—"Me encanta hundirme en tus ojitos brillantes"
—Té de polvo.
Abrió las puertas del local con un fuerte empujón, para luego acomodarse el moño del uniforme y adentrarse en aquel lugar polvoriento.
—Este lugar luce cómo un museo —murmuró mientras tomaba una pequeña radio entre sus manos, la cual parecía de, por lo menos, veinte años de antigüedad.
Sintonizó la radio en la estación número 107.50, su favorita, plataforma que reproducía los mejores éxitos en lo que respectaba al arte de tocar el piano.
Con aquella majestuosa melodía alumbrando su mañana, tomó la escoba y comenzó a barrer el suelo de madera.Sacudió, lavó, secó y barrió durante dos horas, tarareando en voz baja. Las mesas ahora lucían sofisticadas, y el salón se había convertido en un tesoro de París. Bon soltó un suspiro, tomando varios platos y tazas de té, acomulados en una pila, entre sus brazos.
La radio había dejado de funcionar, probablemente se le acababan los años, cada exactamente diez minutos sufría un pequeño corte de otros cinco minutos, todo un dilema.Esa mañana francesa, en total silencio, el joven logró escuchar a lo lejos el sonido de una caja de música.
¿De dónde provenía aquella canción? Por lo que sabía, todos los habitantes del edificio dormían a esa hora.
Subió las escaleras, ubicadas secretamente en la cocina, aún sosteniendo toda esa vajilla digna de una Reina.Minutos después, había llegado a la primera planta.
Las puertas sobresalían mostrando gastadas etiquetas, que rezaban la fila de números iniciante en doscientos.—¿Hola?
La música se escuchaba cada vez más cerca. Pasó las primeras cinco puertas, hasta llegar a una con el número doscientos seis.
Pero lo que más llamó su atención fue que estaba entreabierta, ¿quién, en toda Francia, deja su puerta entreabierta cuándo todos duermen?La empujó con su pie izquierdo, dando paso a una pintoresca habitación.
Aroma a flores, eso sintió al llegar. Un aroma a flores qué invadía todos sus sentidos, invitándole a undirse en aquella sensación.
Ese pensamiento se esfumó al instante. Obviamente no veía nada a través de toda esa pila de platos y tazas adornadas con flores, por lo cual no tardó en tropezarse con algo que parecía ser un libro.
La taza situada en la cima de la pila se tambaleó peligrosamente, y Bon temió lo peor.
Pero ese impacto de porcelana nunca sucedió, alguien había atrapado el recipiente.¿Alguien? ¿Quién era ese alguien?
—¿Estás bien?
Levantó la mirada, ahora logrando ver a quién tenía en frente.
Allí yacía un joven de cabello lacio y ojos sonrientes. El nuevo habitante del edificio.—¿Es usted el Señor Adams? —preguntó Bon, sin responder si quiera la pregunta del contrario.
—Eso es correcto —dijo sonriendo plenamente—. Supongo que te habrán avisado qué me mudé al edificio. Igualmente, me llamo Bonnie.
París es una ciudad mágica, pero jamás había visto a alguien igual de mágico que aquel joven.
La música era igual de majestuosa que él, su belleza deslumbraba naturalidad pura, al igual que el mismísimo aroma a flores. Él era cómo una flor. Él era, deslumbrante.—Pérdon por interrumpir, sólo quería darle la bienvenida.
Bonnie soltó una leve risa al ver cómo todos esos platos ocultaban parte del rostro del recién nombrado.
Por otro lado, Bon se disculpó unas tres veces más, olvidando completamente porqué abrió la puerta en primer lugar, la música.—¿Necesitas ayuda con eso?
Negó con rápidez, para luego acomodarse e irse alejando de la puerta lentamente.
—Un gusto conocerle, yo soy sólo un simple mesero —comentó sonriendo con algo de torpeza.
Pero, a diferencia de la reacción que esperaba, Bonnie correspondió su sonrisita con una más dulce y tranquila, reflejando la felicidad de una forma que Bon jamás había visto. ¿Quién era ese jovencito?
—Algún día me pasaré por la confitería, a tomar un té o algo tibio. Está refrescando estos días.
—Le aconsejo qué pase luego de mi horario, estoy encargado de preparar el té y siempre termina teniendo sabor a polvo.
Soltó una leve risa, provocando que Bon se volteara, listo para marcharse de aquel pasillo y volver al trabajo.
—Un té de polvo me parece bien —respondió en voz alta, viendo cómo el mesero se alejaba del lugar.
Ese día, con una taza olvidada en un departamento con aroma a flores y un té de polvo pendiente, dos jovénes se conocían por primera vez.
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-El té de las tres -bon&bonnie
FanfictionBon es un empleado en una pequeña confitería de París, la cual se encuentra en un edificio bastante antiguo y majestuoso, pero con los años pesándole cada vez más. Por otro lado, Bonnie es un joven bailarín que sueña con bailar en "Le Ballet de l'Op...