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Saiko era realmente bonita en todo sentido, tanto físicamente como en su personalidad. Hasta el más antipático podría decir que ella era sumamente encantadora, y dejarse llevar por su cálida sonrisa. De aquella belleza nacía también la envidia que llevó a varias estudiantes a crear rumores sobre ella. Decían que a pesar de esa fachada de inocencia tan dulce, era una chica fácil de llevar a la cama. Se trataba del grupo de típicas envidiosas que no podían soportar la idea de que Saiko, sin esforzarse demasiado, había logrado tener a medio Instituto a sus pies en menos de un mes. Incluso había logrado que mi mejor amigo no dejara de pensar en ella y la nombrara en todo momento, condenándome a hablar casi exclusivamente sobre ella a lo largo del día.

—No lo entiendo —comentó, acunando mi cara entre sus manos y estrujando mis mejillas —. Soy más atractivo que tú.

—Quítate —le ordené, apartando sus manos bruscamente —. Estás sacando conclusiones por ti mismo. ¿Cómo sabes que la persona a la que se refería era yo? —cuestioné, suspirando algo harto de la situación. Él no dejaba de molestarme por algo de lo que ni siquiera estaba seguro, solamente porque no podía aceptar el haber sido rechazado luego de que sus esperanzas fuesen llenadas a tope.

—Porque al decírmelo su mirada se dirigió a ti —dijo con obviedad. Claramente era otro desvarío por su parte —. Mis ojos no son grandes por nada... —se acercó a mí precipitadamente, abriendo sus ya mencionados ojos lo más amplio que pudo —. Lo veo todo. Le gustas y mucho —sonrió de una forma pícara.

—¿Ahora sonríes? El día que Saiko te rechazó ni siquiera me dirigiste la palabra —lo expuse de repente, y él se alejó mientras su expresión se iba tiñendo con un absurdo bochorno.

—Que le gustes tú hirió mi orgullo —se excusó, aún cuando sabía que eso no cambiaría el hecho de que yo sabía que eso sucedió por su falta de madurez y la sorpresa de que yo, sin intentarlo desesperadamente como había hecho él, podía parecerle más interesante a ella —. Pero eso no importa... Ahora debemos enfocarnos en el hecho de que Seo Saiko podría estar muy interesada en ti —me guiñó un ojo, a lo cual suspiré y negué con la cabeza.

—Si crees que me convertiré en un perro faldero como tú, estás muy equivocado —le sonreí falsamente, comenzando a guardar mis libros en la mochila cuando el sonido del timbre anunció la salida.

—¿Ah no? —arqueó una ceja, sonriendo con burla —. Qué lástima, porque aquí viene Saiko y parece que quiere hablar contigo...

—¡¿Eh?! —exclamé con pánico. Al sentir una presencia frente a nosotros, supe que ya era tarde para prepararme mentalmente. El aroma a flores, tan particular de ella, invadió mis fosas nasales hasta hacerme dar un suspiro.

—Hola, JiMin —escuché aquella dulce voz saludándome, y sentí mi corazón rebotando en el momento en que alcé la vista y me la encontré luciendo tan cautivadora como siempre. Tragué con fuerza y me incorporé en mi asiento de forma tosca. Sentí la ligera risa de TaeHyung a mi lado, y quise golpearlo por burlarse de que yo estaba actuando exactamente como él lo había hecho días atrás —. Quería pedirte algo... —comenzó a decir, dándole una ojeada rápida a mi cuaderno de matemáticas que reposaba sobre el pupitre —. Es que... —mordió su labio inferior ante su nerviosismo, y yo simplemente quise abrazarla en aquél momento. Ella era malditamente adorable.

—Dime —la alenté, con una amigable sonrisa, aunque por dentro estaba explotando de nervios, ciertamente.

—¿Podrías darme lecciones de matemáticas hoy? Me está yendo mal y sé que eres uno de los mejores de la clase —pidió con suma timidez. Mi corazón dio un brinco en mi interior ante la tentadora propuesta de poder pasar horas con ella.

narcissus ; pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora