El chófer no estaba, había desaparecido y dejó las llaves pegadas al carro. Me pareció extraño, lo asocié con el delicado estado de Clara. Me preguntaba constantemente si él era el padre y la culpa le hizo abandonar su trabajo. Dana subió al carro sin pensarlo dos veces.
—Vamos, Samuel. ¿Qué esperas?
Subí nervioso al carro, Dana solo había tomado pocas clases de manejo, estaba acostumbrada a depender del chófer. Desde mi lugar en el copiloto me di cuenta de que el carro era automático, detalle que me dio un poco de calma. Dana encendió el motor y salió del estacionamiento con cautela. Manejó con las debidas precauciones de un aprendiz hasta que se detuvo en un lujoso hotel en el centro de la ciudad, donde dejó el carro al valet parking y bajamos. Nos dirigimos a la recepción y vimos a una dama vestida con un elegante uniforme.
—Iré al grano, no quiero hacer un escándalo y llamar a la policía, pero un profesor está hospedado con una estudiante, juntos... en este momento. Dígame en qué habitación se encuentran y no llamaré a la policía —amenazó Dana a la recepcionista.
Admiré la determinación de Dana.
La mujer de cara alargada y expresión seria miró con asombro a Dana y una ancha sonrisa se plasmó en su rostro.
—Las políticas del hotel no me permiten dar información de los huéspedes, lo siento mucho.
—Samuel, cuéntale a la señorita lo que pasó la otra vez, iré por el carro. —Dana giró sobre sus pies y me guiñó el ojo.
—Bueno, verá —me planté frente a la recepcionista—, la otra vez...
—¿Sí? —Me miró fijamente con sus penetrantes ojos marrones.
—Estaba lloviendo mucho y por causa de un fenómeno extraño el viento de la lluvia arrastró consigo arañas, entonces, llovieron arañas. Las personas gritaban mientras buscaban refugio, eran arañas violinistas. Las arañas violinistas son sumamente venenosas, su picadura causa necrosis. Fue toda una escena de terror para quienes les tocó la lluvia de arañas. Pero ¿sabe qué? —No dejé que respondiera—. No entiendo por qué le dicen arañas violinistas, a mí me ofende. Soy un violinista. Es decir, intento ser uno bueno. Cuando salga del colegio iré al conservatorio de música de la ciudad. ¿Le gusta la música clásica? —Seguí hablando, sin dejar que ella respondiera—. A muchas personas no les gusta, la creen aburrida. ¿Sabía que ciertas composiciones de piezas musicales clásicas tienen efectos positivos en el cerebro humano? Es algo que se ha estudiado mucho. ¿Sabe que hicieron un experimento con plantas? ¿Y que crecieron mejor las que le ponían música rock? Bueno... es que las plantas no se consideran seres vivos por muchos, pero están vivas, se realizó un estudio... —Miré la cara de risa de la recepcionista.
El plan había funcionado: mientras hablaba, la mujer se distrajo lo suficiente y Dana se filtró al hotel.
—Jovencito, aunque hables tanto, no te diré nada del huésped que están buscando —dio a saber con amargura.
—¿Se ha enamorado alguna vez? —pregunté en un intento por distraerla más.
—Pues... —Ella se sonrojó.
—Yo no y parece que es algo malo, bueno, la mayoría de mis compañeros de clase hablan siempre sobre eso, «te gusta esta chica», «aquel chico», «ya son novios». Me pregunto si eso será amor o será producto de las hormonas. Pienso en Afrodita, ya sabe, la diosa del amor y la belleza... Ella puede hacer de las suyas, pero a mí no me gusta nadie. Tengo un amigo que se llama Antoni, es la única persona con quien logro congeniar bien. Le gusta la música clásica, leer poesía, la astrofísica y filosofía. Es muy sensible y cariñoso, me preocupa que alguien pueda atacarlo por como él es.

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Cómo los gatos hacen antes de morir |Próximamente en librerías
AléatoirePróximamente en librerías una nueva versión Cómo los gatos hacen antes de morir: El día a día de Samuel «Y como los gatos hacen antes de morir, me alejé de las personas que estimaba» La madre de Samuel murió y él se ha tenido que mudar. Todo lo que...