Visita al Bar

607 51 11
                                    

Canción no. 2: Vendedora de caricias.
Intérprete: Panteón Rococó.

Caminó funesto por las lúgubres calles de la ciudad. Hoy había sido un pésimo día para él.

Por la mañana fue despedido de su trabajo como "Guardián de la Master Emerald", lo cual provocó la ira y decepción de sus familiares.

Tras una pelea con los de su parentesco, acudió al restaurante acordado con su cita de nombre Julie-su, una equidna de su misma edad con la que compartió cuatro años de su vida.

Para colmo, el motivo de su reunión fue para terminar con él. Argumentaba estar confundida con el rumbo de su relación, algo que a él le parecían simples excusas para "irse con otro".

No sólo mostraba pesadumbre, sino también hastío. Y el único modo que encontró para distraer su mente de la agonía fue ir por un trago.

Atravesó la puerta repleta de carteles con imágenes de mujeres semidesnudas, se dirigió sin titubear a la barra.

El barman lo miró atento, Knuckles miró en su cartera cuánto disponía. Pese a que estaba consiente del desperdicio de dinero, optó por darse el lujo hoy y sufrir mañana. Sonrió y posicionó uno de sus billetes sobre la barra.

—Dame un "Media Cuadra". —Demandó.

El empleado atendió, dio la vuelta y comenzó con su preparación. El equidna aguardó sentado, observó su entorno con nostalgia, en su adolescencia, justamente en preparatoria, solía beber en el mismo bar, pidiendo exactamente lo mismo.

Junto a sus colegas, hacían competencias estúpidas por ver quién lograba aguantar más tragos del apodado "Media Cuadra", un trago preparado y exclusivo del bar, consistía de una mezcla de múltiples bebidas alcohólicas de altos grados
Era tan fuerte que era capaz de marear a su consumidor con un sólo sorbo. De allí su nombre, quien lo bebiera sólo era capaz de mantenerse caminando firme hasta la mitad de la cuadra.

Una dama de muy buen ver se desplazó por entre las mesas recibiendo piropos y chiflidos vulgares, se trataban de actos despectivos para algunos, mientras que para ella eran como los aplausos hacia un músico, le encantaba ser el centro de atención. Caminó moviendo sus caderas de lado a lado y tomó asiento a la izquierda del rojizo.

El barman sirvió su trago en un vaso pequeño, Knuckles lo asió con su mano derecha y lo bebió con rapidez.

—Deme otro. —Pidió.

La murciélago de tez pálida lo vislumbró con asombró, al asimilarlo soltó una risa.

—¡Qué valiente! —Halago burlesca.— Qué lástima que hoy no llegarás a tu casa, no aguantarás caminando ni la primer calle.

—Llevo ocho años desperdiciados en este bar. Sé cómo lidiar con el alcohol mucho mejor que el propio hombre que atiende la barra. —Defendió.— Si las ofensas son el modo en que buscas clientes, siento decirte que no conseguirás a nadie esta noche.

—Yo no estaría tan segura de eso, primor. —Articuló seductora.

Se incorporó y caminó alrededor de él, deslizando su mano por el pecho del equidna.

En segundos, el chico de iris violetas apartó la mano de la dama de compañía con brusquedad.

—Jamás traigo mi cartera en el abrigo. Así que si eso buscas mejor zarpa para otro lado. —Condicionó.

—Conque eres un chico rudo...

El barman colocó el segundo trago frente a Knuckles y antes de que éste pudiera empinárselo, la chica de pelaje blanquecino lo detuvo.

Quince Canciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora