mi despedida

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Quién quiera puede juzgarme.
Pero díganme ¿Quién no lloró por amor? Quienes digan YO.
Lastimosamente han existido sin haber vivido.

Ya nos conocen, soledad y yo. Una historia de amor que duró porque la nuestra murió.

Y me pregunto ¿lo decidí yo?
Claro que no, porque para  entrar en tu vida te pedí permiso, pero rayos! Porque no me pediste permiso para       desecharme.

Porque me sacaste y te cobraste cada te amo y cada detalle que te di haciéndome sufrir por cada segundo que pienso en ti.

Y le dicto a mi amada soledad cada pensamiento que surge entre mis amargas lágrimas. Pero no, no sientas lástima porque tú lástima me lastima.

Irónico el ángel más bello que derritió el hielo de mi invierno algunos meses después encendió el sufrimiento más fuerte de mi infierno.

Soledad no te detengas escribe.
Usa  mi sangre de tinta, que mi navaja sea tu pluma y mis brazos tu tintero; soledad recuerda que al final de cada verso, de cada llanto, de cada grito tienes que escribirle que la necesito.

Nunca te ofendería amor de mi vida, porque a quien se ama no se ofende.

Pero me ofende el ser insuficiente para poder estar en el estante de tu vida y quedarme en ella hasta mi muerte.

Aunque te soy sincero. Creo que estoy muerto, muerto de celos porque tú almohada si puede sentir el olor de tu pelo

Y te agradezco. Por cada risa y por cada experiencia por el beso que no me diste y por lo qué me oculto la inocencia.

No puedo más a llorar esta vez  me niego. Pero soledad encárgate de decirle cuánto la quiero.

SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora