Capítulo XXII - Decisiones

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A la mañana siguiente, Ofelia salió temprano. Debía retomar labores en el bufete. Myriam se fue un poco más tarde a su apartamento. Cuando el taxi se detuvo, vio a Soraya, sentada como de costumbre en la entrada del edificio.

—Pequeña. —Myriam la recibió con un abrazo.
—¿Tienes un momento? Ando desocupada y tenemos tiempo sin hablar.
—Te hacía pasándola bien con Mía. Ven, vamos a subir.

Ambas mujeres entraron en el apartamento, Myriam destapó un par de cervezas y se sentaron a conversar.

—Algo así era lo que necesitaba, hace mucho calor, como para estar en una piscina, o en la playa.
—Deberíamos organizar una ida a la playa, con Ofelia y Mía.
—No mencionaste a Eva.
—Habría que preguntarle primero, ¿No crees?
—Bueno, tienes razón. Pero sí, es un buen plan.
—Podríamos llevarnos a Lucas también.
—Morirá entre tanto bikini. —Soraya se reía a carcajadas.

Myriam sabía que Soraya tenía algo. Pero dejó que la situación fuera a su ritmo.

—Cuéntame más de Mía, ¿cómo la conociste?
—La conocí en la disco. Bailamos, la pasamos bien, me gusta. —la actitud de Soraya era neutral.

Las respuestas de Soraya eran escuetas, Myriam se armó de paciencia.

—Es bonita, y se ve que es agradable. Espero que las cosas entre ustedes funcionen.
—Estoy tratando, tengo que hacer mi vida, tengo que olvidar a Eva.
—Olvidar... entonces es un hecho que desististe de estar con ella.
—Yo nunca podré ser como María Fernanda. Y eso es lo que me molesta.
—¿Por qué querrías ser como ella? Cada quien es lo que es. Y ese nivel de intimidad no es intrínseco. Una relación pasa por varias etapas antes de convertirse en algo como lo que viste.
—Se ven unidas.
—No se trata solo de unión. Esos son elementos de una relación que salen a flote cuando convives con la persona. No sale de la noche a la mañana. Cuando convivas con alguien, verás que el amor es solo parte de un todo, que existen otras cosas igual de importantes. Como te dije esa vez, amar no lo es todo.

Soraya se quedó pensativa, no había visto las cosas de esa forma.

—Pudiste haber luchado por ella, la tenías, pero te fuiste por las ramas.
—¿Qué querías que hiciera? ¿Ser la eterna segunda?
—No. Sino que hicieras lo correcto. Si tú amas a una mujer que está con alguien más, no puedes pretender que deje todo por ti. Mírate en mi espejo. Ofelia era una mujer casada. Tiene hijos. Aunque yo deseaba tenerla cada día conmigo, tenía que someterme a sus condiciones, creer en ella, y así lo hice. No podía pretender que cambiara su vida solo porque sí. Si Eva hubiera decido estar a tu lado, o estar sola, créeme, lo habría hecho.
—Hablas con mucha seguridad...
—Solo digo lo que veo. Ella se resistió a ti por mucho tiempo, y solo por respeto a su relación. ¿Que al final pudo más la carne? Sí. Somos humanos, pero trató.
—Y ese es mi punto, ¿por qué? —Soraya era incisiva.
—Porque ya cayeron en esto una primera vez y también perdió su relación.
—Espera. ¿También?

Myriam no se dio cuenta que sin querer mencionó la ruptura de Eva. El sonido de su teléfono la salvó, momentáneamente.

—¿Qué hace mi amor? —era Ofelia quien llamaba.
—Hola, hermosa. Estoy en el apartamento con Soraya. ¿Cómo va tu día?
—Ya terminé los pendientes que tenía por hoy. ¿Quieres que pase por ti o te quedas hoy allá?
—Ven, y regresamos juntas.
—¡Va bene!

Myriam finalizó la llamada.

—Myriam, me vas a decir en este instante lo que sabes.
—¿Gustas otra cerveza?
—Me estás evadiendo.
—No, no lo hago. ¿Quieres saber si terminaron?, sí, están separadas.

Soraya sintió pesar, aunque algo como eso debió alegrarle, imaginar que Eva estaría triste le hacía sentir así. Myriam le acercó la cerveza, y bebió más de la mitad de un solo tirón.

Mi vida después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora