Hace 17 años.
La noche se sumía en una tormenta escalofriante, como jamás se había visto en aquel pequeño pueblo malagueño. Los flashes de luz que producían los relámpagos y el sonido atronador de los mismos, hacían que los cuatro adultos con los tres bebés en brazos que salían del cementerio tuvieran que esconder sus rostros aún verdosos con las capuchas que se deslizaban hacia los hombros a causa del fuerte viento.
Los pasos de las cuatro sombras que corrían por las calles del pueblo, eran silenciados por el crujido de los cristales de las humildes casas, de los truenos y la torrencial lluvia. Quedaban pocos metros para que llegaran al destino, cuando un fuerte y estremecedor relámpago rompió el cielo.
—¿Qué ha sido eso...?
Preguntó la más joven atemorizada por lo que podría venir tras de ellos. Su mirada se tornaba aún más preocupada por las niñas que mantenían protegidas entre sus brazos y la rapidez de sus pasos aumentaban a cada segundo. Otro relámpago volvió a romper el cielo nocturno, y fue entonces cuando supieron que los habían descubierto.
—Os iréis con vuestra hija de aquí, nosotros nos podemos encargar de las otras dos niñas. Venga, iros de aquí.
—Pero madre...
—¡Fuera!
La joven fue a replicar a su madre, pero no le dio tiempo. Dos encapuchados ya se dirigían a su dirección. El joven matrimonio, con ayuda de los mayores, rodearon por sus cuellos el colgante que los sacaría de aquel lugar, sin saber que sería la última vez que se volverían a ver.
Hace dos años terrícolas.
El sonido de su teléfono se volvía irritante a cada minuto que pasaba, sabía que llegaba tarde, pero sus padres dejaron de tener límites desde hacía días. Querían saber dónde, cuándo, quién y cómo iba la joven morena. Se sentía frustrada y agobiada, incluso llegó a amenazar con que se escaparía de casa si seguían así.
—Veinte minutos... por Dios, ¡son veinte minutos!
Refunfuñaba mientras sus pasos la llevaban de vuelta a casa después de una tarde con sus amigos en el cerro de la ciudad. Nuevamente, el móvil volvió a sonar, pero se cortó a mitad de llamada, lo que Patricia agradeció con toda su alma con un largo y profundo suspiro. Le quedaban dos calles para llegar a casa cuando a través de los cascos, escuchó el sonido de los bomberos, ambulancia y policía.
—¿Dónde ha sido?
Escuchó a uno de sus vecinos murmurar entre tembloroso y curioso. Pero de pronto, la joven notó las miradas puestas en ella, lo que provocó un pequeño ataque de pánico en su interior. Nunca se sintió cómoda siendo el centro de atención, pero en aquella ocasión aún menos. Sin razón alguna, sus nervios empezaron a alterarse e inconscientemente sus pasos, antes pausados, ahora iban aumentando la velocidad para llegar a su estrecha calle. Fue entonces cuando el horror golpeó con fuerza en su pecho, de lleno en su corazón al ver su casa arder de forma tan descontrolada que ni los bomberos eran capaces de apagar.
Esta vez, anduvo más despacio hasta la zona acordonada, dónde todos los vecinos habían salido para ver lo sucedido. Decenas de miradas se posaban en ella, pero ahora no podía prestar atención a aquel hecho, sólo podía ver su casa comida por las llamas.
—¿Hay algún superviviente?
Oyó preguntar a un policía que realizaba un informe.
—Ninguno, por desgracia.
El cuerpo de la morena quedó totalmente paralizado y en su mente sólo aparecía una cosa. Su último pensamiento hacia sus padres. No hubo recuerdos bonitos, ni tampoco un mínimo de destello de felicidad. Solo un dolor tan profundo como una gruta sin fin. Dio un paso. Otro. Uno más. Hasta que llegó junto al policía que mantenía entre sus manos el informe.
—Queda uno...
Su voz rota salió en forma de un susurro tan bajo que el hombre tuvo que acercarse a la chica.
—¿Cómo dices?
Patricia fue a responder cuando sus piernas le fallaron y cayó de rodillas al suelo con el reflejo de las llamas en sus ojos llorosos.
—Es la hija del matrimonio.
Informó el vecino más cercano de la familia, que tras decir aquellas palabras, se agachó para controlar el tembloroso cuerpo de la morena, que en segundos, rompió a llorar con un grito desgarrador, que provocó más de un silencio entre la muchedumbre. Ahora solo se podía escuchar el crepitar del fuego, el agua de las mangueras, las sirenas de los vehículos y el desolado llanto de la joven morena.
La culpabilidad que empezaba a sentir por haber llegado tarde ya comenzaba a consumirla. Si tan solo hubiera llegado a su hora como habían acordado, sus padres aún seguirían con vida e irían de camino al restaurante favorito de la familia donde tenían reservada una mesa por el cumpleaños de Patricia.
—Es mi culpa...
El desgarro en su voz provocó un escalofrío en las dos únicas personas que habían conseguido escucharla. El policía se agachó junto a ella y su vecino, para intentar al menos tranquilizarla un ápice, pero no, ella no conseguiría el consuelo que necesitaba con unas simples palabras.
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Luces en las sombras
FantasyKenyal quizá era una chica normal con un pasado trágico, ¿pero quién sabía? ¿Qué harías si un día te despiertas y el mundo no es tal y cómo te lo explicaron? ¿Qué pensarías si descubres que tu destino jamás fue el de ser una chica normal? Si no el d...