[ 1 ]

29.9K 3K 1.2K
                                    

— ¿Estás seguro de que estarás bien? —Pregunta su madre acariciándole la mejilla y él asiente—. Odio dejarte solo, espero que lo sepas.

Lo sabía, ella lo cuidaba mucho.

— Estaré bien —contesta sonriendo y esperando que eso calme un poco a su progenitora—. Da Vinci me hará compañía.

El gato gordo y naranja al escuchar su nombre mueve las orejas y luego la cabeza en una clara señal de disgusto felino. Ambos se ríen al verlo. Eso aligera un poco el ambiente y parecen estar listos para despedirse por última vez.

— El teléfono del hotel en el que estaremos esta en refrigerador, igual que el del centro de juntas, del hospital y el de los amigos de tu padre... No dudes en llamarnos si las cosas se vuelven mucho para ti durante estas dos semanas, Jimin.

Su madre se coloca el cabello azabache tras la oreja pasando a llevar sus lentes de marco gris y le da un fuerte abrazo. Cuando la gente la veía caminando por la calle la mayoría pensaba que se trataba de una mujer sumamente dura incapaz de derramar una lágrima, justo igual que la imagen que reflejaba su padre. Ambos se veían como seres intachable lo cual dejaba poco espacio para la imaginación, pero Jimin los conocía de verdad. Sabía que detrás de toda esa coraza solo eran dos humanos unidos para mantener una familia y que harían cualquier cosa por su único hijo.

— Vamos, Sunhee. Se nos hace tarde para tomar el avión.

La voz de su padre irrumpe en la habitación y su madre finaliza el abrazo.

— Solo cuídate, ¿esta bien? —Insiste la mujer tomando su bolso—. Estaré con mi teléfono en todo momento.

— Lo sé, mamá. De verdad no te preocupes.

Su padre, acarreando lo último que les quedaba de equipaje, le palmea la espalda con suavidad y sonríe.

— Ya no eres un niño, Jimin. Confío plenamente en ti y se que nos harás saber si necesitas algo.

Esas son las últimas palabras de despedida y luego sus padres cerraron la puerta tras de sí dejandole a solas con su gato en la casa enorme de paredes blancas. No recuerda si alguna vez se había encontrado en tanta soledad. Desde pequeño que siempre estaba bajo la intensa vigilancia de sus progenitores y cuando no era así, contaba con alguna señora de la limpieza que se hacía cargo de lo que necesitara. Estar solo le hacía sentir raro, pero a la vez traía consigo un poco de paz. Durante las dos semanas en las que sus padres estarían fuera de la ciudad por negocios se propuso a si mismo intentar hacer cosas nuevas. Quizá cocinar algo elaborado o reorganizar su habitación. La verdad es que no tenía mucho que hacer y era muy malo con su tiempo libre, casi siempre terminaba haciendo lo mismo, estudiando mucho o leyendo libros sobre algún tema extravagante. Para tener 17 años era un chico muy aburrido, pero tampoco es que pudiese ignorar que nunca ha sido de lo que llamarían el "prototipo de adolescente normal".

— Ven aquí, Da Vinci —dice mientras toma entre sus brazos al gato obeso que tiene por mascota—. Ya es hora de que vayamos a dormir.

Cenó junto a sus padres antes de que estos se fueran al aeropuerto, por lo que ahora solo le tocaba recostarse, entregarse a las brazos de Morfeo y esperar algo interesante se le ocurriera para hacer mañana.

Sube las escaleras y se dirige a su habitación para así cumplir con su rutina de cada noche. Deja a Da Vinci en la cama y el gato se hace su espacio al costado derecho de esta, que era su favorito desde que fue recogido por Jimin de un callejón solitario. Después de eso se dirige al baño del cuarto para lavarse la cara y los dientes con meticulosidad y luego colocarse el pijama que ese día usaría. Cuando esta listo vuelve a la habitación donde su mascota parece ya estar durmiendo y se hace espacio para recostarse, claro, no sin antes llevarse las manos a las orejas y deshacerse de los aparatos con los que lleva conviviendo desde que tiene uso de su memoria.

sweet weirdo ☆ kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora