U n o

44 5 17
                                    

—Mami, si tuvieras que elegir entre no volver a hablar o no volver a escuchar ¿Cuál escogerías? —cuestioné mientras hundía las galletas en mi taza con leche y chocolate.

—No volver a hablar —respondió Kate con tono apático y  sin despegar la mirada de su libro.


—No te pregunté a ti, boba —dije con burla—. Le estoy hablando a mamá no a ti —le saqué mi lengua y Kate me vio con sus cejas fruncidas—, además, eres muy menor para esto.

—Son elecciones estúpidas —respondió Kate y rodó sus ojos.


—¿Pueden dejar de pelear? —preguntó mamá y se sentó en frente de nosotras para comenzar a desayunar. Me miró— Ela, no voy a perder mi tiempo pensando en eso —abrí mi boca para refutar, pero mi madre se adelantó—, y Kate, tú no tienes edad para decir esas palabras.


Me encogí de hombros y seguí desayunando, miré a Kate de reojo y esta hizo lo mismo, y desvío rápidamente su mirada. Kate carraspeó antes de hablar para llamar nuestra atención.

—Tal vez tenga doce años, pero en edad mental soy mucho más madura e inteligente que Ela.


Oh, pequeña mocosa.


—Tú no estas tan desgastada como yo —repliqué—, estoy en mi último año de colegió. Es muy frustrante.


Mamá simplemente resopló y siguió comiendo como diciendo: ¿Para que qué me metí a parir?


—Si en este pueblucho tendrían la opción de subir de grado por el desempeño del estudiante —dijo Kate, cerrando su libro y encarándome—, yo ya estuviera contigo para graduarme.


—¿Qué te crees? —pregunté con desdén.

Kate abrió su boca para hablar pero, ambas sentimos la mirada de nuestra madre. Como si ya estuviera planeado, ambas ladeamos nuestra cabeza hacia nuestra jefa y notamos como ella estaba seria.


Mi mamá agarró un cuchillo y lo clavó, no de una forma tan normal, en la mantequilla y luego la puso en su pan.


Nosotras somos la mantequilla.


—Me desperté tranquila —comenzó mamá con voz pacífica y tranquila—, esperando que no hayan problemas ni nada por el que preocuparme... Pero, ustedes dos, muchachas de miércoles, me hacen salir demasiadas canas —siseó y nos miró a las dos—. Ahora, coman en paz. ¿Acaso no pueden estar un momento sin pelear?


—Ella empezó —dijimos Kate y yo al unísono. Y al ver la mirada de mamá, sabíamos que habíamos sobrepasados los cinco strikes.

Son cinco ¿no?


Mamá sonrío de forma cínica y abrió su boca para hablar, y yo al ver lo que se avecinaba, hice, sin querer que se notase, la silla hacía atrás para huir. Cuando estaba lista para hablar, ya tenía un pie listo para impulsarme y salir corriendo, pero un sonido me detuvo y vi como entraba papá a la cocina.


Él llegó con una sonrisa, pero al verme a mí, casi lista para correr, a Kate tapándose un oído como si estuviera lista para una explosión y a mamá con el cuchillo clavado en el pan, hizo que su sonrisa se convirtiera en una de intriga.


—¿Ahora qué pasó? —preguntó mientras rascaba su frente.


Y esa fue la bomba.


Tres bocas comenzaron a excusarse, señalándose las unas a las otras mientras papá se movía de un lado a otro, preparando su desayuno y asintiendo mientras emitía simples "ajá".

La elección del 1 o del 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora