Hanahaki

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Wade observaba a Peter en la lejanía, admirando el sueve vaivén de su cuerpo al caminar, adorando cada movimiento. Mientras él se perdía entre la gente, Wade casi pudo sentir las raíces de las flores incrustandose en lo profundo de su pecho. Perdió a Peter de vista, en un ataque de tos. Expulsó sangre y pétalos rosados, teñidos de rojo y amor incorrespondido. Así, el vacío que sentía, creció un poco más, a la vez que era invadido por ramas y flores de cereza.

Caminó en silencio el trecho hacia su casa.

Se tumbó en su cama, boca arriba, esperando el momento en que la planta que en su interior crecía le matara. Respiraba con dificultad, su garganta quemaba y la opresión en el pecho era insoportable. El dolor le recordaba a Peter, aquel chico al que amaba; aquel por el que jamás sería correspondido. Viviría mil años, dos mil, diez mil, esperando algo imposible. Sus pulmones dejaron de funcionar. El oxígeno dejó de llegar a sus pulmones y depués de tortuosos minutos, falleció asfixiado. A medida que perdía la consciencia y su visión se tornaba oscura, evocó la imágen de Peter, sonriendo para él.

Despertó, como una pesadilla vuelta realidad, seguro de que las flores no se fueron por completo, y de que gozaría un muy corto periodo de bienestar. Se cubrió los ojos con la palma de la mano, harto de la misma mierda y, al mismo tiempo, resistiendo. ¿Qué impulsa a una persona a abandonarse al sufrimiento? Wade comenzaba a creer que la falta de cordura.

Con ánimos restaurados por un pensamiento fugaz, se levantó de la cama a prisa, tomando del suelo su máscara y guantes. De camino a la puerta se colocó las botas, que había dejado tiradas en distintos sitios. Al sañir dio un portazo involuntario, y corrió escaleras abajo de ese horrible edificio de apartamentos, vacío excepto por su presencia.

Al llegar a lo alto de un edificio, se sentó a esperar con paciencia. Desde allí arriba el ajetreo de la ciudad era casi insignificante, fácil de olvidar. Y, alto e imponente, el edificio de las oficinas de Industrias Oscorp se elevaba a dos calles de allí. Spider-man nunca quizo contarle la razón por la cual cada noche de ronda, elegía descansar en esa misma azotea, pero hacía mucho que Deadpool había deducido - por la forma en la que Peter observaba taciturno la construcción- que era porque la torre era perfectamente visible desde allí. Ahora él mismo tenía la mirada perdida al frente, mas no por la misma razón que Peter.

Y Wade esperó, día y noche, cual centinela de un castillo encantado, la llegada de su amado. Amado, esa palabra hacía sonreír a Wade; se retorcía al saborear la palabra en su lengua, gritando de agonía, tirado en algún callejón olvidado. El amor era cruel con Wade Wilson. Aguradó, sin comer ni beber, llamando al vacío como el loco que era, hasta que una noche por fin Peter se presentó. Una pequeña sonrisa curvó los labios de Wade. Peter siempre vendría, aunque nunca por las razones que él deseara con tanta fuerza.

- ¡Spidey !- excalmó Wade sumamente alegre-, comenzaba a creer que me dejarías plantado- reclamó a modo de broma.

Peter le restó importancia, tanto comentario como a Wade mismo, o al menos eso percibió el mercenario. La falta de respuesta por parte de Peter le partió el corazón a Wade. De nuevo, la presión de raíces severas como espinas clavandose en lo profundo de su ser.

-¿Mala noche, eh?

-¿Esperaste mucho?- preguntó Peter en cambió, sorprendiendo a Wade.

-No demasiado- mintió.

Peter se sentó al lado de Wade, con las piernas colgando hacia el vacío. El silencio los envolvió durante un rato. Wade disfrutó de la compañía ese tiempo, sintiendo el calor de Peter rozar su costado.

- ¿Estuviste fuera de la ciudad?- cuestionó Wade en un tono tranquilo.

- ¿Eh?

- No viniste varias semanas-explicó Wade-. Nos preocupamos, comemzamos a creer que algo malo te había pasado.

One-shots Spideypool Donde viven las historias. Descúbrelo ahora