Abia.
Durante los últimos cinco meses Erios se había preguntado un sinfín de cosas. Dentro de las dudas que explotaban en su cabeza y le desmoronaban el alma estaba el qué habría sido de Abia. La hermosa muchacha de lo que estuvo enamorado mucho tiempo. ¿Por qué no estaba en el barco, si ambos habían subido? ¿Por qué lo había engañado? Además, ¿Cómo un barco pirata pudo haber estado en el puerto de Ayoria? Ningún pirata había tocado el muelle nunca. El reino no tenía nada que ver que con piratas. Las prostitutas no existían, no había tabernas y la magia era prohibida, a pesar que los ayorianos eran susceptibles a todo poder, sin duda hubiesen sido hechiceros poderosos si así lo hubiesen deseado.
- ¿Con que Abia eh? Cuéntame de ella y cómo fue que paraste aquí por ella. –juntó sus palmas bajo su mentón para hacerle ver que quería oír la historia. A él le pareció que sonreía hermoso. Aun así se excusó.
- Oye, ya llevamos un rato aquí, quizá deberíamos…
- ¡No! Tranquilo. Aún faltan horas para el amanecer. ¿O habías quedado de ir por unos tragos con Morshé?
- No. Sabes muy bien que no. Es solo que Yharana…
- Si llegamos demasiado pronto Yharana dirá que debes hacer algo más por ella. Créeme, esa víbora es una embustera. En cambio, si llegas al filo de la noche sabe muy bien que no puede retenerte.
- Pero es que…
- Erios – se sentó firme y su voz cobro seriedad – ¿tienes idea lo miserable que es mi vida? ¿Sabes que si nos vamos ahora, tendré que acostarme el resto de la noche con hombres sucios, grotescos o violentos? Así fue ayer, así será mañana. ¿Sabes cuándo fue la última vez que hable con un hombre como lo hago contigo? ¡Por todos los cielos, soy una prostituta! En esta isla una mula vale más que yo. Cuando llegaste a la taberna de Orcecles, ese tipo estaba por violarme y lo iba a hacer sin que a nadie le importara. Pero apareciste tú, con tu grito de guerra.
- No grité.
- Con tu grito de guerra dije. ¡Y me has dado una noche magnifica! Así que por lo que más quieras no arruines mi noche. Sin duda eres el hombre que cayó del cielo. Por favor…Erios sabía que esta chica estaba fragmentada en el alma. Se mostraba viva y entusiasta, pero emanaba sutilmente una tristeza agónica. Al oírla supo que no podía hacer nada por ella, ni siquiera podía hacer algo por el mismo, pero podía regalarle una noche. Así que accedió a contarle lo que pedía, de hecho pensó que podría contarle cada detalle de todo en la vida si eso la hacía feliz. Lamentó no haberle descrito mejor el sol.
- Está bien. Mira, entre más lo pienso más confuso es todo. Era el día antes de mi cumpleaños. Cabalgaba a Coloso, mi caballo.
- Que nombre más presuntuoso.
- Si conocieras los caballos de Ayoria no dirías eso. Además, el tuyo se llama Inocente.
- ¡Pero no les pongo yo los nombre! Si supieras que el otro se llama Absuelto. No sé, quizá Yharana juega a juzgar a los caballos. En fin, continúa.
- Bueno cabalgaba a Coloso –la sentenció con la mirada y ella pasó su indice por sus labios indicando que no hablaría más – cuando escuché la voz de una chica que se quejaba en el bosque. Al momento supe quién era, Abia. La hija del panadero real. Una hermosa chica rubia, con ojos esmeraldas.
- Ah, ojos verdes.
- ¿Perdón?
- Ojos verdes. Basta con que digas ojos verdes. No es necesario hablar con símiles.
- ¿Es en serio que nunca habías usado la palabra inculto?
- Ya para con eso. Solo digo que…
- ¡Basta! Déjame continuar –se aclaró la garganta de forma graciosa –sí uso símiles es porque quiero que tu mente capte lo que digo. No puedo contar una historia sin asegurarme que el receptor la viva con la intensidad que quiero. Así que acostúmbrate a mis amplias descripciones cuando lo considere necesario –ella estaba más encantada de lo que denotaba –Abia, como te decía, era hija del panadero. Nos conocíamos desde niños, y desde entonces recuerdo que me encantaba. Jugábamos todo el tiempo. Cuando creció se volvió aún más hermosa. Todos los jóvenes suspiraban por ella. Pero creo que estar consciente de su belleza no le hizo bien a su carácter. Dejamos de jugar, y no solo eso, de hecho se volvió indiferente y hasta grosera conmigo. Yo estaba totalmente enamorado de ella. Ahora que lo pienso, nunca me fije en otras chicas por estar enfocado en ella. Pues ese día, antes de mi cumpleaños, paseaba a caballo cuando escuché las quejas de alguien en el bosque. Cuando llegué al lugar la encontré tendida en el suelo.
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Las Crónicas de Ayoria: El Rey Poseído
FantasíaEn el mítico mundo de Protea, las fuerzas del mal se aliaran para formar La Orden Oscura y someter a todos los hombres. Pero para lograrlo necesitarán el Trono de Piedra que yace en el reino de Ayoria. Está es la historia de como la luz se abre cam...