-Capítulo 4-

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Sam le preguntó a Candy en distintas ocasiones si asistiría a la fiesta, a ella le resultó un tanto sospechoso así que en todas esas veces lo negó, y en respuesta, Sam mencionó que se quedaría en casa a ayudar a su madre.

Candy se duchó, se vistió y le enseñó su resultado a Sophie, la chica en Canadá la elogió y le resaltó muchas veces lo linda que se veía, algo que sin duda la chica necesitaba.

Tomó un taxi en dirección a la fiesta.

Al llegar encontró la enorme casa con los reflejos de las luces coloridas internas, varios autos en la puerta, personas que aún comenzaban a llegar y el eco de la música que también acompañaba al parpadeo de las luces, ella se adentró por el jardín y justamente vio en un rincón entre tantas motocicletas a la de Christopher. El casco rojo lo delataba.

Entró a la casa y saludó a algunos amigos, incluso a Chloe quien le agradeció su llegada, del otro lado del lugar estaba Christopher y él la había visto llegar.

Él estaba bebiendo un poco mientras se mantenía sentado al inicio de la enorme escalera, en algún momento un par de chicos, amigos de Sam, se habían acercado a él con intenciones de intimidar, por supuesto, pero Christopher no era de esos chicos y se puso de pie a su altura para responder a lo que querían. Ellos se atrevieron a afirmar que Christopher parecía coquetear con Candy en la universidad, pero él simplemente les sonrió y lo negó.

Cuando se fueron, Christopher observó a Candy desde su asiento; su largo y liso cabello negro, su piel morena, sus grandes ojos oscuros que parecían observar a todos con alegría y aquellos labios gruesos que se pintaban de gloss rosa los lunes, le resultaban llamativos. Candy era muy bonita, ella lo sabía, y Chris era consciente de eso.

Mirarla desde lejos era estupendo, pero aseguraba que mirarla de cerca debía ser fascinante, era una lástima que Sam no se atreviera a dejarla ir y en cambio solo la engañara a ella y a otras chicas.

Candy no lo había notado entre tanta gente, y Christopher no se atrevió a acercarse para charlar, no porque fuese tímido, sino porque los amigos de Sam parecían guardaespaldas y no dejaba de mirar cada movimiento del chico, incluso cuando fue por más alcohol, un par de ellos casualmente también se dirigió a la cocina.

Totalmente incomoda la situación.

Cuando estuvo por salir de la cocina, Christopher chocó contra alguien que de no ser por sostenerse del marco de la puerta iba a caer al suelo.

—Lo siento mucho —se disculpó Christopher, y sonrió de lado al darse cuenta que se trataba de Candy.

—¡Oh, hola! —saludó ella.

Christopher parecía brillar bajo la oscuridad con aquella ropa amarilla y el cabello blanco; el cual seguramente había sido teñido con aerosol debido a las pequeñas manchas que habían en su frente y por las orejas, sus pulseras, sus anillos azules, y bajo su camiseta algo que parecía ser un arnés acompañaban su look de manera espectacular.

<<Mierda. Christopher se ve jodidamente bien>>, pensó.

Y Candy tampoco se quedaba atrás.

Las botas que llevaba la hacían ver más alta, el cabello que caía sobre sus hombros acompañado de esa diadema con orejitas metálicas le asombró, ver lo hermosa que se había vuelto bajo la oscuridad y el neón. Su ropa anaranjada resaltaba bastante.  Sus grandes ojos tenían un delineado de flamas en color rojo. ¡Carajo! Ese rojo lo volvía loco.

—¿Te estas divirtiendo? —consultó Christopher, tomando uno de los cacahuates que habían en el tazón sobre la mesa.

—Sinceramente... ¡Si! —ella carcajeo—. He hablado con Chloe, por cierto.

RED LIGHTS +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora