DxD: The Infinit Red Dragon

Prólogo.

La paz por la que tanto nos esforzamos, la paz que tanto anhelámos, es, y será hasta mi día de muerte una simple ilusión, ya que estando vivo jamás podré vivir pacíficamente sabiendo que soy, y que soy capaz de hacer.

Yo, Sirzechs Lucifer estaré hasta el día en que muera sintiendo la culpa de haber acabado con la vida de Hyoudou Issei.

Todo comenzó con la reaparición de Nagato Zagan poco después de la guerra contra el Trihexa. Nagato era el antiguo amor de mi hermana Rias, mucho antes de que se oficializara el compromiso con el heredero de la casa Phoenix, Raiser y obviamente, mucho antes de que Rias conociera a Issei.

La felicidad de mi hermana era mas que notable. Ella realmente sentía algo por ese chico, mucho mas fuerte que lo que llegó a sentir por Issei en su momento. Ella se comprometió con el relativamente pronto, después de romper el compromiso que ya tenía con Issei, este último sin poder hacer nada para evitarlo, pués era un subordinado de la casa Gremory y su palabra no fue tomada en cuenta.

Decir que Issei estaba destrozado era quedarse corto. Ese chico realmente amaba a mi hermana y verla marcharse con otro hombre fue mas duro que cualquier golpe recibido en su corta vida.

Mis padres realmente apreciaban a Issei, y por mas que querían convencer a Rias y hacerla ver lo que estaba haciendo, no pudieron. Ella ya había tomado su desición. 

No hay otro como el primer amor, y Rias y Nagato eran el claro ejemplo de ello.

El chico del clan Zagan, de quién casi no sabíamos nada ya que su clan fue excomulgado como parte del acuerdo Gremory-Phoenix, creció en una familia pobre, en algún lugar del inframundo, mismo donde era reconocido como héroe.

Nagato realmente parecía alguien bueno. Pero era demasiado para ser de verdad, y más tomando en cuenta que su familia tenía una mala historia con la mía. Era algo fácil de deducir que algo iba mal y el tramaba algo, realmente era fácil pensar en eso. Pero a nadie le pasó eso por la cabeza, excepto a la única persona que nadie tomaría en cuenta: Hyoudou Issei.

Las razones por las que nadie lo tomó en serio eran obvias. Que su celos lo habían cegado era lo mas lógico, ni siquiera las siervas de mi hermama, que al ver como se comportaba el castaño lo tomaban en serio. De hecho, su comportamiento errático poco a poco alejó a las chichas excepto a una, quién trataba de ayudarlo y que hasta el día de hoy sigue sin superar a aquel chico.

El transcurso del tiempo es algo que no se puede frenar, y conforme pasaba aquel hijo de puta, Nagato se iba ganando mas nuestro afecto, y eso solo frustraba a Issei, quién cada vez veía lo falso que era aquel tipo.

El castaño se iba ganando mas nuestro repudio, pero todo estalló cuando lo atacó con intenciones asesinas. Lamentablemente Nagato sobrevivió al ataque del Sekiryuutei.
Esa fue la gota que derramó el vaso. Issei había roto las reglas al intentar asesinar a un demonio, y en aquel momento, esa fue la excusa de muchos de nosotros para ir trás el.
El castigo por aquel acto era una vida entera congelado en el inframundo, pero todos aquellos que odiabamos a Issei vimos la oportunidad perfecta para acabar con el.
A pesar que sabía el castigo que ameritaba sus acciones, no intentó huir, el estaba dispuesto a enfrentar las consecuencias de sus actos, pero una vez que supo de nuestras intenciones, huyó.

No tuvimos ningún remordimiento en ir a por su cabeza. No era la primera vez que buscábamos demonios fugitivos, pero si la primera vez que buscábamos con tanta prioridad a uno solo. Tardamos un mes en encontrarlo, y cuando lo hicimos... No es algo que me guste recordar.

El pobre chico se podía ver aterrado. El era fuerte, muy poderoso, pero el no peleaba contra cualquiera, pelearía contra los seres mas poderosos del inframundo, y por si fuera poco, las personas a quienes el apreciaba. Azazel, Rias y sus subordinados, mi padre, Raiser y Sairaorg. No todos lo odiaban, caso de esos últimos 2 que lo consideraban su amigo. Y los guardias a quiénes llevábamos sentían respeto por el dragón emperador rojo.