Era una tibia tarde de otoño en aquel parque. Se comenzaban a formar unas pocas nubes blancas, pero eso no impidió que continuaran con su rutina. Era casi un ritual encontrarse en ese sitio a esa hora para compartir su pasión mutua por la música.
No entendían cómo era que su amistad basada en rivalidad había funcionando tan bien. Se sentían cómodos el uno con el otro y eso era grandioso.
El uno tenía amistades incondicionales, aunque había ocasiones en las que se sentía un poco sólo.
El otro apenas comenzaba a disfrutar de ese privilegio con su banda. Y era increíble.
Sin embargo, habían pasado los meses y esa mutua cercanía se volvía cada vez más profunda.
Uno de ellos hacía tiempo que había escalado otro nivel en el apego que sentía por su compañero. Para él esas escapadas para ensayar eran prácticamente imperdibles. Era capaz de hacer virtualmente lo que fuera necesario con tal de compartir un rato con el otro.
Ya se había rendido ante la idea de que estaba perdidamente enamorado de su amigo, aunque no tenía claro los sentimientos del otro para con él. Por ello se conformaba con disfrutar al máximo cada instante a su lado.
Si le hubiesen pedido que le describiera al objeto de su cariño, podría relatar cada minúsculo detalle visible del mismo.
Pero si había algo a lo que estaba especialmente prendado era a sus manos. ¿Era posible que tanta habilidad estuviese acompañada de delicadeza y masculinidad al mismo tiempo?
Pero el cuadro completo era sencillamente una hipnótica delicia, pues al acariciar las cuerdas de su preciada guitarra destilaba una seguridad maravillosa. Había ocasiones en que pensaría que podría caer se rodillas ante su talento.
Era todo para él. No quería perder a su brillante luz. Por ello prefería tragarse toda esa devoción para sí. Pues ¿Qué cosa más terrible para él que extinguir su brillo y sumirse en una profunda oscuridad en la que siempre había vivido? ¡Eso jamás! Su fulgor debía permanecer.
Practicaban una canción. Pero parecía ser una sesión distinta a las otras. Se sentía íntima, casi sensual. La voz cantante del dúo tragó duro al ver la letra. El otro miraba profundamente esperando a que comenzara con su melodía, repitiendo el puente del principio de manera cíclica. Sin darle la oportunidad al otro de retractarse.
El más alto sintió las gotas de sudor bajar por su cuello, sin duda era pánico escénico. Cosa absurda pues había cantado en público antes. Le dedicó una mirada confundida a lo que su compañero sólo asintió.
Se aclaró la garganta y su voz temblorosa comenzó a tomar fuerza. Sin duda estaba avergonzado.
Sólo podía preguntarse: "¿Por qué?".
"El ruido blanco decolorándose a la distancia.
En el fondo de la brillosa copa esta la felicidad, ¿cierto?
Imitando por mi cuenta.
Gentilmente recibo el pago con mi lengua."Se sonrojó, y apenas comenzaba. Giraba ocasionalmente pero el otro evadía su mirada con sus gafas.
"Vamos a sujetar nuestros IDs juntos.
En este encuentro a través del teclado.
Clávame por la espalda.
Quiero luchar como si no me gustara.No te detengas, esto es sólo una salvaje fantasía.
Por favor dame algo prohibido."