𝙀 𝙞 𝙣 𝙨. (Sebastián)

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Sinceramente, no sé por qué elegí este lugar entre tantos otros que tenía para elegir, las playas de Corea son tan aburridas, de seguro mis vacaciones lo serán aún más, espero que estos cuatro meses pasen rápido como una ráfaga de viento, o de lo contrario tendré que irme mucho antes.

Si lo pienso desde otro punto, no es un lugar tan feo, creo que la costumbre de estar insatisfecho con las cosas a mi alrededor me hacen pensar de ésta forma, soy tan torpe.

Lo único que deseo, es no cruzarme con ningún familiar, ni conocidos. Lo que sí, espero poder conocer a algún chico bonito que no sea un tonto por completo, ojalá existieran los que yo tengo en mente, todos seríamos felices con esos, felicidad plena.

En el colegio primario, era bastante popular, pero no por ser un niño cool o por ser guapo, por tener novias, por ser un bully o por ser el favorito de muchas, más bien, era conocido por: "El cerdo". Así es. Sufría de sobrepeso, a tal punto de no soportarlo más y comenzar a no querer salir de casa, no tenía amigos, no hacía ejercicio. Eso, a mis padres le causó mucho asco, por lo que me hicieron llevar una "dieta" no muy sana.

Consistía en no comer nada en todo el día y hacer ejercicio la mayor parte de él, sí resultó, adelgacé 50 kilos. Para ellos era demasiado importante tener una imagen pulcra de la familia Lyang, yo era sólo un conejillo de indias para ambos, pero al llegar la secundaria ya no me importaban sus opiniones. 

Me enamoré sólo dos veces, de unas niñas muy guapas pero con un corazón y una mente enfermiza, eso me llevó a creer que las chicas sólo están contigo para jugar, o para olvidar a sus exs. Obviamente, me frustré demasiado, a tal punto de que me negué a enamorarme otra vez de ellas, me parecían bonitas algunas mujeres, pero nada más.

Una vez, llevé un amigo a casa, a "hacer los deberes" lo cierto fue que estuvimos toda la tarde besándonos. Se habían echo ya las nueve de la noche y en ese momento mi madre tocó la puerta, no pude decirle que espere porque cuando abrí la boca, ella ya la tenía por el piso. Salió gritando como una loca, llamó a mi padre y me ordenó que echara a mi amigo, pobrecillo. 

Pasaron un par de días y me dijeron que si no cambiaba mi forma de ser, me echarían de la casa, y adivinen qué pasó. Obvio me echaron. Había pasado 18 años como un conejillo, de cierta forma era una especie de libertad poder irme de ese lugar de mierda, en estos cuatro años, no pisé ni una vez ese lugar, ni lo pienso hacer.

En estas alturas de mi vida, me siento libre, preparado para amar a quien se robe mi corazón, entregárselo todo, sin medidas. Pero no hay nadie.

Vibras de Verano.Where stories live. Discover now