Despertó, quejándose del horrible tono del despertador. Sin embargo sonrió; levantarse a las cinco de la mañana indicaba que hoy su trabajo empezaba de forma rutinaria y no por alguna molesta emergencia. A paso lento se levantó y colocó sus pies dentro de unas cómodas pantuflas con forma de conejo, procedió a tomar sus gafas, a estirarse un poco y se puso su bata.
Salió de su cuarto y recorrió el pasillo principal hasta llegar a la cocina. Encendió su estufa y colocó agua y frijoles en una olla. Luego, salió de ésta y dio vuelta a la derecha, quedando enfrente de la puerta de entrada. La abrió y halló, no para su sorpresa, un periódico matutino doblado de manera apropiada que yacía sobre la losa. Tomó el diario, cerró la puerta y regresó a la cocina donde tomó asiento en el comedor.
— Se estiman quinientas muertes causadas por derrumbe en México, inundaciones provocan daños a la infraestructura junto con pérdidas humanas en Japón, la muerte del presidente desata el caos político en Colombia… — Ella sonrió con todas las notas que le habían dedicado en la primera plana, pero olió algo que la hizo reaccionar — ¡Los frijoles! —. Se soltó a correr los en ese momento distantes dos metros que la separaban de la estufa, apagó la azul flama y vio como los quemados frijoles flotaban en el caldo. Dijo, o gritó, las maldiciones más mexicanas mientras fruncía sus dientes.
No le quedó de otra más que servirse en un plato al cual le colocó harto queso y que llevó a su mesa para comer mientras leía cada una de las noticias de las que se sentía orgullosa haber sido la causa. Artículos que enardecían su figura y provocaban que su imagen fuera sinónimo de temor y miedo para algunos pero de respeto y admiración para otros. Éstos la hicieron por un momento ignorar el mal sabor de su desayuno hasta que llegó a la nota roja.
La nota roja estaba llena de su competencia. Le causaba disgusto ver cómo sicarios y psicópatas le robaban espacio en el periódico. — Para cabrones y cabronas en esto, nomás yo — se dijo. Su desayuno de mala calidad no iba con su actitud de diva, y cuando notó este hecho apartó el plato de su vista.
Tras haber ignorado las secciones de sociales y de deportes, pasó a lo último que le interesaba, por un particular motivo: la publicidad. A ella le gustaba rebuscar anuncios relacionados con la mejora de la calidad de vida y la inmortalidad, le daban mucha risa. Todo mundo quería escapársele, era el asunto que en el fondo todos pensaban. La razón de muchos ahorros, el estandarte de culturas y religiones, el motivo de ritos y tradiciones, la inspiración de innumerables poetas y músicos.
— El mundo gira en torno a mí. — Dijo secamente. Con más ánimos acercó su plato, terminó su fallida comida, lavó los trastes y volvió a su habitación La Catrina.