"La Reina Maldita"

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Databa el año 813 de la Era del Iris y los humanos habían desplazado finalmente a los elfos del continente de Aênbar en el hacia el extremo norte, dejando sólo dos reinos: Lâgares e Inën. Quedaron también unos grupos de elfos oscuros-aquellos hostiles que reconocían la parte siniestra de la diosa Nairio como fuente de poder-merodeando los bosques del norte, siempre al asecho. Los elfos, que se caracterizaban por ser extremadamente orgullosos, se sintieron humillados ante la derrota, y se enclaustraron en su propia cultura y civilización, perdiendo contacto con incluso con el Archipiélago de Êruanna, en el este, donde estaba el reino élfico de Êrua. Los continentes de Styëna y Müra, también ubicados al este también, dominados principalmente por razas arcaicas, eran territorios salvajes, peligrosos y repletos de subespecies agresivas que estaban en constante conflicto con los orcos de Yyrkrom y los gigantes de Ymertyr. Razón suficiente para que los humanos decidieran quedarse en Aênbar y no explorar territorios pertenecientes a los Arcaicos u otras tierras indómitas y desconocidas.

En cuanto a los reinos humanos actuales, Gryndermalt había ascendido como el reino más boyante y poderoso, adelantado a los demás. Maënspanes seguía siendo la cuna de la humanidad tradicional e íntegra, y siempre trataron de mantenerse apartados de conflictos sin sentido, fieles a su postura holística y estudiosa. Symbelyn, por otro lado, crecía esplendorosamente en el ámbito alquímico y artístico, y gozaba de gran riqueza gracias a al activo comercio que mantenía con los otros reinos. Los pequeños reinos de Fyrardyr y Stilth tenían un progreso discreto y su gente era simple y amable. Otras etnias humanas vivían apartadas en pequeñas tribus en el desierto del Oeste, las islas tropicales al este o en las frías montañas del sur, y no se involucraban con los otros reinos. Por muchos años la humanidad vivió en paz y armonía.

Dicha ilusión de tranquilidad se vio abruptamente perturbada por los extraños acontecimientos que comenzaron a ocurrir en el ducado de Grik, en Gryndermalt. Pobladores y viajeros hablaban sobre un extraño mal que acongojaba aquel lugar, refiriéndose a la ciudad principal del ducado como "el nido de la peste y la desgracia", puesto que todas las desdichas de las que estaban siendo víctimas tenían su origen en el castillo de los Duques de Grik. Todos sospechaban de la hija menor de los duques, la fría y calculadora Onelisse de Grik.

Los duques de Grik eran unas de las familias nobles más antiguas y siempre se caracterizaron por proteger a su pequeño ducado de todo tipo de amenazas, especialmente de monstruos montañeses o tribus de ogros, las cuales eran sanguinarias y agresivas. El hijo mayor de los duques había muerto hacía poco tiempo a manos de un cardumen de sirenas asesinas cuando se encontraba patrullando las costas, y desde ese momento un aura oscura se apoderó del castillo. Los duques se sumieron en una enorme pena, ambos se sintieron devastados por la pérdida de su primogénito y se aislaron del resto del mundo. La hija del medio, la joven Odillia, intentó por todos los medios posibles hacer entrar en razón a sus padres, pero ambos estaban en una especie de trance del cual no podían salir. Desde ese entonces, las desgracias comenzaron a ocurrir: las cosechan se secaban, los animales enfermaban y morían, las aguas se estancaban y se pudrían, la tierra estaba estéril y la gente melancólica.

El maestro de historia de Onelisse, un hombre misterioso llamado Garendir, comenzó a influir en ambas hermanas para que el ducado de Grik tomase un nuevo rumbo. Según Garendir, el ducado se había convertido en un lugar donde reinaba la desdicha porque los dioses los habían olvidado, y era urgente doblegarse ante la Deidad Velada, un dios que, de acuerdo con lo que él comentaba, había llevado a la gloria a las razas arcanas y que, por abandonarlo, éste las llevó a la ruina y al olvido. Odillia le dio la espalda, pues nunca había confiado en él; mas Onelisse, quién poseía un corazón corruptible, se dejó fascinar por cada palabra que Garendir le decía respecto al Culto del Velo.

Aënis Lunderwend y el Caballero de la Armadura AzulWhere stories live. Discover now