La chica del fénix.

Capitulo 2

Arlene se vio caminando a media noche por lugares peligrosos, para ella era simplemente lugares que le hacían olvidar sus penas a través de lo que ella y muchos otros de los que vivían ahí conocían muy bien, te brinda toda la paz, tranquilidad y confort mientras estés con ella y en ella, es aquello que te mata lentamente pero sintiéndote de la mejor manera, aquello que se le conoce como droga.

Me acuerdo cuando estuvo presa, ella sigue diciendo que es algo injusto que solo quería saciar su dolor interno con un poco de drogas. En la cárcel aprendió muchas cosas y una de ellas y a la cual le tomo mas importancia es como saciar su dolor interno con el dolor físico, y no estoy hablando de cortarse, nada de eso, aprendió y descubrió su amor por el arte, el papel era su piel y su pincel era la maquina de tatuar. A través de los tatuajes liberó su tención y dolor. Su piel era arte en el cual expresaba sentimientos.

Ella tenía un tatuaje en especial el cual definía toda su vida y lo que pensaba hacer con ella. En la parte de la espalda se encontraba tatuada el ave fénix, un ave majestuosa y con un gran significado para ella, que después de la derrota, de la ceniza surge alguien más fuerte y te da otra oportunidad para empezar.

¨Para levantarse de sus propias cenizas, un fénix debe primero arder. ¨♥

Te preguntaras que como sé tanto de aquella chica, bueno, te diré, muchos me llaman amiga y otros me toman como enemiga, algunos me ponen nombre y otros simplemente me ignoran, tú tómame como desees, pero recuerda, te acompañaré hasta tu muerte, y así amigos míos, yo te digo que hacer o solo te doy un consejo, yo te acordaré aquello que hiciste hace mucho tiempo y siempre has deseado olvidar, soy tu vocecita interna y todos me llaman conciencia. Ya que sabes quien soy, te seguiré contando de aquella terca chica que muy pocas veces me hace caso y termina metiéndose en graves problemas. Arlene tiene una ¨pequeña¨ obsesión a la velocidad, le encanta sentir la adrenalina que corre por sus venas y aunque nunca le haya pasado nada, todavía le sigo diciendo que va a ganar aquella apuesta y como es tan cabeza dura ¨como siempre¨ nunca me hace caso, no te preocupes, ya estoy acostumbrada.