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Esto era una total falta a su honor, después de años de leal servicio y litros enteros de sangre derramada en nombre de la justicia, ponerlo a la altura de los guardias insignificantes del calabozo, ¡él! Que había guiado batallones enteros. Su sonrisa hipócrita pareció complacer a sus superiores. Apretó en un puño la anilla dorada, de la cual pendían cinco llaves distintas, una por cada nivel que se habría de descender hasta la celda del criminal demente que le habían asignado. ¡De guerrero a niñera! Una total humillación. Ni honra ni gloria, que se tragasen sus falsas promesas; con artimañas parecidas habían envenenado a Thor, dueño de la tormenta, y mal destino le deparó en forma de un bien parecido doncel, cuya lengua hizo más que tan sólo murmurar hechizos.

Introdujo la última llave en su cerradura correspondiente. La puerta se abrió con un chirrido metálico, señal de lo antigua que era la celda, y de lo olvidado que había permanecido ese agujero oscuro. Una sonrisa macabra le dio la bienvenida. Deadpool, así se hacía llamar el lunático. Un asesino, trastornado y sanguinario, la pesadilla de niños y mujeres, incluso de algunos hombres débiles. Las cadenas resonaron al ser tensadas. A menos de cinco centímetros de su rostro, la cara sonriente de Wade Wilson pretendía intimidarlo. Obviamente erró en su intento. Peter permaneció impávido en su sitio, si acaso mostrandose orgullosos, y tal vez algo vanidoso, ante su prisionero. Le miró con desdén y entornó el rostro hacia un lado, ignorando la irrespetuosa mueca del otro.

—Hey, arañita, ¿por qué no me prestas tus llaves?—insinuó Wade, mofandose de su verdugo.

Peter abrió la boca y, por primera vez, Wade escuchó su voz.— Mucho me temo que eso es imposible,Wade.

Oh, sí que lo era. Wade permanecería allí, cien años y mucho más tiempo que eso. Incluso cuando todos aquellos que conocía hubiesen fallecido, él seguiría allí, encadenado a esa misma pared, rogando por un milagro que le concediese la libertad. Pasaría hambre y sed, a tal grado que sus pulmones, debilitados, dejarían de bombear oxígeno, y su corazón, cansado, pararía de latir. Wilson moriría en esa misma cueva, hasta que el mar le recordara y le devolviera la vida al cuerpo demacrado. Se estremeció ante su propio pensamiento, demasiado cruel, demasiado real.

—Además, yo no poseo una llave que pueda abrir esos grilletes—agregó con una sonrisa burlesca.

—Por supuesto que es un estirado—le habló Deadpool a alguna presencia de la cual tan sólo él era consciente.

Peter tuvo el fuerte presentimiento de que se refería a su persona. Profirió una queja ininteligible.

—¡He! ¡No te molestes, pequeño gruñón!—exclamó Wade.

Peter decidió pasar por alto el comentario.

Bastante arto de la situación, se dedicó a inspeccionar el lugar. Las condiciones eran precarias, debía de admitirlo, pero al menos las algas no eran un problema debido a la falta de luz. La cama era basta, vieja, como el resto de cosas; al lado había una repisa medio floja, que en algún momento debió sostener una narración cautiva, de esas que se solía regalar a los niños el Día Rojo. En un rincón logró divisar un espejo, una lámpara estropeada y varias placas de coral comprimido, de las que usaban para fabricar muebles baratos (de terrible calidad, cabe aclarar), arrumbados de cualquier forma. En sí, el hoyo era deprimente.

Durante meses, Peter siguió la misma rutina monótona; bajaba los cinco niveles, soportaba durante unos minutos las bromas y los insultos de Wade y, finalmente, le dejaba sobre la cama los alimentos de ese día. Al menos eso era lo que el resto creía.

—¿Cómo estás, Petey-pay?—saludó Wade, con su habitual tono bromista, que hacía aquello sonar a un encuentro casual.

—Odio que me llames así—respondió Peter. En definitiva había sido una decisión cuestionable el revelarle su nombre.

—Vamos, baby boy—dijo Wade con voz salamera.

Una sensación ácida y efervescente subió por la boca de su estómago. Lo intentó, de verdad que lo había intentado, pero le había sido imposible resistirse a la explosiva personalidad de Wade. Su persona entera era un misterio que Peter se había propuesto resolver. Además, su físico no dejaba nada que desear. Pasar semanas enteras junto a él, charlando, le había hecho perder la cabeza. Él, por más que quisiera aparentar lo contrario, era tan sólo un muchacho. Le hería el orgullo aceptarlo, pero a sus escasos veintiun años, la inexperiencia era su peor enemigo. Entregó la vida a la batalla, la guerra era todo lo que conocía; mas de amores o romances, lo ignoraba todo.

—¿En qué piensas?—le preguntó Wade, quien estaba sentado en la cama.

—En nada—contestó él, sentandose a su lado y haciendo que el estropeado colchón chirriara.

Wade volteó a verle, y simplemente no pudo resistirse. Acercó sus labios a los de Wade, y los unió en un beso casto.

—Lo estabas deseando, ¿no?

Como tantas otras veces, descartó sus palabras, devorando en cambio sus labios con un hambre que desconocía. Wade lo aceptó gustoso. Una jóven llama nació en el pecho de Peter, le quemaba y rugía, buscando algo que la alimentara.

Los brazos fuertes de Wade rodearon su delgado cuerpo, y las frías cadenas le hicieron estremecer al contacto con la piel desnuda. Se aferró a su cuello, tratando de olvidar la dura realidad. El pechó se le inflamó de esperanzas, de sueños y, finamente, de expectativas. Como cada vez que estaba con Wade, su porte se desprendía del soldado para convertirse en Peter Parker, una persona común, con problemas, anhelos y necesidades. Estar junto a Wade lo volvía frágil, mas eso, lejos de asustarle, le producía una emocionante sensación de peligro.

Wade se sostuvo su mejilla, alejandolo un momento—Debes irte, Peter

—No tengo intenciones de hacerlo—respondió con necedad. Se acurrucó contra Wade y recargó su cabeza en su hombro.

—Van a darse cuenta—le advirtió.

—No me importa—aseguró, a pesar de ser mentira. Le aterraba que alguien los descubriera. Amaba a Wade con todo su corazón, pero su trabajo era igual de importante, y llegar hasta donde estaba, había tenido un alto costo. No estaba listo para echar por la borda los largos años de sacrificio. A regañadientes se alejó de Wade, dirigiendole una última mirada antes de abandonar la celda.
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¿Qué título le pondrían a esto?

One-shots Spideypool Donde viven las historias. Descúbrelo ahora