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Creo que es hora de comenzar, con el tintineo incesante de los días. A sabiendas del tedio y del constante cansancio de los días de clase, ese nuevo curso me proponía a mi misma no ser tan cruel o estricta. Me proponía disfrutar un poco más dar clases, impartir la materia.
Tal vez era una necesidad de cambio, pero un día anterior había decidido cortar la melena y renacer con una actitud diferente. Y dicho y hecho, llegué con un cambio de imagen al bendito instituto para señoritas en el cual ejercía.

La mañana estaba alumbrada por un Sol enérgico y bastante caliente, agradecí haberme cortado el cabello con este clima.

Caminaba por los pasillos viendo a las chicas del colegio abrazarse y tomando platicas animosas sobre las vacaciones, algunas de ellas miraban hacia mi con asombro al ver que mi cabellera larga ya no estaba. Y no tuve más remedio que sonreír cortésmente.

Los uniformes de aquellas chicas seguían siendo los mismos, sus ya acostumbrados rostros reflejaban esa emoción del amor de verano, o el emocionante fin de semana. Adolescentes.

-¡Dios mío! ¿Ana qué le hiciste a tu cabello?

Habla completamente anonadada mi colega Irma.

-un cambio de imagen para un cambio de ciclo escolar.

-Te queda demasiado bien, y eso me hace odiarte algo eh, pero es un odio del bueno.

Ambas nos reímos un poco para después ponernos al tanto de lo que habíamos vivido estos meses ausentes del instituto. Ella contándome de su gran amor Roberto, el hombre que le gana con diez años. Y nosotras teniendo 27...

Ambas somos de la edad, y ambas egresamos de la misma alma máter.

Y por mi parte, relaté que nada fuera de lo cotidiano sucedió.

Comenzamos a andar por los pasillos rumbo al salón de docentes, y conforme subíamos los escalones, nos percatamos de una familia que bajaba de ellos. Una mujer y un hombre, junto a una chica con el cabello castaño y una postura erguida y casi impecable.

Al instante que veo a esa familia mi instinto me dijo que sería una chica de nuevo ingreso. Escatimaba unos 16 años, por ello lo más seguro era que le diera clases. Ser la única docente de inglés y literatura inglesa, era algo obvio.

Me sumergí pensando en la planeación del primer día de clase cuando siento un fuerte choque en mi brazo. Levantó la vista y me doy cuenta que un par de ojos indiscretamente llamativos me observan con detenimiento.

-¡Cielos! Lo siento mucho de verdad, ¡qué torpe de mi parte!

Con solo esas freses pude notar una dulzura de otro mundo. Su voz melodiosa y sin ninguna muestra de tosquedad.

-no te preocupes linda.

Sonreí tratando de que no se notase mi fascinación instantánea por ella. Ese par de ojos tan distintos se quedaron por unos momentos más, yo sin saber el porqué había sentido eso. Pero su ternura y su dulzura me hicieron engancharme de inmediato a una chica. A una hermosa y nueva estudiante.

Conforme daban la bienvenida y los parloteos y halagos por mi nueva apariencia no se dejaron esperar. Y aunque me conocían por ser una de las profesoras más calladas, hasta mis alumnas siguieron con dichos cumplidos. Cosa que me hacía sonrojar.

Los horarios llegaron y todos como pudimos dimos inicio a la rutina de un año. Profesores titulares, grupos tutorados y demás cosas típicas de colegios.

No pude soportar más y tomando los portafolios me fui al salón de la primera clase. Un grupo de primero y niñas de 15 años.

Al mirarlas me pude dar cuenta de lo pequeñas que se veían con sus uniformes azules.

Professor's obsessionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora