•PROLOGO•

18 7 0
                                    

—¿Qué estás haciendo papi? —Hago la pregunta desde la ventana de la pequeña casa del árbol que papa construyo hace unos meses.

Como amo esta casita

Veo como se mueve de un lado a otro colocando unos cuantos maniquíes que compramos esta mañana en una tienda unas cuantas calles más abajo de nuestra casa.

Papá no responde. Creo que no me escucho.

Bajo con cautela las largas escaleras de madera y cuando mis pies descalzos sienten el pasto bajo de si, mis piernas le siguen y con ello, corro los pocos metros en los que papa se encuentra alejado de mí. Cuando me encuentro cerca de él, abrazo lo que mi poca altura alcanza: sus piernas. Lo hago con fuerza y pego un poco mi cara.

El deja de amarrar con una soga al árbol el maniquí y se voltea en mi dirección arrodillándose a mi altura. Le regalo mi sonrisa mas grande y el la devuelve, para luego darme un beso en la coronilla de mi cabeza.

—Estas muy grande mi campeón. —Dice luego de que se separa un poco de mí.

Aun con la gran sonrisa en mi cara, asiento con frenesí. Me separo aun mas de el y comienzo a dar saltitos de alegría.

Estoy feliz

—¡Lo se padre! —Doy una risita eufórica para luego parar y volver a mirarlo. —mira. —Digo señalando lo que antes era un feo hueco dentro de mi boca. —¡Ya creció!

Vuelvo a saltar y a reírme y Cuando menos lo espero, estoy por los aires soltando grandes gritos. el me carga en sus brazos y comienza a darme vuelta por los aires.

—¡Bájame papi! —Las risas solo aumentan y no pudo evitar lanzar pequeñas patadas en el aire. Escucho la estruendosa risa de papá y solo puedo pensar en que ese sonido me llena de alegría.

Después de unos minutos de risas, juegos y diversión, estamos sentados en el gran pastizal comiendo unos helados que el señor bomba, (como acostumbro decirle ) compro.

—Papá... —digo entre nuestro silencio. Me giro completamente para verlo mejor y el hace lo mismo. Me da una leve sonrisa y me mira en espera a mi pregunta.

—Dime —Dice con tranquilidad.

— ¿Qué vas a hacer con esos muñecos? —Pregunto llevando la cuchara llena de helado de lima a mi boca.

Su cara no me muestra nada.

Se levanta de su lugar y en mi cara se forma un puchero gracias a que no me explico. El da vueltas alrededor del maniquí con el helado en su mano. Y lo mira como yo miro las pinturas y los lápices de colores: con curiosidad.
Yo imito su acción y me levanto de mi lugar dejando el recipiente de plástico en lo verde. quedándome simplemente en mi lugar mientras veo lo que hace.
El se queda frente a el muñeco de plástico, para luego hacerme una seña con su mano indicando que me acerque. Camino lento hacia el y cuando me encuentro a su lado, el se pone de rodillas sin dejar de mirar frente a sí.

—Esto —Levanta su mano y con uno de sus dedos señala a el hombre sin vida. —Te va a ayudar, Cayden. —Junto mis cejas. ¿Qué dice? —En algún momento, en alguna ocasión, te va a ayudar, hijo. Te lo aseguro. — Asiente para si mismo, y yo, aun sin entender, también lo hago.

Nuevamente se levanta y camina tranquilamente hasta detrás del árbol.

¿Qué hace?

Se agacha y coge algo de allí que no alcanzo a ver.
Cuando viene hacia mí, es donde me doy cuenta que en su mano trae un arma apuntando hacia el suelo.

Por instinto me llevo una mano al pecho y doy unos rápidos pasos hacia atrás.

¡¿Qué hace con eso?!

Lo he visto en las películas que papa ve. Los hombres las llevan para asesinar a las personas.

¡yo no quiero que me asesine!

el ve mi reacción y deja el arma en el suelo para venir corriendo en mi dirección. Se hace en posición a mi altura y me mira con temor.

—No te haré daño, Cayden. Nunca lo haría. —Asiento con temor. — Ven. —El me agarra de la mano y me lleva nuevamente a donde estábamos.

Veo el arma en el suelo y también veo como el señor bomba suelta mi mano para tomarla. Cierro mis ojos con fuerza y tiemblo un poco.

Espero unos segundos. Unos segundos que se siente como si estuviera en la larga jordana de la escuela.

Y pasa...

Siento como extienden mi mano y dejan algo que es mas leve de lo que esperaba.

Es el arma.

Tengo el arma en mis manos.

Abro mis ojos con miedo y al hacerlo bajo mi vista y veo la horrible cosa ahí, para luego elevarla y ver a mi papá con una sonrisa nerviosa.

Detallo un poco el arma, pero tiene una figura un poco mas rara, algo que nunca había visto. Esta algo aplastada y no tiene esa forma circular que ví en las pelis.

—No te hará daño. — dice y yo le creo. Me relajo lo mas que puedo y controlo el temblor de mis manos.

Pasan unos minutos mientras que me acostumbro y cuando el señor bomba lo nota, se hace a mi lado y me dice que apunte, que dispare al muñeco. Tomo una distancia considerable y...

Por las cajitas felices que destape anoche.

Levanto el arma con un poco de temor, cierro mi ojo izquierdo, me agacho un poco, apunto y lo hago.

Presiono el diminuto gatillo, (como dijo que se llamaba) y disparo.

Una extraña cuchilla con punta sale con velocidad.

Atraviesa hacia el otro lado, pasando por la mitad de la frente de el maniquí.

Abro los ojos como platos y siento unas extrañas cosquillas en mis brazos y espalda.

Miro a mi padre mientras que bajo el arma y noto que aun tiene su vista fija en la cabeza de el hombre sin vida.

—¿Lo hice bien, papá? —pregunto con un poco de temor en un susurro.

Y dice algo.

Dice algo que me devuelve la emoción de un principio:

—Lo hiciste perfecto, Caydan. —Asiente para si mismo y le veo una sonrisa.
—Vas a ser una persona grande. Seras gigante, hijo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 21, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Nuestra Bomba De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora