Parte 1

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Después de dos meses tras la muerte de su familia, de un extraño entierro sin cuerpos, de encierros en su habitación, de un traslado a un pueblo que antaño había amado y ahora le parecía tan lejano... ahora vivía en Arriate, una pequeña localidad de Málaga, junto a su preciada abuela.

Patricia se convirtió en una chica huraña, no comía apenas, bebía a sorbitos pequeños, y se volvió de lo más extraña, pues no superaba la muerte de sus padres, y el hecho de sentirse culpable, tampoco ayudaba a su recuperación en su duelo. Si tan sólo hubiera llegado un rato antes, a la hora acordada... estarían vivos. Habrían ido a su restaurante favorito y cenado su comida favorita. Quizá la casa sí se hubiese quemado, pero ella tendría a sus padres, no estaría en ese pueblo, ni tampoco tendría que haber dejado su vida.

Al poco de llegar a Arriate, su abuela la matriculó en el instituto del pueblo. Un acontecimiento, que a la joven castaña no le hizo gracia alguna. Y menos aún, cuando sus compañeros la miraban con esa pena que tanto la irritaba. Ni tampoco las charlas que mantenía con el director casi a diario. Y de ahí salía cuando se topó con una chica menuda y temblorosa.

—¡Será posible! —gritó con un gruñido mientras se agachaba para recoger los libros que se le habían caído de las manos tras el choque.

—P-perdón... es que... bueno... soy nueva y estoy perdida. —se disculpó mientras la intentaba ayudar, cosa que Patricia no facilitó, pues arrancaba los libros de sus manos.

—Quita tus manos de mis cosas. —su voz sonaba a cada segundo más seca e irascible.

—Lo siento... no quería...

—Deja de pedir disculpas —le cortó Patricia a la chica—. No te vuelvas a cruzar en mi camino y estamos en paz, ¿lo has entendido? —no hizo falta mucho más.

En el rostro de la chica se reflejaba el miedo, por la brusquedad y sequedad de Patricia, y miedo a sentirse rechazada con la primera persona con la que se había cruzado nada más entrar al instituto. Aquella chica era buena, y no pudo tener tan mala suerte que cruzarse con la antisocial, la que sólo deseaba mantenerse alejada de cualquier ser humano.

—Quítate de en medio.

Patricia se incorporó con sus libros entre sus brazos y continuó su camino, dándole un leve golpe en el hombro. Casi sintió una pizca de pena, pero pronto aquello pasó al olvido en cuanto recordó la última conversación con el director.

Tras una clase pesada y eterna de biología, la castaña al fin pudo salir del instituto para desayunar a pesar del poco apetito que tenía, pero solo el hecho de sentir el aire fresco en su rostro renovaba su estado de ánimo. Pero lamentablemente, veinte minutos después ya caminaba por los pasillos de vuelta, mas la secretaria la paró para informarle que el director quería verla antes de que terminara el día escolar. Con un suspiro, Patricia asintió.

Los días pasaron con la misma parsimonia, hasta que ocurrió algo que Patricia no esperaba; su corazón volvió a latir.

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⏰ Última actualización: Jun 16, 2019 ⏰

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