La Fiesta

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—Esta fiesta está de lo mejor —me dice Joseph, tomando un poco más de cerveza del vaso—. ¿Por qué dejaste de tomar, Emily?

Ruedo los ojos, aunque sé que es en vano. De lo borracho que está ni lo nota. A decir verdad no soy mojigata, por lo general, bebo; sólo no quiero emborracharme hoy porque mañana es un día de escuela, hay un examen y no quiero estar con guayabo. Ya bebí un poco, pero estoy resuelta a no pasarme de copas hoy.

—Ya es la una de la madrugada —le digo—. Tenemos un examen mañana,  y ya casi sobrepasamos el toque de queda que nos pusieron. Venga, vámonos.

—No seas aguafiestas, Emi.

Ruedo los ojos, y lo tomo de la muñeca, haciéndole saber que no hay otra opción. Salimos, y caminamos hasta el automóvil. Se dispone a entrar en el lado del conductor, pero lo detengo.

—Estás borracho; yo conduzco.

Obediente —y eso de por sí es un contraste radical entre cuando está sobrio y cuando está tomado—, me entrega las llaves del auto, se da la vuelta y se sienta en el asiento del acompañante. Una vez entro y comienzo a conducir, una llamada entra a mi celular. Debe ser mi mamá; nadie más llamaría esta hora. Lo pongo en altavoz.

—¿Aló? —digo.

¿Aló? ¿Emily?¿Quién si no?

—Hola, mamá. ¿Por qué me llamas a esta hora?

¿Sigues en la fiesta? —me pregunta.

—Nop. Estoy llevando a Josh a su casa, y luego regreso. Si lo que te preocupa es que pueda incumplir el toque de queda...

¡Oh, no! —contesta apresuradamente—. Todo lo contrario. Tu padre y yo no regresaremos tan pronto como lo habíamos planeado, por lo que te llamo para avisarte que puedes durar afuera un par de horas más, siempre y cuando estés con Joseph.

—Gracias por el voto de confianza, mamá —le digo—, pero a decir verdad no tengo mucho que hacer ahora, así que igual regresaré a casa. Adiós.

Está bien, pero si te aburres y decides salir de nuevo, no importa. Te quiero mucho.

—Yo también —respondo, y cuelgo.

La casa de Joseph queda bastante apartada de la civilización. Vive en una gigantesca mansión, en las afueras, por lo que tardo un poco en llegar. Una vez llego, le hago ademán para que se baje.

—Quédate un rato —me dice, su aliento apesta a alcohol y algo que no soy capaz de descifrar.

Lo pienso un momento, analizándolo, y al ver que, o me quedo con él, o me voy a mi casa donde estaría sola, accedo. Me bajo del auto, y Joseph abre la puerta de la casa. El inmenso lugar ya es familiar para mí, así que voy directo a su cuarto y, sin pedirle permiso a nadie, enciendo la tele. Los padres de Joseph están de viaje, por lo que no hay nada que temer. Agarro uno de los barrotes del respaldo de la cama mientras miro televisión. Al poco rato aparece Joseph con algo entre las manos, pero no alcanzo a ver de qué se trata, porque con un rápido movimiento se tira al lado mío.

—Eres muy hermosa, Emily —dice de la nada.

Un violento rubor se extiende por mis mejillas al instante. Joseph me gusta, pero él siempre me ha mantenido en la Friend Zone, por lo que es muy raro que él me dirija un comentario como ese. Sin embargo, al percibir su aroma el maravilloso pensamiento de tal vez gustarle desaparece.

—Estás borracho.

Entonces, de la nada, se monta a horcajadas encima mío. Agarra una de mis manos y le pone una esposa, luego pasa las esposas por detrás del barrote, y esposa la otra muñeca. Mi aturdimiento ante tan repentina reacción me impide hacer nada al respecto. ¡¿De dónde carajos sacó las esposas?!

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2014 ⏰

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