8. Equis o X

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El servicio de limpieza es una pesadilla. Tampoco tanto. Sin embargo, han estado limpiando cada lugarcito, incluso los que yo había dejado limpio.

-Es nuestro trabajo, niña. Por más que todo esté decididamente limpio, debemos limpiar todo el lugar.

Me había dicho una señora.

Veo como un grupo de personas mixtas ingresan con un centenar de bolsas de mercado y empiezan a sacar algunos alimentos que ya no sirven (en mi casa los utilizaríamos todavía) y los cambian por unos completamente frescos.

Un joven se me acerca.

-Hola -sonríe-. Eres Camila, ¿no?

-S-si -balbuceo.

Qué idiota, cálmate.

-David nos ha dicho que seguro necesitaras la cocina para hacerle de comer al señor. -Hay demasiada gente y ahora la cocina, que habitualmente me ha parecido grande, parece una taza de café-. Estaremos cocinando todo el día prácticamente para dejar las reservas de la semana y, no te preocupes que haré espacio.

Asiento mirando todo el alboroto.

-Soy Benjamín, Benjamín Copa. Chef.

Me extiende la mano.

-Un gusto, Camila Torres. Enfermera.

Sonríe ampliamente.

-El gusto es mío, Camila.

Su familia viene mañana. ¿No debería preguntar si pueden hacer pasteles o algo?

-Mañana viene a verlo la familia. ¿Podrías preparar algún postre dulce, por favor?

-Claro. Para eso estamos.

El día transcurre sin más. Hay tanto ruido y tanto movimiento en la casa que para una persona con jaqueca sería el infierno.

Que bueno que pude higienizarlo antes de que llegaran. No me gusta pensar en esto. Ambos, Luis y yo, no hablamos del tema y ya. Si preguntan; para mí sigue siendo un poco incómodo, y para él, humillante.

Después de merendar, me levanto para ver que hacer.

-Cerrarías la ventana, por favor.

-No entrará aire.

Medio sonríe.

-Hay aire acondicionado. Por favor, me molesta todo el ruido.

No me parece correcto cumplir su orden. Está mejor, poco a poco está mejorando. Hago lo que me pide y, como un milagro supremo, el bullicio casi desaparece en su totalidad.

Cierro un poco la cortina para que no choque con las ventanas. Que hermosa vista, la puta madre.

-¿Qué quieres hacer? -pregunto mirando afuera por el vidrio de la ventana.

Al ver que no me contesta, me giro.

-No hay que pueda hacer ¿o sí?

Tiene razón. Le doy una sonrisa triste.

Nos limitamos a conversar como hacemos a diario.

-¿Qué dices si vemos una película? -pregunta.

-Me encantaría -digo aunque no es cierto. No veo TV casi nunca. Y se supone que estoy aquí para cuidarlo y no voy a decirle eso.

Estamos en el tercer piso. En la sala hay un espacio gigante con un televisor más gigante todavía perpetuado fijamente en la pared con un montón de dispositivos que lo acompañan alrededor que no tengo ni remota idea de que son. Visualizado el reproductor de DVD, que conozca gracias al cielo, nos ubico delante de ellos a una distancia prudente.

CUIDAME | MALUMA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora