El Regalo

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Canción no. 1: Crema de estrellas.
Intérprete: Soda Stereo.

Estando a dos semanas de Navidad, dos infantes corrían apresurados por lo ancho de las escaleras.

Halaban de lado a lado una hoja de papel doblada en cuatro partes iguales. Peleando por quién depositaría en el árbol la carta a Santa Claus, pues debido a su experiencia de los años anteriores, creían que aquel que colocaba la carta era quien recibía los mejores regalos.

—¡Quítate! Tú la pusiste el año anterior. —Clamó empujando a su hermano.

—Pero hace dos años te dieron un juguete en casa de la abuela, a mí calcetines horrendos. —Protestó.

Su madre observaba divertida desde el marco de la puerta de la cocina, habitación subsiguiente a la sala.

—¿Por qué no mejor lo hacen juntos? Así Santa les traerá algo bueno a los dos. —Sugirió la eriza de púas rosadas.

Los menores intercambiaron miradas, haciendo caso omiso a su madre y retomando su pelea. Su progenitora rodó los ojos riendo.

Sus hijos tenían la personalidad graciosa y positiva que tanto amaba, irónicamente, la habían aprendido del hombre que odiaba.

Llamó a sus pequeños al comedor, debían de desayunar muy bien, era invierno y por ende, la temperatura era fría.

Hoy saldrían sin ella y como era costumbre de cada sábado, regresarían súbitamente agotados.

Posterior a un desayuno animado y las extremadas medidas de precaución de mamá, los nudillos de las robustas manos de un erizo cobalto golpearon la puerta repetidas veces.

—¡Es papá! —Asumió la pequeña eriza. Dejando el resto de su desayuno en el plato con tal de ir a abrir la puerta.

Su hermano, sin emitir comentario alguno, pero con una sonrisa de oreja a oreja la siguió. Continuando su disputa por quién le abría la puerta a su padre.

El diminuto varón logró hacer a un lado a su hermana, pudiendo descorrer el cerrojo de la puerta. Sin embargo, la chiquilla fue la primera en lanzarse a los brazos de papá.

—¡Hola princesa! —Saludó con un beso en su frente.

—¡No es justo! Yo abrí. —Manifestó su descontento.

—Cálmate envidioso. —Bromista, lo levantó. Cargando a ambos infantes, uno en cada brazo, recargándolos en su tórax.

Pasó al interior de la casa, cerrando la puerta tras de sí. Aún siendo abrazado cálidamente por los dos.

—Vámonos. —Pidió el pequeño.

—¿Y sus abrigos? —Cuestionó bajándolos.— Vayan por ellos, no quiero que se enfermen. —Justificó mandándolos a su cuarto.

Sonic se recargó en el posabrazos del sofá. Sopló sobre sus guantes, para después frotar su manos en busca de calor.

—Ya han hecho su carta. —Informó su exesposa haciendo acto de presencia.

—Lo hablamos en la noche. —Contestó indiferente mirando a sus dos retoños bajar a velocidad supersónica por las escaleras.

—Maurice, Amanda. —Llamó en tono de regaño.— ¿Qué les he dicho de la súper velocidad en la casa?

Los susodichos agacharon la mirada estando posicionados detrás de su padre.

—Amy tiene razón. —Secundó.— ¡Habrá que buscar un lugar donde correr allá afuera! —Exclamó sonriendo, destrozando la tensión del ambiente dentro del hogar.

Quince Canciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora