Capítulo 42:

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*Ariana*

Inhala, exhala.

Me repetí varias veces, me levanté lentamente del suelo y me aferré a la pared para no caer, cerré los ojos con fuerza y después los abrí, vi como las personas me observaban y cuando hicimos contacto visual, siguieron su camino. Como si no me hubiera dado cuenta de que me miraban, tontos.

Después de calmar un poco mi respiración, seguí caminando, me había quedado sentada aproximadamente 30 minutos, ya tenía que volver a casa. Avancé por las calles que muy poco conozco, en busca de algo, pero no sabía si estaría abierto, es navidad. Después de caminar 15 minutos me topé con una, en toda la ciudad creo que es la única farmacia abierta. Mis ojos arden de tanto llorar, me cuesta un poco respirar y no sé si pueda hablar. Entré al lugar y estaba una chica de aproximadamente 22 años atendiendo, pobre, creo que es la única persona que está trabajando hoy. Ella veía su celular, cuando sintió mi presencia se giró a verme, pero al hacer eso hizo una mueca y me miró algo asustada, lo ignoré, debo de verme fatal y ya no quiero pensar en eso.

—¿En qué... Te puedo ayudar? —preguntó algo preocupada, pero intentó sonar normal, aunque no lo consiguió.

—Una.. —apenas podía pronunciar las palabras, mi barbilla aún estaba temblorosa — una postday —dije, aguantándome las ganas de seguir llorando.

—De... De acuerdo —dijo sin dejar de mirarme con lástima, se fue a buscar una y en menos de 1 minuto llegó con ella. Sé que la chica se dio cuenta de que algo anda mal conmigo, y cómo no verlo, mi rostro me delata, mi voz, mi forma de expresarme— aquí tienes —la puso sobre el mostrador y yo la tomé en mis manos, vi que en una esquina hay un refrigerador con botellas de agua a la venta, fuí hacia él y tomé la botella más pequeña que encontré, la abrí y también la pastilla, me la pasé enseguida y me tomé el resto del agua— ¿necesitas que le llame a alguien? ¿A la policía? —preguntó la chica con angustia. Pues llegar llorando y pedir una postday no da una buena impresión.

—No, no, no. Estoy bien —claramente no estaba bien, pero me refería a que no era lo que ella pensaba. Puse un billete en el mostrador y caminé hacia la salida.

—Aquí está tu cambio —me dijo la chica.

—Así está bien —y seguí caminando, lo que menos me preocupa ahora es el dinero.

Caminé hasta que llegué al parque que está cerca de casa, me senté en una banca y volví a llorar, no puedo dejar de hacerlo aunque quiera, y yo solo pienso en él, torturándome cada segundo, sus palabras aparecen en mi mente, una trás otra.

¿Por qué él me había hecho eso? Si yo le había dado todo, lo único que había hecho era apoyarlo, amarlo y en cambio él me destruyó, me dejó sin ganas de vivir.

Seguí llorando en silencio y observé como las pocas hojas que hay en los árboles se mueven, algunas caen por el ligero viento frío que hay, que escena más triste, y me deprime aún más ver el cielo totalmente nublado.

De una cosa estoy segura, no quiero volver a mi casa por ahora. Me gustaría quedarme en la casa de la abuela por más tiempo, al menos en lo que asimilo lo que sucedió. Los autos pasan frente a mi, miré mi celular, vi que tenía algunos mensajes y llamadas de mamá, algunos de papá y Adam, supe que ya era hora de volver.

¿Cómo le haría para que no notaran mi aspecto? Me veo peor que un zombie, aunque no hay mucha diferencia, dentro de mi algo murió. Tomé un taxi y le dije la dirección al conductor, en 20 minutos ya habíamos llegado, durante el camino me preparé mentalmente para poder ver a mi familia con una sonrisa, pero no sé si lo lograré. Bajé del coche y le pagué al conductor, caminé hacia la entrada.

Dame Tu CuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora