Capítulo 2

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Nota de la autora:

¡¡Hola!! Mientras escribía este capítulo me he dado cuenta de que esto no va a ser muy largo. Algún capítulo más solo.

Espero que os esté gustando y por fa, por fa, por fa, cualquier comentario o crítica es bienvenido. Ya sea sobre el FF o sobre mi forma de escribir o enfocar las cosas. Por cierto ¿qué os parecen los diálogos? Me da la sensación que se quedan un poco vacios...

Por cierto, la verdad es que no pensaba escribir la escena del sexo xD pero apareció sola y bueno... no pude evitarlo. Sin embargo, hace mucho que no escribía algo así, espero no haberlo estropeado mucho.

Un saludo y abrasho~ 


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Capítulo 2

Dos meses habían pasado desde que Aomine Daiki llegó a su casa. Dos meses llenos de felicidad, risas, recuerdos bonitos... Durante ese tiempo Kuroko pudo conocer al nuevo Aomine, ya no veía en él al pequeño adolescente que lo había perseguido por el colegio, ni al joven adulto que siempre aparecía en la puerta de su casa cuando menos se lo esperaba... Bueno, quizá en eso no había cambiado tanto. Ahora era un adulto hecho y derecho, decidido, atractivo, más varonil y fuerte de lo que Kuroko sería jamás, la verdad.

Y para vergüenza de Kuroko últimamente había empezado a sentirse sexualmente atraído por su viejo amigo. Cada vez que lo veía por el jardín sin camiseta o por las mañanas con los bóxers que utiliza de pijama... Kuroko tenía unas ganas increíbles de atacarlo, arrancarle la ropa y echar horas y horas disfrutando de sus cuerpos.

— ¡Ey, Tetsu! — Exclamó Aomine mientras entraba en la cocina. — Había pensado qu- ¿Qué te ocurre? Estás todo rojo. — Suavemente colocó la mano en la frente de su amigo.

— ¿¡Eh!? No me ocurre nada Aomine Daiki. —Se levantó Kuroko dándole la espalda, intentando esconderse su bochorno. La verdad es que Aomine lo había sobresaltado mientras pensaba en su increíble... cuerpo, por decirlo de una forma más suave. — Estoy perfectamente, no sé qué dices. Bobadas. — Continuó refunfuñando Kuroko mientras lavaba unos platos que ni siquiera estaba seguro de que estuvieran sucios.

— Suena bien cuando lo dices...— Susurró Aomine, desconcertándolo.

— ¿Eh? — Preguntó Kuroko por segunda vez en poco tiempo.

— Mi nombre. A todos aquí los llamas por su nombre. Menos a mí.

— Ah... Bueno, la costumbre. Pero supongo que puedo hacerlo... ¿Daiki? —

— Así es perfecto...— Por un segundo, un parpadeo, los dos se miraron a los ojos. Una conexión, un chispazo, un sentimiento. Ellos. — Bueno... yo venía a decirte q-que... Ah, sí, esta noche abren un restaurante nuevo en el pueblo ¿te gustaría ir a cenar? Dicen que es de comida española ¿vale la pena, no? —

— Wow, Daiki ¿me estás proponiendo una cita? — Sonrió Kuroko, travieso.

— ¿Eh? Tetsu estás fatal. — Exclamó el más mayor mientras salía de la cocina divertido.

Unas horas más tarde Kuroko bajó las escaleras, ya vestido y arreglado para salir. Se había decantado por unos pantalones ajustados, de color azul clarito, y una camisa negra, un poco ancha, que le permitía moverse con soltura. Lo bueno de ese tipo de climas es que podía vestirse como quisiera siempre y cuando utilizase un buen abrigo encima.

Punto de inflexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora