Prólogo

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Nota de la autora:

¡¡He vuelto!! (Ahora nadie se había dado cuenta que me fui xD. Para los que leen mis otros FFs, si por casualidad llegan a este, comunicaros que desde la semana que viene volveré a actualizar semanalmente y en compensación os traigo uno nuevo :D Y este en concreto se actualizará los viernes. 

Antes que nada, he de admitir que a lo largo de la historia puede que los personajes presenten más cambios en sus personalidades de lo que me hubiese gustado en un principio, pero no he sabido cómo evitarlo.

Por cierto, si tenéis curiosidad por conocer la canción que se menciona es: "Y nos dieron las 10" de Joaquín Sabina.



Prólogo: No me dejes despedirme, por favor.

25 de Octubre. Un día normal, ni nublado, ni soleado, ni demasiada gente en la calle, ni demasiada poca. Simple y llanamente, un día normal. Y sin embargo, Kuroko Tetsuya caminaba por la calle encantadoramente feliz. Menudo, de tez clara, cabellos y ojos azules claro, Kuroko no era alguien que disfrutara especialmente de cosas como hacer la compra o cocinar. Pero hoy era un día diferente, hoy cumplía tres años de casado con su tigre, con Kagami Taiga ¡¡Estaba que ni se lo creía!! Dios... tres años ya.

Se conocieron en el instituto, y la verdad es que les costó un poco hacerse amigos. Al principio el temperamental de Kagami no lo aceptaba. Pero poco a poco, sobre todo gracias al baloncesto, se hicieron buenos amigos. Un par de años después, novios. Y cuando se graduaron... ¡Taiga le pidió matrimonio! Jamás olvidaría ese día... Rodeado de amigos, de su familia, estaban los dos tan nerviosos... La verdad es que les costó un poco reunir el dinero para la boda, pero vaya, valió la pena ¡Y tanto!

Últimamente las cosas no les iban muy bien, la verdad, Taiga estaba distante... Discutían, no podían parar de discutir. Ni si quiera recordaba la última vez que se habían acariciado de forma íntima... La verdad es que últimamente las cosas estaban siendo un desastre. Y su última discusión fue... bestial. Hacia un par de meses que Kuroko había descubierto que su marido lo engañaba. Era la historia más cliché del mundo, lo engañaba con la maldita recepcionista; si al menos hubiese sido más original. Y así se lo había gritado a su querido marido... Lo irreal para Kuroko fue que el malnacido, en vez de avergonzarse, le había echado la culpa a él. Hilarante. Ese día Kuroko había salido de su hogar con toda la intención de no volver. Sin embargo, volvió, siempre volvía.

Pero bueno, ahora ya había pasado, Kagami le había prometido que ya no se veía con ella ¡Y hoy hacían tres años de casados! Pese a todos los problemas, a Kuroko le hacía mucha ilusión celebrar su aniversario. Por eso se estaba recorriendo media ciudad, intentando encontrar los mejores ingredientes para prepararle a su marido su cena favorita ¡esa noche iba a ser solo suya!

Con esa misma alegría Kuroko pasó toda la tarde cocinando, arreglando la casa, quería que todo estuviera perfecto. Cambió la cama, ventiló la casa, puso flores en los jarrones, velas aromáticas, cerveza bien fría en la nevera y también una botella de vino, ya verían después que preferían. Estaba tan feliz, tan ilusionado.

Y nervioso. Dios, que nervioso estaba.

— "Creo que voy a encender la radio... antes de que empiece a mordisquearme los dedos" — Pensó, ya hacía rato que se estaba mordiendo las uñas.

La tarde pasó lenta y tortuosa para él. Se distraía haciendo cualquier pequeña tarea, todo con tal de dejar de observar el reloj que parecía haberse tornado en su contra. Por fin, para alegría de Kuroko, se hicieron las 21:00. Ahora sí que sí, su perfecto marido estaba por llegar, debían de quedar minutos.

— Venga, Taiga, por favor...— No pudo evitar susurrar Kuroko mientras miraba su móvil, aunque nadie estaba ahí para escucharlo.

Y como dice la canción, "y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres...", pero esta vez, con un final totalmente distinto. Cuando el reloj tocó las doce, Tetsuya no pudo evitar romper a llorar mientras se apretaba fuerte el pecho, juraría haber escuchado como su corazón se rompía en pedazos que ya nadie podría recoger. Se sentía tan vacío.

Porque ya le daba igual, no importaba si estaba con otra mujer u hombre, le daba igual si estaba trabajando o borracho en algún bar de mala muerte. Le daba todo igual. A lo largo de estos años, Kuroko había ido renunciando a cada pequeña parte de él mismo, convirtiendo a Taiga en su todo. No podía imaginar su vida sin él. Y sin embargo, el otro lo único que había hecho había sido despedazarlo, ir desechando cada trozo del alma de Kuroko. Y este era el resultado, Tetsuya se sentía tan, tan, roto, tan vacío; ni siquiera se reconocía.

Entre sollozos, Kuroko consiguió marcar un número de teléfono. El único que sabía de memoria.

— ¿Sí? — Contestó una armoniosa voz desde el otro lado.

— S-siento las horas. — Gimoteó. — Y-yo, necesito ayuda. Por favor. Sácame de a-aquí. —

— Enseguida llego, Tetsuya, todo estará bien.

Punto de inflexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora