Los Cosechadores

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Emanuel era un muchacho extraño, no lo atraía la tecnología, rechazaba todo lo moderno, prefería salir de pesca o ir de cacería al monte, que ver televisión, chatear por internet o jugar videojuegos como lo haría cualquier muchacho de su edad, y eso fue la causa que lo llevó a vivir el acontecimiento más extraño de su vida, y tal vez, por ese mismo motivo, nunca nadie le creyó.
Se encontraba con su escopeta al hombro y linterna en mano en un monte espeso a varios kilómetros de su ciudad, esperaba poder cazar un par de liebres, pero no había tenido suerte.
- (Pero que noche de mierda, ¿se extinguieron estos conejos forros?) - pensó algo molesto.
Ya algo cansado de la larga caminata decidió tirarse a descansar, caminó un poco más y encontró un claro donde, dejando la escopeta apoyada en un árbol, se tiró a dormir bajo la luz de las estrellas.
Despertó creyendo haber dormido unas 2 horas cuanto mucho, empezó a desperezarse cuando una alerta sonó en su cabeza, todos sus instintos gritaban alerta roja, pero tardó algunos segundos en entender por qué. Lo primero que notó fue no sentir la contractura que le habría quedado al dormir en la tierra firme. Lo segundo, que definitivamente no estaba acostado sobre la tierra, se incorporó rápidamente para observar la extraña cama, la cual parecía una enorme bandeja de gelatina azul la cual, por mucho rato que lo intentó, no logro romper.
- Definitivamente es la cama más cómoda del mundo, pero ¿dónde carajos estoy? - se decía mientras observaba cada rincón de la extraña habitación. Se encontraba en un pequeño cuarto de paredes circulares, completamente lisas y pulcras, lo único que rompía la monotonía era la peculiar cama y una puerta de forma ovalada. Se acercó a la puerta y vio como esta se derretía
- Soy un pelotudo, ya la rompí, pero si no hice nada loco. - se dijo llevando su mano a su boca.
Caminó hacia atrás preocupado y vió que la puerta se volvió a formar.
- Oooohhh eso está genial. - decía mientas caminaba de atrás para delante, maravillandose de como se regeneraba automáticamente.
- Cuando termines de jugar con eso, me gustaría que te acerques para charlar! - escuchó decir a una voz que parecía provenir de la habitación contigua. Emanuel se asustó, hasta el momento no había pensado en la o las personas que podrían habitar el lugar. De mucho no le serviría quedarse ahí, no había lugar para esconderse y si quería respuestas había alguien a quien sacarselas, aunque tuviera que hacerlo a las patadas. Se asomó al pasillo con desconfianza, miró a cada lado y luego salió, observó que este era largo, y tendría unas 10 puertas más en cada dirección.
- Dónde estás flaco? - gritó.
-  La segunda puerta a tu derecha! - decía con tranquilidad.
Se encaminó hacia allí, no perdía detalles aunque no hubiese mucho para ver, el pasillo era igual de circular y pulcro que la primera habitación. Al llegar a la puerta ovalada, esta se derritió y volvió a asomarse con más desconfianza que antes, lo que vió fue algo que definitivamente no esperaba, más monotonía. Una sala circular, un poco más grande que la primera habitación, pero había algo más.. Y alguien más..
Una mesa ovalada con bancos alrededor, y una persona sentada dándole la espalda.
- Todo redondo y ovalado, ¿están obsesionados con los huevos o qué? - dijo en voz alta, pero no obtuvo respuesta.
- Siéntate, vamos a conversar. -
Emanuel rodeó la mesa para verse de frente con un ser que definitivamente no era humano. Tenía una enorme cabeza calva, con unas protuberancias carnosas que salían de ella, como una corona de cuernos pero hacia abajo, sus ojos (carente de cejas y pestañas) eran alargados hacia los costados de un color azul eléctrico, tenía una nariz que él la asimiló como la de un cerdo, no tenía (o no veía) orejas, ni tampoco labios en su amplia boca, su piel era gris, de físico muy delgado, podría decirse que hasta delicado, manos huesudas con largos dedos, y vestía una especie de túnica o bata, la cuál su cuello llegaba a la altura de sus pómulos.
