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—¿Y bien? —preguntó ella, buscando mi mirada para encontrar la respuesta. Yo asentí ligeramente y sonreí.

—Está bien —reí, dándole un mordisco a una galleta de chocolate mientras examinaba los ejercicios en la hoja por una vez más. Estaba impresionado por cómo ella se desenvolvía en el área con tan sólo unas indicaciones y una explicación muy leve. Otra vez, me hacía plantearme si ella era una genio o si darle tutoría era una excusa para que asista a su casa sin falta, todo por no sentirse sola, y tal vez porque le gustaba mi compañía... Al menos, quería soñar con aquello —. Pasarás el examen —le aseguré luego de tragar mi comida, y algo en mí se llenó de goce al verla sonreír de una forma tan encantadora.

—De verdad, me has salvado la vida —se acercó a mí y plantó un beso en mi mejilla repentinamente. Pude sentir mi corazón latiendo con frenesí ante ese simple pero bonito gesto —. Muchas gracias, JiMinie.

La observé en silencio por un momento, ella me imitó, y ambos establecimos una situación sumamente íntima entre los dos generada por nuestros ojos de miradas intensas y nuestras respiraciones apacibles.

Había estado siendo el tutor de Saiko por semanas, sin faltar un sólo día a su casa para las lecciones que siempre eran interrumpidas por ella. A mitad de todo se le ocurría algo mejor para hacer, luego de anunciarme que su tarea ya estaba hecha, y yo aceptaba sin chistar. Ver películas, jugar videojuegos, cocinar juntos o simplemente reír por anécdotas. Todo era demasiado de ensueño, como si fuésemos parte del drama televisivo de las tardes que todos aman. Nos volvimos prácticamente mejores amigos, compañeros de tardes y, a veces, si ella lo solicitaba y me pedía suplicante que me quedara, también de noches. Mentía en casa sobre quedarme a dormir en lo de TaeHyung, y me quedaba con Saiko haciendo una especie de pijamada improvisada.

Al cabo de unos dos meses, éramos prácticamente inseparables. El Instituto entero seguía creyendo que nosotros manteníamos una relación secreta, como si nuestra vida dependiera de escondernos sólo por ellos. Pero a pesar de todos esos rumores, cada vez que le decía a Saiko que ambos aclaráramos el asunto, ella se negaba con su dulce sonrisa. ¿Ella esperaba que nos vieran como pareja? Eso me preguntaba a mí mismo a menudo. Incluso llegaba a pensar que evitaba la atención de los otros alumnos del salón si todos ellos creían que salíamos. Si era así, ella lo había utilizado muy bien a su favor.

—JiMin... ¿cómo no tienes novia? —me preguntó ella de repente, llevando su mano a mi mejilla para proporcionarme suaves caricias. La tensión invadió mi cuerpo y ella pareció notarlo, pues su ligera y juguetona sonrisa me lo decía todo —. Eres realmente atractivo... amable... encantador... —dijo en tono tranquilo, acercándose a mí poco a poco —. ¿Por qué no se fijan en ti?

—No soy... eh... demasiado interesante, supongo... —murmuré apenas, nervioso y sumamente perdido en los ojos de Saiko. Podría jurar que esas dos brillantes esferas estaban lanzando un hechizo hacia mí. Me sentía en un trance al mirarla. De pronto, ella se incorporó para poder sentarse en mis piernas, y pegó su mejilla a mi pecho mientras me abrazaba.

—¿Son tan tontas como para no notar todo lo maravilloso en ti? —susurró con algo de tristeza y cierta inocencia en su tono, como si ese hecho le partiera el corazón y no pudiese entender el porqué —. Aún así, no puedo evitar alegrarme... —alzó la cabeza y me miró con un brillo especial en los ojos, para luego acercarse lentamente a mi rostro, con sus manos apoyadas en mis hombros, proporcionándome unas caricias ligeras —. Porque así podré apreciarte y querer cada aspecto de ti que ellas no... —susurró aquellas palabras sobre mis labios antes de unirnos en un beso tímido, que iba subiendo el ritmo poco a poco. Saiko lucía tan dulce, sin embargo sabía a la amargura del café que siempre bebía. Aún así, me encantaba, y definitivamente deseaba probar sus labios más de una sola vez. Ella se sentó a horcajadas sobre mí, y enredó sus dedos en mi cabello. Mis manos se posaron sobre su cintura y la traje más cerca de mí en un desesperado intento por sentir su calor corporal. El beso comenzó a tornarse más apasionado, y aquello llevó a mi corazón a latir con frenesí. Su aroma a flores, el contacto de sus manos con la piel de mi cuello y el desordenado compás de nuestros labios... Todo comenzaba a llevarme a un maldito estado de locura por su ser. Ella era demasiado.

narcissus ; pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora