Bon tamborileó con los pies mientras tarareaba una canción en voz baja. Su cabello turquesa estaba completamente despeinado y él parecía bastante animado, como de costumbre.
—Bonito peinado.
Bueno, era imposible no tener una sonrisita tonta en el rostro cuándo aparecía aquel joven. Tal vez era muy simpático.
El recién nombrado respondió a la broma con una risa en voz baja, levemente sarcastica.Bonnie había entrado a la confitería saludando con su mano izquierda, mientras esbozaba la más hermosa de las sonrisas. Y Bon simplemente se quedó ahí perdido, en un lugar cálido y mágico.
¿Cómo? ¿Cómo una sola sonrisa podía hacerle sentir tanto? Estaba seguro de que la suya no tenía nada de especial, era sólo una mueca vacía. O eso pensaba él.—¿Qué puedo servirle? —preguntó mientras limpiaba una taza color cuarzo.
—Ya no somos desconocidos, no tienes que tratarme de usted —los hoyuelos en sus mejillas se presentaron ante los ojos de Bon—. Nos estamos conociendo, chico despeinado.
Segundos después levantó su mano y le acomodó con delicadeza un mechón de cabello, colocándolo en su lugar.
El corazón de Bon sintió el aterciopelado palpitar de una brisa de verano, saltando de repente. Bonnie traía esa estación del año en pleno invierno, prendiendo una llama suave en los orbes esmeralda del joven. Ese brillo blanquecino qué sólo era causado por él, similar a la estela de una estrella fugaz.—Bonnie... —levantó la mirada para mirarle —. ¿Qué puedo servirte?
—Sólo un chocolate caliente, por favor.
Asintió cuidadosamente para después entregarle la orden a Mangle, quién de mala gana se undió en la cocina para continuar trabajando.
Al cabo de unos minutos el joven ya contaba con su bebida, y sonreía ampliamente mientras tomaba un pequeño sorbo de ésta.Bon creyó qué simplemente pagaría y se iría, al igual que todos los clientes. Pero se llevó una sorpresa al ver que Bonnie lo esperaba con aire paciente. ¿Acaso había venido especialmente a verlo a él?
Se acercó a la mesa por segunda vez en el día, inundado de una curiosidad desconocida.—Estaba por llamarte otra vez... — dijo en voz baja, riendo un poco al finalizar la oración —. ¡Quiero mostrarte algo! Después de todo eres la primera persona que es amable conmigo en esta ciudad enorme.
Bon tartamudeó levemente, pero antes de qué pudiera negarse el contrario ya le estaba arrastrando fuera del local. Obviamente, luego de dejar el dinero correspondiente en la mesa.
—¡Genial! —Bonnie dirigió su mirada hacia Mangle —. ¡Me lo llevo un rato, señorita!
La recién nombrada levantó los hombros restándole importancia. Hoy el lugar estaría abierto poco tiempo, por lo cual no le haría falta personal.
Salieron fuera de la confitería, guiados por la ventisca errante de invierno. Bonnie lo llevó hasta el estacionamiento de bicicletas del edificio, ubicado cerca de la entrada. Luego de aquello le quitó el seguro a una de ellas, qué gozaba de un color blanco precioso y pulcro —aunque algo desgastado, obra del paso del tiempo—
No dijo ni una palabra, simplemente se subió y acomodó sus pequeños pies en los pedales.Había un detalle, era una bicicleta para una sola persona.
—No creas qué... —comenzó Bon, estaba loco sí pensaba que se sentaría en el borde del asiento. Era una locura.
Pero Bonnie se acomodó un poco más en el asiento, dejando la mitad del espacio, para después voltearse y dirigir sus orbes bermellón hacia él.

ESTÁS LEYENDO
-El té de las tres -bon&bonnie
FanfictionBon es un empleado en una pequeña confitería de París, la cual se encuentra en un edificio bastante antiguo y majestuoso, pero con los años pesándole cada vez más. Por otro lado, Bonnie es un joven bailarín que sueña con bailar en "Le Ballet de l'Op...