ella, no los reconocía, así que cerró la puerta del casillero y encontró a su novio Sam, recargado en el casillero vecino.

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RED LIGHTS +18
FanfictionEl rojo es el color del fuego; estimula, halaga el cuerpo y derrocha sensualidad. Y cuando ella lo supo, entendió porqué era el color favorito de Christopher.