Emanuel estaba aterrado y confundido, al borde de la locura, lo que veía era impensable, y recurrió a lo único que podía aliviar su mente.. Su sentido del humor.
- Cuando creía que lo más feo del universo eran las suegras, te ganaste el primer lugar amigo mío.-
El ser se limitó a observarlo unos segundos, de un bolsillo sacó una pequeña libreta y un lápiz y comenzó a escribir.
- Interesante, responde al miedo con humor, muy diferente a los otros especímenes. -
Emanuel tragó saliva y sintió un gusto amargo en la garganta, miles de preguntas le surcaron la mente a la vez, pero antes de siquiera decir algo, el ser volvió a hablar.
- Anda, sientate sin miedo. -
Observó el asiento, era solo una base redonda con un caño color cromo.
- No gracias, no me quiero enterrar el fierro en el orto, aunque hay algunas personas que tal vez no les molestaría, incluso lo van a disfrutar.-
El ser nuevamente comenzó a escribir en la libreta, y lo quedó mirando fijamente.
Emanuel observó por debajo de la mesa y vió que el ser flotaba sobre la silla, se irguió y este le hizo una seña con la mano para sentarse. Ni bien acerco el culo a la barra de acero, sintió una fuerza magnética que lo mantenía flotando sobre este.
- (Por favor, que no esté fallado, si me caigo me lo entierro hasta la garganta). - Pensaba con miedo.
Una vez se sintió más cómodo y seguro en el asiento le tiró la pregunta principal.
- ¿Qué carajos hago yo acá, y quién corno sos vos?. -
El ser volvió a escribir en la libreta, y esa acción lo empezaba a molestar.
- Interesante, eres el primero que hace esa pregunta tan directa, la mayoría empieza a indagar sobre el origen del cosmos y el sentido de la vida. -
- Realmente eso es lo que menos me preocupa, ¿qué es lo que hago acá? ¿Me van a meter una sonda por el orto? ¿Me van a diseccionar? ¿O tal vez me van a hacer procrear con las mujeres de su especie? Mira, si tu hermana es tan fea como vos, me podes ir matando desde ya.. -
El ser volvió a escribir sobre el papel. - (Alien del orto, te voy a hacer tragar esa libretita). -
- Bueno antes de decirte el por qué, te contaré algo de la historia de mi civilización, soy un Schellita, somos la primer especie viva e inteligente en el cosmos, básicamente llegamos a la cúspide de nuestra tecnología, no tenemos religiones o ideologías políticas que produzca conflictos en nuestra comunidad, vivimos en una era pacífica, de paz y armonía. Con el tiempo mi especie encontró la fuente de la eterna juventud, pero luego de varios Eones esta empezó a escasear, e investigamos como reabastecerla, como resultado dimos con la creación de la raza que ustedes llaman humanos o terrestres, nosotros simplemente les decimos especímenes 830.-
Incrédulo ante lo que escuchaba, preguntó - ¿QUÉ? ¿ENTONCES NO SOMOS UNA CASUALIDAD DEL UNIVERSO, SINO QUE NOS CREARON SERES ALIENÍGENAS?. -
El Schellita asintió serenamente.
- Ustedes junto con otras 4000 especies. -
- Ooooohh interesante.. ¿Y qué carajos tienen que ver eso de la inmortalidad con nosotros? -
- No es inmortalidad, es juventud eterna y podría decirse que ustedes son el combustible con el que rellenamos la fuente. -
Emanuel enarco las cejas y preguntó - ¿De qué mierda hablas alien forro? en vez de dar tantas vueltas ¿por qué no me explicas las cosas como son? -
El Schellita volvió a escribir en la libreta, o eso intentó porque Emanuel se la arrebató y la arrojó cerca de la puerta por donde ingresó.
- No tienes por qué recurrir a la agresividad, es parte de mi trabajo el registro de la información de este acontecimiento, ustedes los humanos son sentimentalmente complejos, con personalidades completamente diferentes, y eso es algo que debemos estudiar para saber que reacción tendrá en la fuente, si es beneficiosa o perjudicial, para usar o evitar a ciertos individuos en concreto. Iré al grano, lo que en realidad usamos de ustedes es su cerebro, imagínate como a una planta, que luego de regada con años de conocimiento, da una fruta madura que es el cerebro. Así que básicamente, cuando llegan a cierta edad y sus cerebros absorbieron suficiente información útil, los utilizamos, con una tecnología muy compleja para explicarle a alguien como tú, para rellenar esa fuente, hasta que sea necesario una nueva recarga. -
A Emanuel le hervía la sangre y explotó. - ¿CÓMO PODES DECIR ÉSO? NOSOTROS NO SOMOS PLANTAS QUE PUEDEN IR Y COSECHAR, SOMOS SERES INTELIGENTES, VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD, CREAMOS CIUDADES COMPLEJAS.-
- Las hormigas también viven en sociedad y construyen ciudades, sin embargo tú de pequeño les quemabas las patitas con una lupa.-
Emanuel enmudeció por un segundo, no sabía si el ser había leído su mente para ver sus recuerdos, si lo había espiado durante toda su vida o si simplemente uso pura estadística, tal vez el 75% de los niños del mundo jugaban de esa manera, luego replicó. - No podes compararnos con una hormiga, con ellas no podrías tener una conversación como ésta.-
- Ustedes no pueden porque no disponen de la tecnología, yo si podría, ¿o acaso piensas que estoy aquí contigo hablando tu idioma? estoy utilizando tecnología para traducirnos, no seas arrogante.-
Se retorció de vergüenza, hasta el momento no había considerado que de tantos idiomas un ser estelar iba a hablar justamente español pero antes de poder decir algo el Schellita continuó.
- Creo que ésta fue una explicación más que suficiente para que comprendas nuestros motivos.-
- Pero ¿por qué? ¿Por qué nosotros? ¿No pueden replicar la fuente con su tecnología o algo así?.-
- Ya lo hicimos, el resultado fue que el combustible se replicó de unos cientos originales a casi 7 mil millones, mas de lo que en realidad necesitamos, entonces tomamos uno cuando lo necesitamos, ustedes no son más que ganado para nosotros.- hizo una breve pausa y continuó.
- Entonces, terrícola, tú serás un sacrificio para la raza más grande y prospera del universo, deberías estar feliz, considerate un héroe ¿Tienes algo más que decir?. -
Emanuel asintió lentamente mientras sonreía. - CHUPAME LA VERGAAAAAAAA.-
Tomó la banqueta por el caño y lo golpeó repetidas veces en la cabeza, el ser murió en el acto, de sus heridas brotó un líquido amarillento y maloliente que le causó arcadas. Reviso al ser buscando algún tipo de arma, miró por toda la habitación y no encontró nada. - Pues me llevo la silla entonces.-
Se dirigió hacia la salida cuando otros dos seres aparecieron charlando entre ellos, el primero recibió un golpe en la cabeza y cayó muerto hacia un costado, la segunda, de aspecto femenino, un planaso con la base en la nariz, retorciéndose en el piso comenzó a patearla, y luego con la base del banco golpeó su frágil y delgado cuello hasta degollarla.
Corrió por las calles de esa increíble ciudad, construcciones imposibles para la arquitectura moderna humana pensó, cada una de forma redonda u ovalada. - Que bien me vendría un guía turístico en este momento.- bromeó, pero luego de considerarlo un poco se dijo que no sería mala idea. Corrió hacia uno que lo observaba desde la entrada de lo que parecía un enorme y complejo edificio ovalado con unas habitaciones en forma de huevo que salían hacia ambos lados. Lo tomó de las solapas del cuello y le gritó. - NAVE ESPACIAL, ¿DÓNDE? YAAA.-
- ¿Y por qué te diría dón..? - el ser se comió un puñetazo en toda la boca, le metió un rodillazo en el estómago y cayó al piso, lo tomó de las protuberancias y le dió la cabeza contra el suelo varias veces. - NAVE ESPACIAL YAAAA.-
Completamente aterrado, el Schellita apuntó hacia una casa.
- Gracias! - Le dijo mientras lo noqueaba.
Entró en la casa y vio un platillo volador en forma de plato. - Pero que cutre, yo esperaba algo más espectacular, como la USS Enterprise o el Halcón Milenario. Hollywood andate vos y tus efectos especiales a la concha de tu hermana.-
Rodeó la nave y no veía la forma de subir, no tenía escaleras ni rampas. - ¿Y ahora cómo mierda subo?. - mientras decía eso un nuevo alienígena entró en la habitación revisando un tipo de libreta digital. Observó confundido a Emanuel, el cual sonrió y se acercó..
Ya una vez dentro, y un nuevo Schellita noqueado, se dispuso a despegar, pero un nuevo inconveniente surgió, la nave no tenía botones ni palancas. - Pero que tarado, tengo que dejar de noquearlos antes de averiguar todo lo que necesito, ¿ Y ahora como arranco esta porquería?. -
- Ingrese comando de voz. - escuchó decir a una voz femenina en su cabeza.
- Que carajos?. -
- Comando inválido. -
- Ooooohh ya entendí.. Computadora llévame a casa. -
- Comando inválido. -
- Emmmm bueno.. Llévame al planeta tierra.-
- Comando inválido. -
Emanuel suspiró profundamente, tenía ganas de agarrar a patadas a todos y cada uno de los Schellitas, pero sabía que no ganaría nada enojandose. - Ojalá me hubiera traído a uno de esos cabezones para sacarle la información. -
- Comando válido, información disponible 136.000.000 de yottabytes, genere su pregunta. -
- Bueno, por fin algo útil, computadora ¿Cuál es el comando para ir al planeta tierra?. -
- Los planetas se dividen en dos categorías, habitados o deshabitados, en caso de estar habitados se clasifican por número de cosecha, del 1 al 4438, en caso de estar deshabitado se clasifica por distancia en años luz del planeta Schellia.-
- Número de cosecha, esta raza me da asco, muy bien computadora llévame a la cosecha número 1.-
La nave salió disparada hacia el cosmos a una velocidad imposible, abriendo una brecha en la realidad, y surcando billones de años luz en un santiamén. En pocos segundos la nave se encontró frente a un planeta varios miles de años más desarrollado que la raza humana, parecía una versión aún más futurista que los Supersónicos, sin embargo no es lo que él quería encontrar, solo quería regresar a su hogar, se encontraba mentalmente agotado y algo asustado.
- No puedo estar revisando los 4000 planetas habitados, no sé si esta cosa funciona con gasolina, energía atómica o con carbón, no me puedo arriesgar a quedar varado, pensá boludo, para eso tenes la fruta en la cabeza. - La frustración le estaba sacando de quicio, intentaba pensar en la conversación con el primer alien cuando una frase vino a su cabeza.
- (Para nosotros ustedes son los especímenes 830).-
Abrió los ojos y gritó.
- COMPUTADORA, LLÉVAME A LA COSECHA 830!!.-
En cosa de segundos se encontró mirando un hermoso planeta azul, con enormes continentes, su hogar. No pudo evitarlo y se quebró, entre lágrimas le ordenó a la nave que aterrice en el mismo lugar de donde lo habían abducido.
Al bajar de la nave tomó su escopeta y se dirigió rápidamente hacia su auto. Del maletero sacó una pala y volvió donde se encontraba la nave.
Pasó horas cavando, no le importó llenarse de callos las manos, del dolor en los brazos, del hambre y el cansancio, solo freno cuando la nave estuvo completamente enterrada. Volvió a su auto y se dirigió a toda velocidad a su hogar. Nadie creyó su historia, lo tomaron por loco, pero no le importó, el sabía la verdad, ellos volverían. Cada noche viajaba al mismo bosque, con su escopeta al hombro, en espera de sus viejos amigos, que vendrían por su nave y a cosechar su cerebro.

Relato echo por Sambi.

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