Capítulo 5 Almas en Pena

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Capítulo 5

Dejaría pasar algunos días más, hasta que notara que el comportamiento perspicaz de Kuroro desapareciera, los días siguieron su curso y Kurapika estaba satisfecho con saber que podía en verdad distraer al pelinegro. Habían estado compartiendo la cama por una semana, y a pesar del evidente deseo en los ojos de Kuroro, nunca intentó nada más allá de los besos y unas cuantas caricias inocentes. Jugaba con su pelo, o sentía la suavidad de la piel de sus mejillas.

Kurapika no sabía si debía considerar aquello como algo bueno o algo malo. Tal vez simplemente era que Kuroro tenía una fuerte fuerza de voluntad.

Aquel día, Kuroro tenía mucho más trabajo que el habitual, así que Kurapika pensó que podría salir con más tranquilidad sin alertar al pelinegro. Se dirigió al río Cocito, las almas vagaban por las orillas del río, como sombras aullantes, sus pecados incapaces de permitirles descansar. De sus cuencas vacías caían lágrimas rojas. Por mucho, este fue el peor río para Kurapika, era demasiado tétrico y escalofriante. Más aún, tenía miedo de acercarse aquellas almas en pena. Pero tenía que hacerlo.

Respiro profundamente, dándose valor y ánimos, y se acercó a una de las almas en pena.

-Tú, ¿puedes oírme?- dijo al acercarse al alma de una mujer, quien se volvió a verlo lentamente- necesito de tus lágrimas- dijo Kurapika pero el alma de aquella mujer lo ignoró para seguir su camino - ¡espera!- le gritó Kurapika acercándose un poco más a ella- te pagaré por tus lágrimas- dijo, mostrándole una moneda brillante, un óbolo.

La mujer se detuvo y parecía que sus cuencas vacías habían brillado por un instante: -Bien, acepto- dijo con una voz apática,parecía que ya había pasado demasiado tiempo sufriendo y lamentándose que había olvidado lo que era la dicha.

Los demás espíritus seguían su rumbo, ignorando lo que hacían. Kurapika se acercó a la mujer con un frasco, y ella lo tomó, dejando caer sus lágrimas dentro hasta que llenó la pequeña botella.

Se la regresó y Kurapika le hizo entrega de la moneda, pero la mujer tomó su muñeca en lugar de la moneda.

-Vete de aquí, lo más pronto que puedas- dijo la mujer. Kurapika no parecía comprender el significado de sus palabras, después de que la mujer tomara la moneda desapareció.

-Le dio una moneda- dijo un alma detrás de él y las demás almas en pena vieron a Kurapika, todas dirigiéndose a él.

-A mi tambien por favor.

-Yo también quiero- dijo otro alma

-Yo he estado aquí por mucho tiempo, por favor ayúdame.- dijo una más.

Kurapika comenzó a correr, para Alejarse del río, pero las almas rápidamente lo rodearon y lo atraparon.

-¿Donde las tienes?- dijo otra alma, arrancando parte de su ropa- se que tienes más monedas

-Danos las monedas chico- seguían insistiendo las almas que lo rodeaban, incluso peleando entre ellas por llegar a Kurapika.

- Yo merezco la moneda.

-Yo la merezco más, mi familia me espera en el más allá. ¿Me vas a dar una a mí verdad chico?

Todas las almas hablando al unísono, susurros tenebrosos, que poco a poco comenzaron a convertirse en exigencias. Podía sentir sus manos frías, desgarrando sus ropas; rasgando su piel y pronto los simples rasguños fueron más y más intensos, Kurapika incluso podría jurar que intentaban arrancarle la piel. Una de ella lo tomó de los pies, y lo tumbó contra el suelo. Kurapika intentó protegerse lo más que pudo, pero eran demasiados. Tenía miedo, y no sabía qué hacer.

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